miércoles, 8 de abril de 2015

Detención, juicio y ejecución de Alexandro Bóveda (y V)

CONSEJO DE GUERRA, SENTENCIA Y EJECUCIÓN

El 13 de agosto de 1936 se reunió en el salón de actos del Palacio Provincial de Pontevedra el consejo de guerra ordinario de plaza que iba a ver y fallar la causa nº 356 de 1936 instruida en procedimiento sumarísimo contra Alejandro Bóveda Iglesias y Amando Guiance Pampín. Presidía el tribunal el teniente coronel del Regimiento de Artillería Ligera nº 15, Antonio Durán Salgado. Ejercían como vocales los capitanes de la Caja de Recluta nº 53 Arturo Carrillo Reguera y Ricardo Martínez Martínez; los del Regimiento de Artillería Ligera nº 15 Roberto Posada Barreras, Fernando Ponte Conde y el también capitán de la Plana Mayor de la Octava Brigada de Artillería, Manuel Nandín Sobrino. Ejerció funciones de vocal ponente el auditor de segunda Juan de Villavicencio y Pereira, ignorado por el hagiógrafo de Bóveda pese a su importancia, pues se supone que es quien redacta la sentencia y el vocal cuyo criterio jurídico tenía mayor peso. El Ministerio Fiscal estuvo representado por el auditor de segunda movilizado, Ramón Rivero de Aguilar. De la defensa de los reos se encargó el capitán de la Caja de Recluta nº 53 Manuel López de Roda y Arquer.

Ante el Consejo depusieron diversos testigos comenzando por el comisario jefe de Pontevedra, cuya declaración --contra lo manifestado por Álvarez Gallego-- es tan favorable al fiscal que llega a decir respondiendo a la defensa:

Que las palabras que oyó al rendirse el Gobernador son las mismas que constan en su declaración y a preguntas de un Vocal, dice que dichas palabras fue a Bóveda a quien se las oyó y no a Pampín.

Palabras que en su declaración son las que siguen: "esto no puede ser hay que matarlo, es una traición".

Según el agente Cástor Prieto, era voz generalizada de la gente que bajaba del Gobierno Civil que las armas eran entregadas por Bóveda. Los demás testigos refuerzan en general la idea de que Bóveda fue directivo y participó en el reparto de armas. Es decir, de mártir nada de nada. Un mártir es aquel que muere sin tocar armas, sin haber ejercido violencia ni la pretensión de cargarse al gobernador civil; y está claro que contra lo que cuenta el mito nacionalista, Bóveda fue uno de los cabecillas que prepararon la rebelión contra el Ejército en Pontevedra, en donde se repartieron armas, que insisto, una vez más, no eran para hacer cosquillas sino para causar bajas a los alzados. En Cataluña les cuentan que las montañas que aparecen tras la Mona Lisa son las de Montserrat, y parece que a muchos les cuela; lo mismo que la plaza Mayor de Salamanca es obra de un Catalán; que el Lazarillo de Tormes se escribió primero en catalán, o que Companys fue un mártir cuando durante su mandato hubo una carnicería espantosa, y pese a ello hasta Marhuenda le coloca la falsa etiqueta de mártir. Todo esto cuela en Cataluña porque llevan tropecientos años de lavado de cerebro nacionalista, de continua, excluyente y machacona afirmación de catalanidad. Como en Galicia el nacionalismo nunca fue nada, hoy más que nunca está de capa caída, la figura de Bóveda sólo produce indiferencia, e invito a quien lo dude a que se vaya a cualquier aquelarre nacionalista el día que conmemoran su fusilamiento y que cuente el (ridículo) volumen de asistentes.

En uno de los relatos míticos del hagiógrafo de Bóveda se dice que este depuso ante el consejo de guerra cuando fue autorizado por el presidente. Por supuesto reproduce el discurso con todo lujo de detalles, quiero recordar que a lo largo de página y media. Ese supuesto discurso de Bóveda es una soflama encendida que resulta cómica para quien sepa lo que es, no ya la celebración de un consejo de guerra, sino la vista oral de un juicio ordinario. Según este relato mítico, profusamente distribuido, Bóveda diría que su patria natural era Galicia, que la amaba por encima de todo, etc. Por si no se recordase lo que le pasó al alcalde de Ferrol y como lo cortó el coronel Cánovas cuando intentó algo parecido, recuerdo que hace poco intentaron lo propio dos peritos que actuaban en favor de delincuentes de Resistencia Galega, y el presidente del tribunal (Audiencia Nacional) le retiró la palabra al que deponía y dio por concluida de forma abrupta la prueba pericial; como también se retiró el uso de la palabra a Xosé Manuel Beiras parece que también por tratar de cortocicuitar el pensamiento racional con otra soflama. Vamos, que el discurso apasionado y demagógico de Bóveda que reproduce Álvarez Gallego y reproducen con profusión los turiferarios nacionalistas no es creíble porque el tono resulta de una altivez intolerable y el presidente lo hubiese cortado de inmediato. Sí resulta creíble lo que aparece en el acta de celebración del consejo de guerra, aunque no quede muy nacionalista:

El procesado Bóveda solicitó que no se le considerase como traidor a la Patria, pues profesó siempre ideas autonomistas, jamás pensó en la desmembración de España y si así se condujo políticamente fue por creer que servía los intereses gallegos sin merma para la Patria y siempre bajo los auspicios del orden y de la paz.

Una vez que se retiró el tribunal a deliberar en sesión secreta dictó sentencia condenando al Alexandro Bóveda a sufrir la pena de muerte y al Amando Guiance Pampín, dada su menor responsabilidad, a cadena perpetua, ambos por un delito de traición. Siendo las cinco horas del día 17 de agosto de 1936 se ejecutó la pena de muerte, por fusilamiento, en la persona del reo Alexandro Bóveda en el km 1 de la carretera de Campañó. Podría seguir con aspectos morbosos en los que se mete el hagiógrafo sobre el alojamiento de las balas o lo que parecen meras ensoñaciones para mitificar al delincuente que diría a los de Asalto, ¡venga muchachos, tirad al pecho! Podría seguir con el invento de que el entonces instructor del procedimiento, José Vila Fano --al que designa como teniente cuando era comandante--, fue a Asturias y a las pocas semanas lo trajeron cadáver enterrándose en el cementerio de Pontevedra. En 1972 lo vemos ascendido a general de división... En fin, historia nacionalista, de la que dice la gente que es (toda) inventada.

Aunque Amando Guiance Pampín fue condenado a sufrir cadena perpetua (30 años) y el tribunal solicitó que se le rebajase a 20 años, no consiguió este primer indulto, pero como cualquier otro que no había cometido delitos de los que repugnan a las conciencias honradas, sea cual fuere la ideología de estas, pongamos por caso incendios, profanaciones, latrocinios, violaciones, etc., como cualquier otro condenado por traición, rebelión o auxilio a la rebelión, etc., salió de prisión en los 40. En concreto fue puesto en prisión atenuada en su domicilio el 23 de julio de 1940. La Comisión Central de Examen de Penas le redujo la impuesta a cuatro años, pero como resolvió en diciembre de 1942, hasta marzo de 1943 no se comunicó a la Policía y Guardia Civil que cesasen en la vigilancia del penado, así que hasta este mes no fue totalmente libre.

Como se aproxima el Día das letras galegas, para todo aquel que quiera salir de los mitos nacionalistas sobre Bóveda, si Filgueira Valverde fue o como hemos visto no fue llamado a deponer como testigo ante el consejo de guerra, aquí os dejo la causa 356 de 1936, del Registro de la Auditoría de Guerra de la Octava División Orgánica, contra Alejandro Bóveda Iglesias y Amando Guiance Pampín por delito de traición.



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