domingo, 19 de octubre de 2014

De huidos a maquis

Al comenzar la guerra civil es sabido que una serie de individuos se echaron al monte temiendo que se les exigiesen las gravísimas responsabilidades que habían contraído. Algunos fueron hacia Portugal empleando las rutas de los contrabandistas y otros permanecieron en el monte; otros se ocultaron en casas de familiares o amigos. La publicación de las normas de examen de penas y otras disposiciones promulgadas al poco de concluir la guerra significaron en la práctica que la mayor parte de los individuos que se encontraban en el monte y no habían cometidos delitos de los que repugnan a las conciencias honradas (asesinatos, violaciones, latrocinios, incendios, etc.) y que no eran dirigentes sino dirigidos se pudieron presentar a las autoridades y quedaron libres, aunque en algunos casos en libertad vigilada. Los sucesivos indultos o reducciones de condena, también pusieron en la calle desde principios de los 40 incluso a delincuentes condenados a reclusión perpetua de 30 años. No es que en general se les indultase de la pena, o de la totalidad de la pena, sino que se les reducía esta de tal suerte que salían de prisión en libertad vigilada, con obligación de presentarse cada cierto tiempo ante el cuartel de la Guardia Civil o comisaría de Policía más próxima a su residencia mientras no cumpliesen la pena impuesta. Esta servidumbre no fue bien aceptada por todos aquellos reclusos así que algunos se echaron al monte.

Al principio los llamados guerrilleros no dejaban de ser meros huidos, escapados que no mostraban una actitud ofensiva como no fuese en atracos con los que hacerse con víveres o dinero para comprarlos. Es el período en el que Maiz dice que encontró algún documento en el que la policía se refiere a su actividad como "mendicidad a mano armada". Es el período del que la tradición oral refiere anécdotas relacionadas con huidos que en los montes veían en la distancia a la Guardia Civil y esta veía a los maquis. Unos y otros hacían como si no se hubiesen visto.

En octubre de 1944, y parece que planeada por el dirigente comunista Jesús Monzón, se produjo la gran invasión maquis del Valle de Arán. El régimen envió allí al general Moscardó y la pretendida invasión se saldó, una vez más, con un fracaso monumental del comunismo en suelo hispánico. Este hecho supuso el declive de Monzón y el ascenso de Santiago Carrillo, recién llegado a Tolouse desde su exilio americano junto con la Pasionaria, que venía de la URSS. El marqués de Paracuellos se había responsabilizado de la Escuela de Guerrilleros de Toluse (Santidrián Arias, p. 267) y su ascenso trajo consigo que se potenciase la guerrilla. Como señala Santidrián estamos ante un PCE cuyo modelo es el bolchevique, que asume las doctrinas del stalinismo o marxistas-leninistas, y que sigue definiéndose como sección española de la Internacional Comunista (p. 251). Recuerdo que los bolcheviques consideraban que la única vía de tomar el poder era la  armada revolucionaria.

Así las cosas y pese a que en 1942 se crea en Ferradillo, cerca de Ponferrada, la Federación de Guerrillas de Galicia y León, esto no tuvo mayor trascendencia y la llamada guerrilla en líneas generales siguió careciendo de una actividad ofensiva. El cambio se produjo en 1944. A finales de este año se produjo una reunión en Abegondo --que la literatura filocomunista amplifica como congreso-- presidida por Manuel Castro, delegado del PCE en la Unión Nacional Española, en la que se decide crear el Ejército Guerrillero de Galicia. A partir de ahí surge el control comunista de las guerrillas, surgen las denominadas agrupaciones, que se dividen en destacamentos, si bien desde 1945, la IV agrupación, la de la provincia de La Coruña, da nombre a todas las guerrillas gallegas en una suerte de confusión interesada. Y surge también la cara más descarnada del terror comunista como veremos en próximas anotaciones. Estas guerrillas eran denominadas oficialmente en su tiempo bandoleros o forajidos. Para los que hoy enaltecen a los fulanos que las integraban, son guerrilla. En mi opinión nada tienen que ver estos autodenominados guerrilleros con los de nuestra guerra de la independencia. Aquí no hay actos heroicos a campo abierto. Por lo que pude ver desarrollan actividades fáciles: tiros en la nuca y robos, nunca a jerarcas del régimen, o banqueros, o millonarios, y sí de comerciantes, sacerdotes de pueblo o derechistas del pueblo llano; o robos a estos últimos.

De lo poco que se arriesgaban en sus acciones puede dar idea el hecho de que Franco veranease todos los años en Meirás y durante un mes La Coruña se llenaba de ministros, subsecretarios y altos funcionarios, tanto civiles como militares. Nunca se metieron con estos jerarcas, ni con un capitán general o gobernador militar, o fiscal jurídico militar, o auditor, o juez militar, etc. De este modo, aunque incómoda, la llamada guerrilla no condicionó el devenir del franquismo y la Guardia Civil, en una labor eficacísima, empleando diversas estrategias, la diezmó, derrotando al comunismo en España, una vez más. En esta labor fue muy eficazmente secundada por el pueblo gallego al que producían verdadero pánico --salvo en los pueblos de donde eran originarios los guerrilleros, que allí contaban con parientes, amigos y en consecuencia los mayores apoyos. Recuerdo que hasta hace no muchos años, cuando los niños no querían dormirse en el medio rural gallego, se les amenazaba conque venía el Foucellas. De hecho, un dirigente comunista que informaba al Comité Central en 1949, pedía apoyo económico porque la imposición de "sanciones" --meras extorsiones o atracos-- para sostener los gastos de las agrupaciones no era bien visto por los campesinos (p. 368) ¡Y tanto que no lo eran! Veremos varios ejemplos de los delitos que cometían --siempre sin salir del partido judicial de La Coruña-- y con los documentos a la vista cada uno podrá formar opinión, pero ya digo que la mía es que de héroes y luchadores arriesgados, tururú, unos fulanos de cuidado, y punto.




jueves, 9 de octubre de 2014

De la guerrilla o de tener mal perder

Hay un librito de Manuel Astray Rivas que se titula Síndrome del 36. Su autor considera que los perdedores de la guerra se vieron afectados por un síndrome así. En mi opinión lo que afectó a los que padecieron ese síndrome fue el mal perder, esa mezcla entre envidia, resentimiento y frustración que les ocasionó haber perdido la guerra, como a los deportistas marrulleros. Algunos de los supuestos afectados se echaron al monte y se pusieron a servir al PCE, desarrollando acciones igualitas a las de la ETA: asesinando; secuestrando, aunque a diferencia de la ETA sólo por unas horas; extorsionando; poniendo bombas; y empleando un lenguaje pomposo, como la ETA, con el que pretendían dignificar acciones con las que caían al más bajo escalón moral. Si los etarras cobraban un impuesto revolucionario, los guerrilleros del PCE ponían multas o sanciones; si los de la ETA acababan con quien fuere, los guerrilleros decían que ajusticiaban, cualquiera puede suponer qué garantías procesales se otorgaban al acusado. Quiero decir con lo anterior que las acciones desarrolladas por el PCE en los años 40 --que llevaron a que fuese ilegalizado en Francia en 1950-- eran las mismas que desarrolló la ETA hasta hace dos días. La única diferencia se encuentra en los llamados apaleamientos, que no sé yo que desarrollase la ETA. Cuando los guerrilleros comunistas le pegaban un palizón a alguien o lo torturaban hasta la extenuación, decían que llevaban adelante un apaleamiento. En lo demás, la guerrilla de los años 40 y la ETA eran igualitas: ambas pretendían mediante acciones de terror, llegar al poder o llamar la atención para que los aliados les ganasen una guerra que ellos no habían sabido ganar pese a haberla comenzado con gran ventaja, como afirmaba con razón Prieto, toda vez que al comenzar la guerra el Frente Popular contaba con "todo el oro del Banco de España, todos los recursos válidos en el extranjero, todo el poder industrial de España, los recursos financieros" y además, la mayor parte del ejército, de la marina y de la aviación, de los generales, la agricultura más rica, la mayor extensión de costa, los principales depósitos de armas, la frontera con Europa, el reconocimiento internacional, las ciudades más pobladas...

En este contexto le voy a dedicar varias anotaciones a la guerrilla y sus fulanos para satisfacer una curiosidad personal que tras mis pesquisas sólo pude satisfacer en parte. A mí me contaron desde pequeño que el día que asesinaron a Arcadio Vilela, el Foucellas estuvo con otros en un tejadillo que había por la calle de la Cordelería, a la altura del primer piso de las casas de Comandante Fontanes, calle por la que también tenía su entrada el edificio en cuya fachada se leía en tipos de cemento: FRENTE DE JVVENTUDES . HOGAR JVVENIL JVAN CANALEJO. Desde ese tejadillo iluminaron con linternas la habitación de Julia y Carlos, que ya se habían acostado porque este último se levantaba muy pronto para acudir a su trabajo de exportador de pescado en el Muro. Carlos se quiso levantar al ver las luces pero Julia le suplicó que no lo hiciese y no se levantó. De ese tejado pasaron a la terraza de Carlos Puga Pequeño y desde esta a su casa --solar ocupado hoy por el hotel. Puga debió verlos y se fue hacia los sótanos con su esposa, escondiéndose de tal forma que los que se dicen del Foucellas no lo encontraron. Se toparon con Susana, ama de llaves de la casa, a la que zarandearon pese a que ya era una anciana preguntándole por el paradero de Puga, que se negó a revelar porque era una mujer fidelísima de aquella casa a la que había entrado a servir siendo aún niña. Aunque no pude documentar la presencia del Foucellas, la gente habla de este último de forma genérica para designar a cualquiera de aquellos terroristas, guerrilleros, bandoleros o más bien para mí, fulanos, y yo sospecho que fueron los mismos que a los pocos minutos debieron asesinar al periodista católico, Arcadio Vilela, mientras subía las escaleras que lo llevaban a la redacción de la Hoja Oficial del Lunes, en el edifico que ocupaba El Ideal Gallego en Rubine. Lo iremos viendo.