lunes, 27 de enero de 2014

Cómo se gestó el Alzamiento en La Coruña

De acuerdo con el testimonio del entonces capitán de Artillería, Eduardo Ozores Arraiz (Carlos Fernández, 2007, 677) a la altura de febrero de 1936 el ambiente que se respiraba tanto en el cuartel de Artillería como en la calle era de intranquilidad por el progresivo deterioro de la convivencia pacífica y del orden público. Casi todos los militares estaban de acuerdo en que, de seguir así las cosas, habría que adoptar una determinación. Poco antes o poco después del triunfo fraudulento de Frente Popular se presentó en el cuartel de Artillería el capitán de la Guardia Civil, José Rañal Lorenzo, con el propósito de intercambiar impresiones sobre un alzamiento. Se encontró un entusiasmo y apoyo incondicional entre los más jóvenes, indignados, de graduaciones intermedias (tenientes, capitanes y comandantes). No así en los jefes que recordaban el fallido intento del general Sanjurjo en 1932 y eran más cautos.

En cada cuartel se nombró un enlace, que recayó en un capitán. En Infantería, según el capitán Ozores, fue Román --era de Ingenieros; en Ingenieros, según el mismo testimonio fue Osset --era de Infantería; y en Artillería, el propio capitán Ozores. Más tarde se unieron el capitán de la Guardia Civil Gumersindo Varela Paz; el capitán Balaca, de Asalto, y el comandante de Estado Mayor, Fermín Gutiérrez de Soto. De acuerdo con la declaración de este último en la causa 413 de 1936 contra el general de División Enrique de Salcedo Molinuevo, general de Brigada, Rogelio Caridad Pita, y coronel de Artillería, Adolfo Torrado Atocha --que es inexcusable transcribir aunque no lo voy a hacer hoy, porque aunque muy extensa, es interesantísima y en mi opinión de ella se ha publicado muy poco-- por delitos de traición a sus compañeros, que se reputaban como el poder legítimo, como así resultó al salir victoriosos del conflicto, de acuerdo con el testimonio del comandante Gutiérrez de Soto, digo, se realizó una labor previa de consulta y unión de casi todos los elementos militares de la plaza de La Coruña, que se vio propiciada por un ruidoso incidente con el teniente coronel D. Óscar Nevado, interpretado entre el estamento militar como una manifestación del odio que los organismos del Frente Popular estaban encendiendo en sus elementos contra el Ejército. Estamos a la altura del 25 de febrero, fecha del incidente. Concluida la fase de unión y cambio de impresiones, a las primeras reuniones asistieron el comandante Gutiérrez de Soto, capitán de Artillería Castro Caruncho, el de la misma arma Miguel Ojeda Muñoz, el de Infantería, Oset, el de Ingenieros, Román, junto con los de la Guardia Civil, José Rañal Lorenzo y Gumersindo Varela Paz; el del Cuerpo Jurídico Militar, Tomás Garicano Goñi; y en algunas reuniones estuvieron presentes el capitán médico Miguel Parrilla Hermida, así como el capitán Garnica, de Intendencia. El grupo de Asalto estuvo representado por el capitán Ricardo Balaca; y los Carabineros se adhirieron al proyectado alzamiento por manifestaciones concretas que realizó su jefe el teniente coronel Meseguer al propio comandante Gutiérrez de Soto.

Llegó a venir por La Coruña el teniente coronel de la Guardia Civil, Florentino González Vallés, que fue el primer delegado de Orden Público tras el alzamiento y gobernador civil de La Coruña, dejando un recuerdo de hombre enérgico y justiciero, pero cuando tomó contacto con nuestra guarnición ejercía funciones de enlace entre divisiones. La tensión debía ser considerable. Con motivo del desfile del 14 de abril desarrollado en los Cantones, ya vimos que se temía un asalto al cuartel de la Guardia Civil, siendo custodiado por Tomás Rodríguez Sabio; por su parte, el general de la División, recibió confidencias en el sentido de que las tropas iban a ser atacadas durante el desfile mediante camionetas ocupadas por un reducido número de extremistas dispuestos a morir, cargadas con explosivos que avanzarían por una de las calles perpendiculares a los Cantones para arrollar a la línea de tropas; que se iba a intentar la colocación de unos explosivos bajo la tribuna presidencial; que las milicias socialistas pretendían formar y desfilar detrás de la guarnición; y por último, que las tropas iban a ser silbadas durante el desfile. El general Salcedo adoptó las precauciones oportunas, entrevistándose incluso a ultima hora de la víspera de los actos con el gobernador civil, pero lo cierto es que por fortuna sólo se materializaron unos ruidosos silbidos, que produjeron la natural indignación entre el estamento militar, alguno de cuyos oficiales llegó a sacar su sable.

El 18 de abril los militares seguían recibiendo confidencias relacionadas con la efervescencia que había entre los elementos del Frente Popular, que tramarían un golpe. Se produjo una reunión de los elementos conjurados en la biblioteca de la División --hoy Palacio de Capitanía General o Cuartel General de la Fuerza Logística Operativa-- y en vista de que el capitán Ozores avisó a los concurrentes de que los jefes estaban al tanto de la reunión e incluso que el edificio estaba siendo vigilado por policías, el acto se suspendió y continuó en la casa del propio capitán Ozores, que debía ser en mi opinión la de la imagen. En ese encuentro se dio cuenta de estar el gobernador civil acompañado de elementos extremistas, y hasta de haberse fortificado el edificio que ocupaba con ametralladoras de Asalto.

Y como lo que sigue --el levantamiento frustrado del 19 de abril de 1936 en La Coruña-- es en mi modestísima opinión una chapuza entusiasta, más propia de milicianos (rojos) que de miembros de un ejército profesional, como pienso, D.m. tratarlo con cierto detalle, aquí nos quedamos hoy.



miércoles, 1 de enero de 2014

El incendio en color

He visto y en este blog hemos usado documentos escritos que se relacionan con incendios de iglesias: declaraciones sobre lo ocurrido, listados de bienes calcinados, valoración pericial de los mismos, etc. También vimos algún que otro documento gráfico en donde aparecen los templos calcinados, pero nada con la fuerza de imágenes como esta, en color. Si la gente de Muxía se entristeció, lloró, si el ambiente en esa comarca era y sigue siendo depresivo ¿Cómo no estarían si el incendio llega a ser provocado como lo eran durante la II República? Estarían crispados, encolerizados y con ganas comprensibles de parar los pies a quienes habían agredido a sus afectos y sentimientos más íntimos. Por eso cada día me sorprenden más esos apóstoles que nos presentan a los de un bando como unas pobres víctimas con las que los vencedores tuvieron una reacción brutal, incomprensible porque no la quieren comprender, porque se obvia de forma interesada que las que se consideran unas pobres victimas antes fueron victimarios; porque los temas que tratamos en este blog fueron un auténtico maná de pasta que no se resignan a perder quienes se forraron tratando de agitar pasiones y reabrir heridas que estaban y en la calle creo que están perfectamente cerradas.

A todo esto, ¡feliz año nuevo!