miércoles, 26 de noviembre de 2014

Asesinato de Manuel Doval Lemat en Cambre (III)


ENLACES Y PREPARATIVOS DEL ATENTADO

Los violentos no estuvieron solos. Con la detención de Manuel Luis Bello Parga tras el asesinato de Arcadio Vilela --ya lo veremos-- el primero cantó, seguramente por el sistema de sacudirle el polvo de la ropa, cosa que a mi no me importa nada si se tiene en cuenta que integraba un comando de asesinos; que formaba parte de una tropa que torturaba empleando acciones denominadas por los comunistas apaleamientos. El caso es que con la detención de Bello se conocieron detalles muy interesantes del atentado.

Luis Pan Novo era un vecino de Pravio de 61 años, con el que ya nos encontramos cuando el Ferranchín y otros revolucionarios de su calaña se dedicaron a robar armas en Cambre y este hombre se vio obligado a entregarles su escopeta. En 1946 era hortelano o jardinero de ese chalé que veis en la imagen, entonces de la familia Pombo, situado muy cerca de la carretera de Cambre a La Telva. Lo ayudaba en los trabajos de jardinería y a veces lo sustituía su hijo José María Pan Pasandín, más conocido por Che de Luis, de 32 años, vecino de Pravio y que vivía con su mujer en la casa paterna. El 20 de marzo de 1946 al ir al chalé sobre las 14.30 horas se encontró que la puerta lateral del inmueble tenía la cerradura violentada y al abrirla se encontró con cinco individuos, que según el mismo Ché de Luis lo amenazaron con pistolas y lo hicieron pasar manos arriba, o eso cuenta él, aunque yo tras haber leído la causa tengo la convicción moral de que era un enlace de los violentos. Esta primera vez y según el mismo testimonio lo dejaron salir para dedicarse a sus labores agrícolas durante toda la tarde. Al día siguiente ya no estaban. A los 4 o 5 días parece que volvió a verlos en el chalé y como se encontraban sin víveres le encargaron que les comprase carne, patatas, aceite y pan, para lo que le dieron 200 pts. Hizo la compra y al entregarla declaró que lo volvieron a amenazar para que guardase silencio.

A los pocos días, sobre las once de la noche llamaron a la puerta de su casa en Pravio, parece que invocando el nombre de la Guardia Civil. Abrió su padre Luis Pan Novo, y padre e hijo declaran que amenazaron también al progenitor para que no delatase su presencia. Che de Luis pudo apreciar que al salir de su casa se unieron a los cinco de la cuadrilla tres más que se habían quedado fuera. A los ocho o diez días el hijo del hortelano volvió a ver a los integrantes del comando, que eran los mismos ocho que fueran por su casa. Le volvieron a encargar la compra de víveres y volvió adquirirlos. Pasados unos días se volvieron a presentar en su casa de Pravio una noche y lo obligaron a ir al chalé con el fin de que viera si había alguien en el interior, lo que le llevó a creer que debían desconfiar de caer en una emboscada.  Por muy amenazado que estuviese, no parece que los violentos confiarían una gestión así a alguien que no fuese de su absoluta confianza. Comprobó que no había nadie y lo dejaron irse, quedando el comando en la finca, que sería un día o dos antes del asesinato de Doval. Le dijeron que al día siguiente se presentase en la finca para hacerles más compras. Así lo hizo y alrededor de las once le hicieron un nuevo encargo. Después no volvió a verlos.

José María Pan Pasandín identificó a Manuel Luis Bello Parga como uno de los integrantes del comando que se encontraban en el chalé. Dio varios nombres de los demás: un tal Pepe, que hacía de jefe y seguramente era Francisco Rey Balbís, conocido también por Moncho, aunque también da este nombre como el de otro violento distinto de Pepe. Otro de los nombres que proporcionó fue el de Tomás Padilla, alias de José Pedreira de la Iglesia; un tal Rogelio, alias de Manuel Díaz Pan; un tal Marcelino, que parece Marcelino Rodríguez Fernández, más conocido por Marrofer; declaró que no sabía el nombre del octavo por haber llegado de los últimos con Marcelino y Rogelio.

Ni antes ni después del asesinato de Doval, los Pan pusieron en antecedentes a la Guardia Civil, lo que les hizo incurrir en una responsabilidad evidente porque con su silencio y su cooperación activa en el caso de Che de Luis, facilitaron un asesinato y que no se persiguiese a los autores de un hecho tan grave. Tras haber leído la causa y aunque padre e hijo declaran que todo lo hicieron por estar amenazados, yo adquiero la convicción moral de que el hijo era un enlace de los facinerosos, y el padre se vio envuelto en las actividades de José María. Para protegerlo guardó silencio. Sometidos a juicio, su causa se vio ante un consejo de guerra. El fiscal y futuro alcalde de La Coruña, Sergio Peñamaría de Llano, pidió para el padre ocho años de prisión más las accesorias correspondientes. Solicitó del tribunal que impusiese doce años al hijo. Este, llegó a pedir ante el consejo que si se condenaba a alguien, que le impusiesen a él la pena que correspondiese a su padre. Esto parece dar a entender que el propio hijo reconocía que había metido a su progenitor en un lío en el que este se había envuelto sin tener nada que ver. Al final, el tribunal condena a Luis Pan Novo a dos años de prisión; y a José María Pan Pasandín a ocho años. De todos modos, entre indultos parciales y redención de penas, por ejemplo por realizar estudios elementales, no llegan a cumplir la pena impuesta. Luis Pan Novo sale en libertad condicional el 18 de noviembre de 1947 y José María Pan Pasandín el 24 de julio de 1949.




lunes, 17 de noviembre de 2014

Asesinato de Manuel Doval Lemat en Cambre (II)


PRIMERAS PESQUISAS

Al producirse el atentado se dio aviso al puesto de Sigrás de la Guardia Civil, que se trasladó al lugar. Sobre las tres de la mañana efectivos del Instituto se desplazaron a la estación del ferrocarril de Cambre desde donde telegrafiaron a la Comandancia de La Coruña dando cuenta de lo ocurrido. Desde la Comandancia se dio orden para la inmediata salida de las fuerzas disponibles de Betanzos, Línea de Sada y Línea y destacamento de Órdenes y de La Coruña. Con ellas, empleando camiones, se estableció un cerco completo de Cambre a diferentes distancias, prosiguiendo la búsqueda con servicios de apostadero en la comarca. 

Estos trabajos no dieron el resultado apetecido y la Guardia Civil, pendiente de cualquier indicio, tuvo una confidencia en Oleiros que se quiso comprobar. Dos días antes del asesinato de Coché, Enrique Barbeito Illobre, conocido por el Hijo del Castaño, dijo en Oleiros en la taberna de Emilio Larrosa Freire, que atendía en ese momento su mujer Josefa Pardo Castro, que durante el Movimiento le habían matado a su hermano Santiago y que debido a las multas que le habían puesto a su padre y gastos a que hicieron frente por andar huidos, su padre tuvo que traspasar la tienda que tenían en El Burgo, pero que todo eso sería vengado... Parece ser que al comienzo de la guerra detuvieron al padre de Enrique, pero debió comprobarse que no era culpable y lo pusieron en libertad a las 24 horas. No debió suceder lo mismo con su hermano, que fue llamado a declarar a La Coruña y desde entonces no supieron más de él. Por esas fechas alguien comentó en El Burgo que habían aparecido en la Cuesta de la Sal varios individuos muertos por la violencia. Allí se desplazaron algunos vecinos del Burgo buscando a José García Rey, a uno apellidado Sabio Ucha y a Santiago Barbeito Illobre. Cuando llegaron ya habían retirado los cadáveres pero por la descripción que les dieron de los cuerpos, Enrique Barbeito adquirió la convicción de que uno era el de su hermano Santiago. Sobre estos muertos por la violencia se hizo mucha demagogia y corrieron abundantes leyendas urbanas, por ejemplo que los mataban "por ser republicanos" o por meras venganzas, o envidias, por ejemplo de un sastre al que hacía la competencia otro sastre, etc.. Me da la risa, vamos. Con las excepciones que se quieran --y cualquiera comprende que en una guerra no es posible el matiz y en ocasiones se cometen errores--, los que aparecían muertos por la violencia eran en general individuos sobre los que había pruebas incontestables de que se habían comportado como enemigos de los alzados, bien formando parte de partidas armadas en barricadas, dirigiendo actividades violentas desde el Gobierno Civil, asaltando armerías, viviendas, hoteles, etc. Como se habían aprovechado de su estatus de paisanos para enfrentarse a un ejército uniformado no se les consideraba con dignidad suficiente para comparecer ante un consejo de guerra así que se les castigaba por la misma puerta de atrás que ellos habían usado. Tenían más puntos para caer los dirigentes que los dirigidos. Estos últimos para aparecer muertos por la violencia debían poseer antecedentes penales, policiales, o de mala conducta hasta un grado en que se les considerase peligrosísimos para el mantenimiento del orden público, capaces de empuñar armas y matar, de colocar bombas o desarrollar otras actividades violentas.

Al tener conocimiento la Guardia Civil de esa amenaza de venganza, producida como digo dos días antes de realizarse el asesinato de Doval, se desplazó a Oleiros el jefe de las fuerzas antiterroristas de la época en La Coruña, cabo primero de la Guardia Civil, Vicente Peralta López, jefe de la Brigadilla, que tomó declaración a la tabernera y al inculpado. Sus pesquisas se orientaron a conocer qué había hecho Enrique Barbeito el día y los previos al asesinato. Como tuvo algunas dudas, lo puso a disposición de la autoridad judicial militar en la Prisión Provincial de La Coruña. En ella permaneció un mes porque con la detención de Manuel Luis Bello Parga y las importantes revelaciones que hizo este violento, quedó del todo claro que la amenaza de Barbeito no pasaba de una bravuconada, no tenía relación con el atentado de Cambre, el alcalde de Culleredo informó sobre él indicando que era de izquierdas pero de buena conducta, así que fue puesto en libertad.




lunes, 3 de noviembre de 2014

Asesinato de Manuel Doval Lemat en Cambre (I)

El 18 de abril de 1946 era día de Jueves Santo. Sobre las once y cuarto de la noche de ese día entraron en la tienda y taberna de Doval --más conocido en el pueblo como Coché-- cuatro pistoleros del Partido Comunista de España. El que accedió primero dio un grito de manos arriba y llegó a la cocina en la que la esposa de Doval estaba a punto de ponerle a este la cena en la mesa. Parece ser que era Marcelino Rodríguez Fernández, conocido como Marrofer, asturiano en el que encaja el tópico de loco, vano o mal cristiano. A continuación entraron tres más, Manuel Luis Bello Parga, un botarate veinteañero de La Coruña cuyas andanzas criminales acabarían costándole la vida, que se dedicó a apuntar al público pistola en mano para que permaneciesen manos arriba; también entró Francisco Rey Balbís, más conocido como Moncho, furibundo comunista que acabó falleciendo en su paraíso cubano después de empaparse las manos de sangre en España; y el cuarto que andaba por allí parece que era José Pedreira de la Iglesia, más conocido por Tomás Padilla, otro coruñés que se debía creer la mamá de Tarzán, por cierto, de origen anarquista.

Marrofer y Pedreira hicieron subir al piso alto a Doval exigiéndole armas, dinero y municiones. Como nuestra víctima era una persona discapacitada pues contaba con una minusvalía auditiva muy acusada y no los entendía --de hecho el bar era atendido por la esposa e hijos de Coché porque a este sólo lo entendía la familia y no el público-- se pusieron a maltratarlo. Se supone que ante los gritos de Doval subió su hijo mayor, un niño de 16 años al que en Cambre conocían como Manolo. Este entregó las armas que se conservaban en la casa y convenció a los pistoleros de que allí no había dinero ni tenían municiones.

Se dio a continuación un episodio, que como ha sido contado sin ningún rigor por Lamela (pág. 81-82) contra lo que dice el título de su libro, y cualquiera diría que como a él le gustaría que hubiese ocurrido (que si Doval salió "implorando perdón", etc.), lo cuento ahora con cierto detalle porque además el hecho es un ejemplo, uno más, de la refinada crueldad empleada por los comunistas. De acuerdo con la causa --que es lo único que consultó Lamela para el caso-- y lo que me contaron vecinos de Cambre, Doval bajo las escaleras y cuando lo llevaban, su esposa dijo a los delincuentes que perdonasen a su marido y que no le hiciesen nada. La gente de Cambre cuenta que gritaba "¡no me lo matéis!". En ese momento tan grave uno de los terroristas parece que quiso burlarse de la señora dando un aspecto de justificación a lo que estaban a punto de cometer. Dijo en voz alta que a él también lo habían fusilado, y lo mismo que habían hecho con él, lo haría él con los demás. Uno de los clientes repuso que difícilmente lo habían fusilado cuando se encontraba vivo. El violento se encaró con el cliente diciéndole que se callase pues ya lo entendían. Lo que coligieron aquellos parroquianos era que lo habían dado por muerto en una cuneta. Falso. De ninguno de los que participaron en el atentado se sabe que hubiese sido paseado y quedase vivo. Lo que pone de manifiesto, una vez más, que no se equivoca la sabiduría popular cuando asegura que un comunista nunca dice la verdad, que un comunista es un tío más falso que un duro de madera y siempre va por detrás.

Acto seguido Doval salió del bar seguido de los pistoleros. Con anterioridad, otros terroristas de la misma cuadrilla se habían colocado en el cruce de carreteras inmediato al bar de Coché. Otros hasta totalizar unos ocho o diez en las salidas a la plaza de las calles inmediatas. Cada vez que llegaba un vecino le daban el alto, lo registraban y lo llevaban a la acera de enfrente del bar en donde permaneció un grupo de pobres paisanos, aterrorizado y manos arriba mientras se desarrolló el suceso. Al salir del bar, los violentos pretendían que Doval se dirigiese a la zona ocupada por el público para asesinarlo allí a la vista de todos y de su mujer e hijos que lo verían todo desde el bar. La víctima, sospechando sin duda que su fin podía estar cerca, al llegar a los primeros árboles de la plaza echó a correr hacia la derecha y se internó en el callejón del Regueiro, situado entonces en donde ahora la farmacia. Al ver eso Rey Balbís, vació el cargador de su pistola contra Coché, pidió una linterna a sus compañeros, se internó también en el callejón del Regueiro y se oyó otro disparo. Acaban de dejar a una viuda con cinco hijos, el mayor de 16 años.

Por último, Marrrofer dio dos pitadas con un silbato y esto sirvió para que todos los integrantes del comando terrorista se reuniesen en la plaza e hiciesen el mamarracho: realizaron disparos al aire y salieron camino de Cela en un remedo de formación militar cantando himnos como La Internacional y Joven Guardia.

¿Así pretendían atacar al régimen? Les gustase o no, me dicen que esta familia era y es muy querida en Cambre y dejando a un lado la opinión popular de aquel tiempo, en el sentido de que ya se había matado bastante durante la guerra, este asesinato por la solidaridad natural y en este caso general con una familia de buenos vecinos no hizo sino hacer impopular y reforzar el estereotipo de personas crueles que caracterizaba a los integrantes de la guerrilla. Ya veremos que en este caso el delito no quedó impune y casi todos los terroristas pagaron con su vida por este y otros crímenes, y en muy poco tiempo.