miércoles, 30 de mayo de 2012

Derechistas con armas y perseguidos

Es muy común, al menos en mi experiencia, que los señores de la memoria histórica agiten con lo favorable y oculten lo contrario; o que oculten textos, párrafos o hasta los nombres de falangistas o individuos de derechas, como dando a entender una piadosa intención de no perjudicarlos. Ya se sabe que según no sé qué verdades reveladas eran maaaaaaalos, al contrario que los de izquierdas que eran todos-todos, bueniños-bueniños, nunca habían matado una mosca y como no podía ser menos tampoco habían robado nunca ni un alfiler. A otro perro con ese hueso. Yo publico todos los documentos que me aparecen, sean favorables o contrarios a los que me caen más o menos simpáticos. Y ya veremos cual es el balance. A ver si va a ser cierto que los perseguidos y maltratados durante la II República eran los anarquistas y de izquierdas, o más bien lo eran los de derechas y falangistas por los primeros.

El 12 de febrero de 1936 vimos que fue un día en el que se tiroteó a Juan Canalejo y se detuvo al anarquista Ramón Mejuto con un revólver. No fue la última intervención de armas ese día. Sobre las once de la noche iba por la avenida de la Marina en su bicicleta hacia el callejón de Agar, Emilio Seijo Sánchez, de 22 años, mecánico, según dice en un primer momento, para hacer guardia en el local de las derechas, en el de la Unión Regional de Derechas en la calle Real (junto al Pull, callejón del Torreiro por medio) que sería asaltado un mes más tarde por esas buenas gentes de izquierdas. Venían en sentido contrario procedentes de la plaza de María Pita de entender en el tiroteo producido contra el jefe falangista Juan Canalejo, varios guardias de Asalto. Cuando el ciclista tomaba ese callejón de Agar --en cuya parte baja se encontraba la puerta que daba acceso a la Comisaría de Investigación y Vigilancia--, los de Asalto le dijeron que parase. Al apearse de la bici lo cachearon y le ocuparon un revólver. El detenido ofrece ante el juez una versión que no me parece muy creíble relacionada conque encontró el arma en la calle y en realidad no iba al local de la URD a hacer guardia nocturna, sino a cambiar no sé que nombre en el censo... a las once de la noche. Si alguien conoce un centro de izquierdas, anarquista o masónico en donde hubiese necesidad de hacer guardia nocturna al igual que se hacía en las iglesias o en los centros de derechas, que avise, que yo no los conozco. Lamentablemente, este individuo también se benefició de la amnistía que promulga el Frente Popular en cuanto llega al poder y también está sólo una semana en la cárcel. Mis notas.

Al día siguiente, 13 de febrero de 1936, se produce un hecho, uno más, que da idea de la calidad democrática de aquellas izquierdas, de las Juventudes Socialistas en este caso, que se vendieron como defensores de la libertad, la democracia, la armonía con el resto de la sociedad y demás del repertorio habitual. Sobre las once y media de la mañana iba por la avenida de la Marina, Mariano Díaz Roldán, de 27 años, chófer, portando un paquete con candidaturas de derechas. Se le acercó un niñato de 12 a 14 años que pretendió arrebatarle el paquete, pero le dio un empujón y lo impidió. En ese momento se aproximaron otros chicos de más edad, en número de unos doce, que rodearon al chófer con la pretensión de sacarle el bulto, cosa que no consiguieron. Se pudo detener a José María Rey González, de 19 años, fogonero, que si bien no era de los que le echaban mano al envoltorio, formaba parte del grupo. El detenido declara que se encontraba en el local de las Juventudes Socialistas cuando se comentó que las derechas estaban repartiendo propaganda por las calles, así que salió en compañía de otros, dice que para avisar a los repartidores "que anduvieran con precaución pues podrían ser agredidos". Claaaaaaaaaaaaro, claaaaaaaaaaaro... :) También se fue de rositas al beneficiarse de la amnistía que promulga el Frente Popular en cuanto llega al poder. Mis notas.



sábado, 26 de mayo de 2012

De aquella macarrada anarquista

Sigo con ejemplos que tratan de documentar cómo eran aquellos anarquistas, los de la calle, no las excepciones de las que parece que la hagiografía al uso quiere trasladar una imagen idílica, callando aspectos de su carácter como la chulería, la agresividad, lo primario, el mal gusto y demás del mismo tenor. Estaba por aquellas fechas muy de moda entre los obreros y algunos burgueses, tanto en derechas como en izquierdas el hombre-hombre. Se entendía por tal un señor de pelo en pecho, cuanto más feo más hermoso, con el consiguiente olor a sobaquillo, y por supuesto debía demostrar con los hechos que contaba con unos atributos de tamaño colosal para hacer frente a cualquier pelea, salir airoso, y sobre todo que se supiese y se le temiese. Un macarra, callejero o como se quiera decir. Me cuentan que aún en los años 50 algunos hombres se quejaban de que las mujeres ya no eran mujeres porque no olían a mujer sino a polvos de talco... Quiero decir con lo anterior que en algo habremos evolucionado, aunque algunos políticos y estudiosos crean que el común de la población sigue siendo tan primaria como en los años 30 y se la puede agitar con éxito; o para cuestiones de memoria histórica, se creen que la gente es, básicamente, imbécil.

Repito foto porque el suceso del que me ocupo hoy ocurrió en las inmediaciones de la casa de Bendamio. El 12 de febrero de 1936 iban por la avenida de Fernández Latorre, discutiendo de forma acalorada, Ramón Mejuto Eiroa, de 26 años, tipógrafo, y Nilo Pena Veira, de 29, marinero. De Mejuto Eiroa se dice en un informe policial de finales de los 50 que era un elemento "anarcosindicalista de acción, muy peligroso, pendenciero, borracho, ha sido denunciado y detenido varias veces por amenazas, escándalos, malos tratos, hurto y por tenencia ilícita de armas" (Lamela, p. 78), aunque en los 50 mostraba ya una actitud pasiva dedicándose a su trabajo. Nilo Pena Veira contaba en 1936 también con antecedentes policiales, como no podía ser menos contra la propiedad, y por atentado a un policía en el año 29. En esa noche del 12 de febrero de 1936, en la que según la Policía "se habían oído algunos disparos en distintos puntos de la población", entre otros los efectuados contra Juan Canalejo, parece que Ramón Mejuto y Nilo Pena andaban tan acalorados porque querían pelearse y tenían intención de hacerlo en un callejón inmediato a la casa de Bendamio. Los vieron unos guardias de Asalto que comprobaron cómo al levantarle el aire la america al Mejuto, bajo ella se veía un revólver. De inmediato les dieron el alto, los cachearon, ocupándosele el arma en cuestión. No estuvo ni una semana en prisión porque se benefició del decreto de amnistía que promulga el Frente Popular en cuanto llega al poder. Mis notas.

Las penas privativas de libertad entiendo que cumplen varios fines: proteger a la sociedad del delincuente; castigarlo para que no reincida; dar satisfacción a las víctimas del delito empleando cauces civilizados; servir de ejemplo para que otros no desarrollen la misma conducta; y reinsertarlo en la sociedad, aunque mucho me temo que si natura non da, y yo creo que cuando dos individuos deciden de común acuerdo llegar a las manos para solucionar diferencias, es porque deben ser algo limitados en recursos (algún autor llama a esto impotencia mental), así que lamentablemente se puso en la calle a individuos que no fueron reeducados porque carecieron de tiempo para atemperar sus odios con una temporada en aquellas bonitas cárceles celulares. También se puso en la calle a falangistas, de los que puedo decir lo mismo aunque me caigan más simpáticos por aquello de que durante la república los pobres las llevaban todas, pero no se acogotaban. Como las familias de los presos de izquierdas --la mayoría-- votaban al Frente Popular y en este había varias formaciones que en realidad carecían de bases, teniendo que caer simpáticos a gentes como las que vimos hoy, se les puso en la calle, siguieron agitando la botella y esta reventó. Se odiaban, y ese odio les daba fuerzas y los impulsó a cometer las mayores barbaridades en ambos bandos sin que les produjese mayor susto, no a todos, pero sí a los suficientes. A mi me contaron que un republicanote, postergado en el cuartel para ascensos y otros beneficios, precisamente por su opción política, cambió radicalmente de pensamiento cuando llegó a Asturias, no recuerdo si en el 34 o 36. Al parecer llegó a la plaza de un pueblo, cuyo nombre tampoco recuerdo, y vio varias cabezas magulladas. Eran las del cura, alcalde y otro más, que eran de derechas. Los rojos los enterraron vivos, les cortaron las cabezas, y jugaron con ellas por la plaza de ese pueblo asturiano. Quien me contó esto en diversas ocasiones (lamentablemente eran batallas que no me interesaban absolutamente nada y no ponía atención), me decía que había sufrido una especie de shock, los suyos no podían ser así, y cambió; shock similar al que sufrió cuando una noche lo designaron para fusilar, con otros, a un grupo de paisanos, en ese u otro pueblo asturiano. Decía que no había pegado ojo, que lo iban a llamar a las 5 o 6 de la mañana pero poco antes llegó alguien que lo avisó. No era preciso que se levantase a esa hora porque se habían presentado varios paisanos del pueblo, voluntarios, para fusilar a sus convecinos. Se odiaban.



miércoles, 23 de mayo de 2012

Anarquistas y atracos a mano armada

Voy a hacer un paréntesis para tratar de documentar esa presencia de anarquistas en los atracos a mano armada. El caso más grave se produjo en Vilarrodís (Arteixo) el 6 de diciembre de 1934 y en él fue protagonista Luis Ardao López, que atracó una tienda disparando contra la tendera de 36 años y su hija de 12 que escapaba. Ambas fallecieron. Luis Ardao estuvo en el penal del Dueso hasta que fue liberado en noviembre de 1936 por el Frente Popular, militarizado, nombrado teniente en Asturias, y allí devino en comunista. Cuando se liberó esta comunidad y regresó a Galicia fue capturado, acusado de rebelión militar y condenado a la última pena siendo pasado por las armas el 7 de marzo de 1938 (Cf. Blanco Rey, 448-456).

Otro de los casos en los que intervinieron anarquistas fue el robo al almacén de harinas de los hermanos Alonso. Estos, sé por tradición oral que eran varias mujeres y cuatro hombres: Amador, Marcelino, Alonso y Juvencio Alonso Alonso. Eran de origen maragato y trabajadores incansables como en mi experiencia todos lo son, habían emigrado a Fernando Poo. Allí se hicieron con algunos ahorros y regresaron a La Coruña para seguir trabajando. Tenían un horno de pan, la Panadería Fariña (tal vez adquirida por ellos o su padre a Nicandro Fariña) que estaba situada al comienzo de la avenida de Finisterre y llegaba el local hasta Médico Rodríguez. También contaban con un almacén de harinas en Sánchez Bregua. De la panadería se encargaba Amador sobre todo, y también Juvencio; del almacén de harinas, Alonso y Marcelino. La panadería durante la posguerra podía contar con unos diez panaderos y en ella se suministraban 20.000 racionados, quiero decir con ello que hacían ese número de barras pequeñas de pan al día, de panes de ración.

El almacén de harinas se encontraba en el número 5 de Sanchez Bregua, aquí. Sobre las siete de la tarde del 8 de marzo de 1935, cuando Alonso Alonso Alonso se disponía a cerrar entró un sujeto que pistola en mano le ordenó ¡manos arriba! Entraron a continuación otros tres, también portando pistolas que ataron de pies y manos al comerciante poniéndolo en una silla de cara a la pared. Lo cachearon mientras otro revolvía los cajones de la oficina y le exigían la entrega de la llave que abría la caja de caudales. No encontraron la llave, pero durante el registro le sacaron un reloj de bolsillo que devolvieron en cuanto Alonso los engañó diciéndoles que era sólo un empleado. Como botín se llevaron sendas pistolas que había en los cajones del escritorio pertenecientes a Alonso y a Marcelino, que las poseían con las correspondientes licencias y guías de pertenencia. Tras amordazar al comerciante, los atracadores se fueron por donde habían venido y Alonso pudo librarse de las ligaduras presentando las correspondientes denuncias.

El sumario fue sobreseído en un primer momento al no poder identificarse a los autores del atraco, pero el 31 de diciembre de 1935 se produce el atraco a las Caballerizas Municipales. Estas se encontraban en la calle de las Bombas --de la que me acabo de enterar hoy que oficialmente es sólo un tramo de Varela Silvari-- en el lugar que ocupa la plaza y viviendas aledañas a la misma que veis en la imagen. En las Caballerizas se encontraban los almacenes municipales, perrera, bomberos y el parque del servicio de limpieza. En la mañana de ese día de fin de año, el cabo de la cuadrilla de limpieza fue a la Pagaduría municipal para percibir el dinero con el que pagar los jornales y volvió con unos saquetes que contenían billetes y monedas. Dispuso que varios empleados del servicio de limpieza fuesen haciendo los pequeños montones de dinero con los que pagar a cada uno de los trabajadores. Cuando a las dos y media de la tarde estaban en faena entraron unos fulanitos, y dieron el consabido ¡manos arriba! al que los de limpieza no hicieron caso teniendo que efectuar un disparo para intimidarlos. Volvieron billetes y monedas a un saco y salieron por la calle de San Agustín, atravesando la plaza de María Pita. Los atracados que también fueron atados lograron librarse de las ligaduras con ayuda de otro empleado de la limpieza que llegaba en ese momento. Emprendieron veloz carrera tras los ladrones y con ayuda de un guardia municipal y un carabinero lograron detener en la Marina a dos de los cinco atracadores así como recuperar la mayor parte del dinero.

Los detenidos resultaron ser Amador Bermúdez Canosa, del Ventorrillo, y Manuel Riveiro García, de Someso. A ambos les ocuparon las armas y resultó que la ocupada a Amador Bermúdez era una de las sustraídas en el almacén de harinas de los hermanos Alonso, individuo que además fue reconocido por el comerciante como uno de los que lo habían atracado en marzo del 35. Por el atraco fue condenado a cuatro años de prisión, y por la tenencia ilícita de armas a tres, a los que hay que acumular la pena por el robo cometido en las caballerizas municipales.

El perfil anarquista del grupo se infiere de lo siguiente:

1) Cuando se hace un registro en el domicilio de Amador Bermúdez Canosa en Someso se le ocupa una pistola con su cargador y varias balas, así como cinco detonadores, que aunque el procesado declara que los tenía por el chiste que le hacía ver como reaccionaban con el agua, los detonadores se solían usar para hacer que explotasen bombas de dinamita, substancia esta que empleaban con maestría los anarquistas.

2) Al hacer un registro en la vivienda del otro detenido, Manuel Riveiro García, en el Ventorrillo, se le encuentran, entre otras cosas: un revólver descargado, unos polvos que parecen azufre junto con otros que no se identifican, dos antifaces negros, una litografía injuriosa para la Guardia Civil sobre procedimientos empleados para descubrir un atentado ocurrido en Bujalance, un lápiz que tenía marcadas las siglas C.N.T. F.A.I. y un carné de las Juventudes Libertarias.

A ver si sacó tiempo de donde pueda y me ocupo del primer atraco a mano armada, o del segundo si contamos el frustrado en la Casa Singer. Quien para mí, desde mi óptica local, es un vulgar atracador anarquista, Fernando Zamacola Abrisqueta, resulta devenir en falangista, siendo una figura principal al comenzar la guerra y durante esta en el Puerto de Santa María, llegando a otorgársele la Medalla Militar Individual y estando propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando. Debe ser caso único el de un atracador al que se distingue o se pretende hacerlo con esas prestigiosas condecoraciones. No sé si tendría el mismo perfil de aquellos a los que por estos pagos se cantaba durante la guerra, medio en gallego, medio en castellano, pero con una cierta sorna:

 Antes eras anarquista
ahora eres requeté,
e si da volta á tortilla
anarquista outra vez.


sábado, 19 de mayo de 2012

Atraco a un kiosquero

Tal vez os parezca que desciendo mucho al detalle, pero como por estos pagos se llegó a decir por un catedrático de Historia contemporánea que una de las cosas que quedaban demostradas (sic!) era que no había mucha violencia previa a la guerra, y yo creo que si la hubo, sigo ocupándome de casos que ponen de manifiesto que sí había mucha violencia previa. Respetando cualquier opinión, entiendo que los argumentos de autoridad son falacias retóricas y no me importa que algo lo diga un catedrático o quien sea, lo que hay que hacer es demostrarlo ¿o no? Soy de los que creen que una de las pocas instituciones a las que aún no llegó la democracia es la universidad, y me refiero a la contratación de profesores, que suele ser un traje a medida del amiguito que se quiere meter. Y como ni progres ni opusinos, ni otros grupos que emplean el método de "digitalización" quieren perder sus parcelitas de poder y enchufes varios, contamos con una universidad que no es nada o es muy poco en el panorama internacional. De nada sirve hacer inversiones para mejorar la calidad. En mi opinión lo prioritario para buscar la excelencia es regular el acceso a las plazas del personal docente e investigador, para que entren los mejores y para que se respeten los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad en el acceso a las funciones públicas.

Me sigo quedando en torno a las elecciones de febrero del 36. Ese kiosco que aparece en el centro de la foto --que se deja enlazar, yo la enlazo, y pinchando se aumenta-- era de José Eirís Bocija, al que La Voz de Galicia llama José María Eirís y no debe ser José María Eirís Carro que vivía en San Nicolás 27, en donde tenía su tienda de venta de periódicos. Este José Eirís Bocija iba en la madrugada del 21 de febrero de 1936 hacia la calle de la Libertad (hoy Disciplina), a la que La Voz de Galicia llama del Progreso, sin duda por un error porque en la ciudad no había tal denominación, hoy Salgado Somoza (Cf. B.O.P. 9/9/1937), p. 698) calle en donde el kiosquero parece que tenía su domicilio. Le salieron al paso dos individuos desconocidos dándole el alto y le dijeron que les entregase el dinero que llevaba. Como se opuso y según La Voz les hizo frente, salió un tercero que lo agredió amenazando con pegarle un tiro. Ante esto Eirís Bocija les entregó 320 pesetas.

Estamos ante un atraco a mano armada, según lo evidencia haberse instruido la causa de acuerdo con la entonces vigente Ley de Orden Público, cosa que no sucedería si estuviésemos ante un robo en el que no se empleaban armas. En caso de tener que mojarme, apostaría por unos agresores con un perfil de aquella macarrada anarquista que no quería Dios, Patria ni Ley, al menos a juzgar por otros casos como el primer atraco a mano armada que se dio en la ciudad en 1934, perpetrado por anarquistas; el robo a las caballerizas municipales en enero del 36, idem; el atraco con doble asesinato en una tienda perpetrado en Vilarrodís (Arteixo) por otro anarquista, Luis Ardao, hoy ensalzado de forma bochornosa en el monumento dedicado por los señores de la memoria histórica; o el robo que se hizo en el almacén de harinas de Amador Alonso Alonso y hermanos.

Para variar, se instruyó sumario por este hecho, que fue sobreseído al no averiguarse quienes fueron los autores del mismo.

Se lee en La Voz de Galicia correspondiente al 22 de febrero de 1936:

Un atraco y 300 pesetas que vuelan

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En la madrugada de ayer, y cuando se retiraba a su domicilio de la calle del Progreso, el popular y apreciado industrial, corresponsal vendedor de periódicos de Madrid don José María Eirís, que tiene establecido su kiosco de venta en la calle de Juana de Vega, fué víctima de un escandaloso atraco.

Se conoce que los atracadores --que eran tres, estaban ocultos en espera del señor Eirís--, conocedores de su ruta habitual.

Al ver que llegaba, de súbito fué agredido por los dos desconocidos.

Se entabló una lucha y acaso no llevara en ella la peor parte el señor Eirís, cuando surgió de la sombra otro individuo que le descargó un golpe violento, paralizándole su acción.

Entonces le arrebataron trescientas pesetas y unas calderillas que llevaba.

Resultó el honrado industrial y apreciado convecino con varias contusiones y lesiones de consideración.

La Policía practica gestiones para dar con los atracadores --que huyeron veloces--, como supondrá el lector.

Se tiene las señas de alguno de ellos.



miércoles, 16 de mayo de 2012

Primeras agresiones a carboneros

Ya hemos visto unas cuantas agresiones a obreros que no estaban afiliados a la CNT ni a la UGT, tanto de los que trabajaban en las posiciones militares de Punta Herminia, Monte San Pedro y Monticaño, como las que afectaron a los que se ocupaban de la carga y descarga del carbón en los muelles. Fueron consecuencia de la victoria (de hecho) del Frente Popular y sus promesas de readmisión de los trabajadores que habían sido despedidos por haber tomado parte en la revolución de octubre de 1934; a los anteriores se unió el grupo de los que fueron despedidos de las posiciones militares por no haber acudido al trabajo en el plazo perentorio que les otorgó la autoridad militar en agosto del 35. Como los readmitidos no estaban dispuestos a trabajar con quienes les habían sustituido, los primeros comenzaron a agredir a los segundos para que abandonasen el trabajo y la ciudad, cosa que consiguieron, cuando menos con Alcacio Rodríguez. Lo democrático del caso está en que por medio de la coacción y la violencia, los agresores consiguieron echar de su trabajo a los agredidos,  imponiendo su criterio al Gobierno. Las labores de contratación en el muelle fueron intervenidas por un inspector de policía que excluía de forma sistemática a unos 90 obreros porque no estaban afiliados a la CNT o UGT. Lo anterior se da de bofetadas con eso que se lee en el sentido de que el Frente Popular no apoyó a los revolucionarios en sus desmanes e ilegalidades, que en su caso se mantuvo pasivo y les dejó hacer. Les dejaron hacer cuando no les prestaron apoyo directo, como en este caso en el que el Gobierno hace papel mojado de la Constitución republicana en lo que se refiere al derecho que tenían (supuestamente) los ciudadanos a no ser perseguidos por sus ideologías.

Los trabajadores de las posiciones militares fueron despedidos tras la muerte de Luis Amboage, que perseguía a unos sustitutos, disparó, le dispararon y cayó muerto. En vista de lo anterior se declara la huelga general, se asalta la Patronal y el local del edificio contiguo que ocupaban las Juventudes Católicas; el gobernador civil "invita" a abandonar la ciudad al presidente de la Patronal, José Pérez Cepeda (que no vuelve hasta el comienzo de la guerra); se van a Eirís a las obras de la radio costera, y unos pistoleros obligan a parar los trabajos; pasa un coche de un panadero por San Andrés, y como había huelga obligan a bajarse a los ocupantes y lo llevan al Campo Volante en donde le prenden fuego; todo hasta que sale la Guardia Civil a caballo que impone el orden, sufriendo la baja de un guardia con una pierna rota. Accediendo a las presiones sindicales el mismo Gobierno frentepopulista despide a los obreros de las posiciones militares el 24 de marzo de 1936, persiguiendo de nuevo a unos trabajadores que habían sido contratados de acuerdo con la legalidad entonces vigente y para una obra del Estado. Y aún después, se les hizo la vida imposible con ayuda de los poderes públicos. Se abrió una suscripción para atender a los trabajadores de los fuertes en el Banco Pastor, entidad que se debió ver presionada y les comunicó que ya no podían seguir recibiendo en la entidad la suscripción. Se trasladó esta a casa de uno de los despedidos en la calle de Panaderas, y el gobernador civil ordenó que se le hiciese un registro en el que se encontró un arma, sin que se sepa que se hiciesen registros en casas de dirigentes de la C.N.T. o la U.G.T. De nuevo el gobernador civil hacía papel mojado de la Constitución en lo que a no persecución de los ciudadanos por su ideología. El parado sólo recibió como castigo una multa al probarse que era alguien perseguido.

Las primeras agresiones que puedo documentar afectaron a los carboneros que trabajaban en la colla de la Asociación General Patronal en el puerto. En la mañana del 22 de febrero de 1936 fue agredido en el muelle del Este el carbonero Enrique Suárez Rodríguez, vecino de Casanova de Eirís, que estaba sentado en un carretillo esperando que el capataz le asignase trabajo; a golpes y empujones lo lanzaron al mar. Se le produjo una contusión en la región occipital e hipotermia de las que fue asistido en la Casa de Socorro.

También, según La Voz de Galicia, en la mañana del 22 de febrero de 1936 se agredió en la zona del puerto al vecino de Sésamo (Culleredo) Julio García Vázquez, que sufrió contusiones en la cabeza, brazo y pierna izquierda. Una causa sobreseída alude a un Isolino García Vázquez, que fue agredido en el lugar de Montes y debió ser perseguido junto con otros compañeros por un grupo que los amenazaba con armas de fuego; la agresión  le impidió trabajar durante nueve días. El expurgo del sumario impide conocer si estamos ante la misma persona o son dos hechos distintos.

El 24 de febrero de 1936 fue asimismo agredido el obrero del carbón Manuel Martínez Cadaveira (o Cadaveiro), al que ya vimos perseguido por anarquistas en el homicidio de Luis Amboage. Al día siguiente parece que se producen las primeras agresiones a los obreros de los fuertes militares. Varios individuos también dan otra paliza a Modesto Lage Trasancos, al que vimos como peón que fue despedido junto con sus compañeros de las obras que se realizaban en las posiciones militares de Punta Herminia el 24 de marzo de 1936, para que su sitio fuese ocupado por obreros de la CNT que habían sido también despedidos de las mismas en agosto del 35 por no haber acudido al trabajo en el plazo que les dio la autoridad militar.


Se lee en La Voz de Galicia correspondiente al 23 de febrero de 1936:

Cuando ayer mañana se encontraba sentado sobre un carretillo en el muelle del Este el carbonero Enrique Suárez Rodríguez, vecino del lugar de Casanova (Eirís), esperando a que el capataz le asignase servicio, se vio agredido por un grupo de individuos que a empujones le lanzaron al mar.

Fué extraído del agua por un marinero conocido por "Chamorro", que tripulando una lancha estaba en aquellas inmediaciones.

Como resultase lesionado se le condujo a la Casa de Socorro del Hospital, donde fue asistido de una herida contusa en región occipital, y enfriamiento producido por inmersión.

Dijo el lesionado en la Comisaría de Policía que no conoce a ninguno de sus agresores; que huyeron, claro.

También se lee en La Voz de Galicia correspondiente al mismo 23 de febrero de 1936:

El vecino de Sésamo, en Culleredo, Julio García Vázquez, fué agredido por unos sujetos en la zona del puerto. Le produjeron lesiones de las que tuvo la necesidad de pasar a curarse en la Casa de Socorro de Santa Lucía.

Presentaba una herida fuertemente contusa en la región fronto parietal izquierda y contusiones en el brazo y pierna del mismo lado.

Su estado fue calificado de pronóstico reservado.

Después de serle practicada la primera cura, pasó el herido a su domicilio.

En La Voz de Galicia de 25 de febrero de 1936:

UNA AGRESIÓN

En un kiosco situado en el muelle de la Palloza, fué agredido ayer por unos sujetos cuyos nombres no se tienen, Manuel Martínez Cadaveira, vecino del lugar del Martinete. Los agresores huyeron.

Se le llevó a la Casa de Socorro del Hospital, donde fué asistido de una herida contusa en la cabeza, equimosis traumático en ambas regiones escapulares, contusión con hematoma en la región malar, y parperal en el ojo izquierdo, en la mano del mismo lado y contusiones y erosiones en distintas partes del cuerpo. Su estado fue calificado de pronóstico reservado.

Después de ser asistido de urgencia pasó el herido a su citado domicilio.

Al día siguiente, también La Voz de Galicia, de 26 de febrero de 1936 ofrece esta noticia:

En la carretera de San Amaro fué agredido por unos sujetos el vecino de la calle del Mercado, 7, Modesto Lage Trasancos, de 28 años.

Como resultase lesionado, pasó a la Casa de Socorro del Hospital, donde fue curado de heridas contusas de carácter leve, salvo complicaciones, en las regiones frontal, nasal y occipital, y erosiones en ambas manos.

Como presuntos autores fueron detenidos Manuel García Castro, de la calle de la Alameda, y Manuel Pontevedra Vidal, de 25 años, de la calle de San Carlos.




domingo, 13 de mayo de 2012

Un 'paseo' frustrado, en un primer momento

Este caso se presta a la demagogia, y teniendo la impresión de que los señores de la memoria histórica sacan a la luz los aspectos más morbosos del conflicto, casi me sorprende que no se utilizase para agitar. Traigo a colación este hecho --inaceptable y bárbaro con la mentalidad de nuestros días, al menos la europea, y recuerdo el caso reciente de Bin Laden-- para que se vea que cuando estamos ante un paseo, salta a la vista que no se trata de un accidente fortuito, y que las elaboraciones fantasiosas para cubrir el expediente por parte de los funcionarios no ocultan lo que en realidad había sucedido.

Julio Pérez Núñez era al parecer un albañil de 24 años (p.170). Vivía en el puerto de Corme, municipio de Ponteceso. Pregunté sobre esta persona a un chico de ese puerto y me comentó que recordaba haber escuchado a su madre el caso de este pobre hombre, que se escondió bajo el estiércol cuando vinieron a buscarlo la primera vez, y no dieron con él. En la noche del 8 de septiembre de 1936 debieron ir a buscarlo una segunda vez, y en esta ocasión sí dieron con él. Eran unos falangistas que, según le dijeron, lo iban a conducir a La Coruña por orden del gobernador civil, que por aquellas fechas debía ser Florentino González Vallés, hombre con fama de tipo duro, de enérgico y justiciero. "En la guerra, como en la guerra", decía, lo que equivale a aquello de que el que la hace la paga, pese a quien pese y caiga quien caiga. Es el mismo que destinado en el parque de automóviles de Madrid, se presentó con otros guardias civiles en el depósito de cadáveres para exigir que se le entregara el del guardia civil asesinado, alférez Anastasio de los Reyes, que según es sabido falleció tras disparos de arma de fuego en el desfile del 14 de abril del 36, después de haber solicitado a unos alborotadores que se reportasen.

Volviendo al caso de Julio Pérez Núñez, los falangistas lo subieron a un automóvil. Debieron entrar en la ciudad por la carretera de los Baños de Arteixo, pasando así bajo el puente de la estación del ferrocarril. Antes o después de éste pero en sus inmediaciones, hicieron que se apease y allí mismo le dispararon. Tuvo la fortuna de salir con vida, siendo asistido en la Casa de Socorro y trasladado al Hospital. Se instruyó un sumario --que no se conserva-- por lesiones, que fue sobreseído al no haberse averiguado quien o quienes hubiesen sido los autores del hecho. Es de suponer que el gobernador y Falange negarían relación con el suceso; seguramente se ofició a la Guardia Civil o a la Policía para que averiguasen quienes habían sido los autores de las lesiones, no investigándose nada y contestando que pese a las gestiones practicadas no se vino en conocimiento de quienes hubiesen sido los autores. Lo digo por analogía con otro sumario sobre un paseo, que milagrosamente se conserva, y en donde la tramitación fue así. Una puesta en escena de Policía, Guardia Civil y demás para guardar las formitas burocráticas, en donde al Juzgado, fiscal y Audiencia se les asigna el papel de mirar para otro lado.

Julio Pérez debió recuperar la sanidad en el Hospital Municipal, siendo trasladado el 22 de septiembre siguiente por la Guardia Civil a la Prisión Provincial, supongo que a pie, tal y como se hacían muchas de las conducciones de presos por aquella época dada la escasa distancia que en este caso separaba la Calle del Hospital de la Prisión Provincial. Al día siguientes la Guardia Civil se dirigió al juez para comunicarle que durante el trayecto Julio se había dado a la fuga sin atender las (supuestas) voces de alto que se le dieron, así que dispararon y falleció... Instruido sumario por muerte del cormelano, fue igualmente sobreseído. Otra puesta en escena sobre los papeles, pero que en mi opinión no oculta lo evidente: que estamos ante un paseo. No digo que no exista alguna posibilidad de que lo manifestado por la Guardia Civil al juez fuese cierto, pero personalmente me parece remota.

Mi informante, este chico de Corme de unos treinta y pocos años, sabía que a Julio Pérez Núñez lo habían traído a La Coruña; que intentaron pasearlo pero sobrevivió; y que una vez curado, le dieron muerte. Lo relataba con serenidad y madurez, como diciendo qué tiempos tan bárbaros. Lo que no conocía este amigo era el origen de ese paseo, el porqué no lo perdonaron, y yo tampoco lo conozco. Se ha fantaseado mucho con estas ejecuciones extrajudiciales, llegándose a decir que los seleccionados se elegían en la barbería de Victoriano entre emplastos calientes, o en un café de la plaza de Pontevedra... En mi opinión, los seleccionados eran elegidos por una o varias juntas que podríamos denominar, de orden público. Y se elegía a aquellos que consideraban peligrosos o muy peligrosos para el mantenimiento del orden público. Para llegar a esta conclusión debían tener en cuenta que fuesen sujetos que habían hecho frente al Ejército con las armas en la mano, o haberlos detenido con armas, sobre todo si mostraban señales de haber sido disparadas de forma reciente; ser individuos de acción, y peor si tenían antecedentes o contaban con informes que evidenciasen su mala conducta (embriagarse, ser pendenciero, jugador, etc.); o propagandistas capaces de liderar un grupo que desarrollase actividades contra el Movimiento; ser dirigentes de algún sindicato o partido cuyos miembros hubiesen participado en actividades contra el Alzamiento, porque entonces hacían pagar las culpas de los dirigidos a los dirigentes; haber asaltado domicilios o locales para hacerse con armas y explosivos o haber participado en su reparto; o haber dirigido actividades contra el régimen y otras causas del mismo tenor. Aquí no se cargaron a nadie, como cree el mito popular y como se repite a ver si cuaja, "por ser republicano". Fusilaron y pasearon a republicanos, pero tenían contra ellos otros cargos, no sólo ser republicano, o anarquista, o socialista, etc.

Me llama la atención en el caso de Julio Pérez Núñez que lo trajesen desde Corme a La Coruña para pasearlo, cuando en los 60 km de trayecto existían multitud de puntos en los que podían haberlo matado. Ya sé que es una pura especulación, pero me pregunto si tal vez alguien, algún vecino de Corme, lo reconoció en La Coruña haciendo frente al Ejército, siendo denunciado al gobernador civil u otra autoridad. Resulta significativo que vayan a buscarlo, y una segunda vez, a primeros de septiembre del 36. Si ya habían ido a buscarlo antes y él se había escondido era porque algo temía; y al ser de los primeros que intentaron pasear también me parece probable que lo considerasen uno de los individuos más peligrosos para el mantenimiento del orden público. A saber.

En fin, que hemos visto un caso terrible. Lo que no se puede o no se deber hacer con esto es demagogia, ni hacer "presentismo" enjuiciando el pasado con criterios actuales, ni pretender reducir estos hechos a que los del bando nacional eran unas auténticas alimañas, porque en el otro bando, socialistas, comunistas, anarquistas y demás también hicieron las mismas barbaridades y salvajadas e hicieron vivir a los parientes de los muertos dramas familiares equivalentes. Germán Álvarez de Sotomayor en sus Relatos apasionados de un tiempo de guerra, recuerda que en Madrid, individuos afines al Frente Popular llamaban besugos a los paseados en aquella capital, porque al parecer se los encontraban con ojos y boca abierta. Era una sociedad en la que si en un bando se hacía la vista gorda con los paseos, en la otra ocurrió otro tanto. Por fortuna hemos evolucionado hacia una cultura de no violencia, y aún debemos perfeccionarla.



lunes, 7 de mayo de 2012

De lo que entiendo por falta de rigor (ampliado)

 En la anotación anterior me refería a una más o menos habitual falta de rigor en el proyecto interuniversitario Nomes e voces. Y como no es cuestión de tirar la piedra y esconder la mano y tampoco voy de árbitro del rigor, sino que simplemente no trago con milongas, baso mi opinión en un nuevo ejemplo. Este proyecto es absolutamente fiable en los fusilados, aunque se engorda con los que murieron si se me apura en la Cochinchina durante y después de la guerra, pero en lo que a paseados se refiere, en mi opinión no es fiable. Y lo digo después de haber consultado una publicación reciente y haberme salido un ¡y dale!

Una de las personas que se da por paseada, ¡con 74 años!, es Teresa Varela Calviño, de la que se dice que era empacadora del muelle y que fue muy activa en una huelga que hubo en el puerto en 1935 convocada por el sindicato del gremio, afecto a la CNT. Se ha delirado dedicándole poemas, que si la balearon... Pues no.

Teresa Varela Calviño vivía en el número 8 de la calle de Damas, en donde había una tienda. El 13 de septiembre de 1936 iba con una nieta al lavadero del Parrote, bajo el jardín de San Carlos, cuando se acercó demasiado al borde y cayó a la playa homónima, falleciendo a las dos de la madrugada del día 14 en el Hospital Municipal como consecuencia del shock traumático que le produjo la caída. Se comenzó a instruir un sumario el mismo día 14. Tratándose de un hecho fortuito y desgraciado, la Audiencia Provincial dictó un auto de sobreseimiento.

Con mis mayores respetos para la difunta, no sé de donde se saca que era anarquista, porque perfil, no lo tiene, y tendría que ser suficiente para sospechar que ese shock traumático como otras hemorragias internas se deben a accidentes fortuitos y desgraciados. Sus deudos están en condiciones de pagarle sendas esquelas en La Voz de Galicia y El Ideal Gallego(en la imagen), en ambas se dice que recibió los auxilios espirituales; sus hijas son "doña Consuelo y doña Dolores"; sus hijos políticos también son "don" Juan y "don" Isidro, ambos "del comercio de esta plaza"; sus hermanos políticos son "doña" Josefa y "don Ramón Casete", que tiene toda la pinta de ser el propietario y fundador de Calzados Casete en la plaza de España esquina Mercado. No se diga que por esos días ya todas las esquelas eran católicas porque se distinguen las auténticamente católicas de las que no lo son en que en estas últimas no se hace misa al difunto, y a esta señora se le hizo en la iglesia de Santa María del Campo. Quiero decir, en definitiva, que el perfil es de un entorno burgués, de pequeños comerciantes en el que no me encaja el anarquismo.

Por si lo anterior no fuese suficiente, resulta que La Voz de Galicia da noticia del hecho --aunque no de la defunción que se conoce en esquela de la misma pagina en donde se aclara que falleció "a las dos de la madrugada"--, y sería la primera vez que un paseo es noticia en la prensa. En fin, que aquella guerra de retaguardia tenía como objetivo controlar el orden público y no cargarse señoras de 72 o 74 años, tirándolas a la arena de la playa del Parrote, a ver si las mataban o las dejaban malheridas trasladándolas luego al hospital para que pudiesen contar por el camino y en la institución que las habían "paseado", y además por la tarde. En el monumento que levantaron los señores de la memoria histórica aparece el nombre de esta pobre difunta también como represaliada, cuando ya vemos que no no hay tal.

Noticia que publica La Voz de Galicia correspondiente al 15 de septiembre de 1936:

En el paseo del Parrote la anciana de setenta y cuatro años Teresa Varela Calviño, viuda, vecina de la calle de Damas, 8, bajo, que iba en compañía de una nietecita suya, tuvo la desgracia, al acercarse demasiado a la orilla del muro del puerto, de resbalar, cayendo a un pequeño arenal que allí existe.

Quedó maltrecha  y pasó asimismo al Hospital.

AMPLIACIÓN (8/5/2012)

Hoy conseguí un artículo que nos puede aclarar o explicar el origen de este fake. En el trabajo se hace hagiografía de las libertarias supuestamente represaliadas. De hecho, indican al final que el Franquismo y los míseros (sic) pactos de la transición les negaron la memoria de su sacrificio (sic). Ya se ve que los mismos autores ponen de manifiesto que  el objetivo que persiguen es hagiográfico. El trabajo carece de notas suficientes que permitan el debate pero conociendo algo las fuentes se puede obviar este inconveniente con algo de suerte. En el artículo, se incluye un repertorio biográfico, reseñas, y con pocas notas para mi gusto. Cuando se ocupan de Teresa Varela Calviño (tres líneas más dos del título), indican que en julio de 1935 era una empacadora en huelga en La Coruña que recibía ayuda de la Federación Local Obrera (FLO). Como no aparecen notas te preguntas de dónde rayos habrían sacado la información ¿Sería en Solidaridad que citan de forma genérica en el repertorio de fuentes? De casualidad me voy al Soli, pensando en que sólo es el principio y va a tocar rastrear fuentes diversas, cuando aparece lo que buscamos. El dato lo obtuvieron del nº 4 de Solidaridad correspondiente al 20 de julio de 1935, aquí. En este número se publican las "listas de solidaridad pro-huelguistas empacadoras", apareciendo como beneficiaria una tal Teresa Varela, con la cantidad de 41 pesetas el 27 de abril, 26,85 el 4 de mayo, etc.

Si lo único que saben de esta Teresa Varela es que recibía ayuda de la FLO, me parece un poquito fuerte o falto de rigor considerar que es Teresa Varela Calviño, de la que sabemos que murió como consecuencia de una caída desde el paseo del Parrote a la playa homónima. Es decir, en julio del 35 les aparece una empacadora del muelle en el Soli que recibió ayuda; de esta señora no saben el segundo apellido, no saben los años ni nada más, y como en septiembre de 1936 se encuentran en los libros del Registro Civil a una señora de nombre Teresa Varela Calviño, de 74 años, que fallece como consecuencia de shock traumático, aprovechan para endosarle a la primera unos cuantos datos biográficos de la segunda... Ni que el apellido Varela en Galicia fuese infrecuente ¿Pero qué "chambonada" es esta?

Por cierto, que en la calle de Damas nº 8, donde vivía Teresa Varela Calviño había una tienda de comestibles (sería una tienda con vivienda de las habituales) y que era propiedad de Juan Gómez Chas, --nombre y apellidos que aparecen en las esquelas como hijo político de la difunta y "del comercio de esta plaza"--, se puede documentar en estas notas.





sábado, 5 de mayo de 2012

¿Chusma de mujeres?

En esta esquina de la calle de Juan Canalejo con pasadizo del Orzán, que hoy ocupa el Siete mandarinas, se encontraba la panadería de Juan Canalejo Cañete, padre del jefe falangista Juan Canalejo Castells, de Antonio, practicante e inspector de la Vieja Guardia tras el Alzamiento, y de un nutrido grupo de mujeres, gran parte de las cuales eran maestras, y no malas que tenían fama de todo lo contrario. Me cuentan que una de ellas, Maruja, era la maestra de parvulitos en las escuelas parroquiales de Santa Lucía, que estaban aquí, en donde se pagaban dos pesetas al mes. Cuando organizaban actividades que hoy denominaríamos extraescolares, como ir de excursión a merendar a la finca de la imprenta Roel (por aquí), o a la de la fábrica de gaseosas (aquí) en donde se daba a cada niña un botellín de Orange crush, Maruja iba con algunas escolares al horno de su padre y traía un cestón de pan del que daban buena cuenta aquellas niñas, que lo tendrían con mayor o más bien menor abundancia en su casa. Se trata de una familia entiendo que muy querida en la ciudad. Por ejemplo, una persona de esa familia, monja, enterada de que una familia amiga pasaba dificultades, les entregó su piso, que está en el centro de la ciudad. Cuando de la colección de cuneros, arribistas, buscadores de posiciones y otras hierbas que aprobaron la depuración del callejero se conozcan gestos de esta generosidad, entonces podrán ponerse a la altura de esta familia. A otras, como la del teniente coronel Teijeiro, un héroe militar que con su arrojo fue el primero que rompió el cerco de Oviedo, también quisieron hacerle el desprecio de retirarle el nombre de la calle, desprecio y feo que se acentúa porque al parecer sus descendientes residen en la calle dedicada al militar. Hasta se tragó con la eliminación a medias de la plaza de España y de milagro no se les aceptó que se depurase la avenida de la Marina o la del Ejército.

Voy con el tema de hoy en el que no sé si estará presente aquella "chusma de mujeres" de la que hablaba Silva Ferreiro. Una tal Sara Fernández y otras más denunciaron en Comisaría que el 18 de febrero de 1936, al pasar por la entonces calle del Socorro (hoy Juan Canalejo) fueron insultadas por el panadero Juan Canalejo Cañete, el que usando una pistola salió corriendo tras ellas. Instruido sumario, fue sobreseído sin que apareciese debidamente justificada la perpetración de delito alguno. Como carecemos de sumario y la prensa no dice ni mu, habrá que emplear la única fuente conocida, por ahora.

Con lo que llevamos visto, ¿alguien se cree que un señor que seguramente era de derechas, iba a salir de su panadería pistola en mano insultando y persiguiendo a unas mujeres, sin que estas lo hubiesen insultado o agredido previamente? Algo le harían. Por otra parte, Juan Canalejo Cañete sé que fue empleado de oficinas militares, y tanto por esto como por habérsele colocado una bomba en el kiosco de venta de pan que tenía junto a la capilla de San Andrés, según vimos, es probable que poseyese licencia de uso de armas cortas de fuego.

El bueno de Juan Canalejo Cañete fue concejal del Ayuntamiento de La Coruña a principios de los 40. Fue también nombrado "concejal honorario" y una de las guasas de los señores de la memoria histórica en la que no sé si estuvieron por medio los del proyecto (interuniversitario, of course) Nomes e Voces --lo digo por la más o menos habitual falta de rigor de éstos--, consistió en que le retiraron ese nombramiento pensando en que el concejal honorario era su hijo Juan Canalejo Castells. Me consta que un descendiente de los Canalejo escribió para aclararles que no le sacaban el título de concejal honorario a Juan Canalejo Castells, sino a su padre Juan Canelejo Cañete. Al parecer le respondieron que gracias por la info, pero que los apellidos del padre podían significar una exaltación del Alzamiento, y demás para sostenella y no enmendalla. Sea todo a mayor gloria de los chiringuitos, de las subvenciones, de los cargos y carguitos, así como de los que apoyaban estas políticas y hacían la pelota a la gentuza de socialistas et al. de nuestros días, a ver si les resolvían la vida con subvenciones, cargos y carguitos, o trabajos pagados por todos obtenidos por ser de este o aquel partido mediante los consabidos enchufes.

Hablando de la ley de la memoria histórica, o de un nuevo proyecto para el archivo de Salamanca que lo reconduzca adecuadamente para que no sea el centro de la memoria socialista, yo recuerdo que el Sr. Rajoy dijo antes de las elecciones:

"La Ley de Memoria Histórica no sirve absolutamente para nada. No tengo ningún interés en que esté en vigor".

También dijo Esperanza Aguirre hace poco que determinadas cuestiones, como la derogación de esta ley, debían haberse abordado en los tres primeros meses del mandato. No seré yo el que niegue que doña Esperanza está a veces algo aquejada madricentrismo, pero tiene la virtud de no ponerse de perfil, de responder a las bravuconadas de socialistas y demás, sin acogotarse, aportando argumentos que deben ser convincentes porque elección tras elección se incrementa el apoyo que le prestan los madrileños. Tengo la sensación de que en el resto de España también cada vez se admira más su arrojo y sobre todo que no se deje comer los mocos con las chulerías y bravuconadas de los socialistas y antiguos lectores de Público.


jueves, 3 de mayo de 2012

De un célebre incidente con don Óscar Nevado

Óscar Nevado de Bouza fue uno de los militares más característicos y conocidos de aquel tiempo. Todo un personaje. Aún se recuerdan algunas de sus anécdotas y hasta circulan chismes que con la escasez de criterio que proporcionaba el bajo nivel cultural, no me atrevo a decir si es que responden a algo cierto. Me inclino a creer por eso mismo que probablemente sean pura fantasía. Estos chismes tal vez se apoyasen en su voz aflautada, en ser comisario de los Exploradores de España, que devinieron en Boys scouts; en ser soltero y vivir con su ama de llaves, aquí (probablemente en el primer piso), o en ser un autor literario, a saber. Se le conocía como Sobaco ilustrado porque solía portar un libro bajo el brazo. Hay quien dice que ese libro era de pega y en realidad servía para contener un peine y un espejito. Habitual del Casino --en donde fue presidente-- solía sentarse en los sillones de mimbre que se ponían en la puerta de esta sociedad que da a la calle Real, como todos los que paseaban por esta vía en aquellos años, se supone que para ver y ser visto. También se colocaba en la terraza del café América, que hoy ocupa la entidad bancaria que recojo en la imagen, a leer el periódico. En aquella sociedad creo que no había Policía Militar,  a la que yo aún recuerdo identificando y en su caso arrestando a soldados que salían de paseo y no mantenían la compostura, que se embriagaban; que vestían de paisano; que iban de uniforme pero en pelo por la vía pública; que llevaban el uniforme de bonito sucio, falto de algún botón, con las botas sin lustrar, etc. Digo que en aquella sociedad republicana creo que no había Policía Militar, así que era la propia oficialidad la que se encargaba de que la guarnición cuando salía de paseo no se comportase de forma indecorosa de acuerdo con la mentalidad de la época.

Da testimonio Alberto Martí (Carlos Fernández, 2010, 651-652) de que a él el militar que más le llamaba la atención era "don Óscar Nevado", y añade que le gustaba "sentarse en el café América a leer el periódico. Si pasaba algún soldado cerca de él y no le saludaba, enseguida le llamaba al orden". Tal vez haya habido más incidentes como este, pero el que me da pie para hacer la anotación de hoy fue célebre.

El 25 de febrero de 1936 estaba don Óscar Nevado en la terraza del café América cuando pasó un soldado y no lo saludó; don Óscar lo llamó al orden y el soldado se insubordinó; fue entonces cuando teniente coronel jefe del Regimiento de Infantería de Zamora nº 29 (no había llegado aún Martín Alonso) mandó al soldado arrestado al cuartel. Enteradas las juventudes socialistas y demás revolucionarias, que estarían por la calle Real de paseo, se aglomeraron ante el América y comenzaron a insultar a don Óscar. Y esto, muchos años más tarde, aún se recordaba. Pero sobre todo, que estaban por allí los de Asalto y no hacían nada para contener aquellos insultos y deshacer la concentración que en cualquier momento podía desembocar en violencia física. Sólo pasado un buen rato, se decidieron a intervenir. Esta agresión, aunque sólo fuesen injurias y no se llegase a la violencia física, fue de las que asombró a buena parte de aquella sociedad porque se había llegado al extremo de insultar y meterse en cuestiones propias del trabajo de un militar, a los que se solían dispensar todo tipo de respetos y consideraciones, hoy algunas creo que las percibiríamos como afectadas. En aquel Ejército, si dos hermanos, uno capitán y otro sargento, querían pasear juntos, me consta personalmente que el sargento pidió permiso para pasear de paisano, para poder hacerlo con su hermano. En otras ocasiones, ascendía un teniente a capitán y pasaba a tratar de usted a los tenientes que antes tuteaba. Yo aún recuerdo cuando un anciano por la calle se encontraba con otro anciano que había sido su jefe en el Ejército, y el antiguo subordinado se descubría diciendo ¡usted siga bien! A lo que el antiguo superior respondía: adiós fulanito (apellido). O llegar un primo de otro sitio, soldado que trataba de tu a su primo, sargento, y pasar por allí el capitán de la compañía y llamar al orden al sargento por permitir que un soldado lo tutease. En fin, que la sociedad evoluciona, y para bien sin que la apertura sirva para que se pueda insultar a un militar ni a nadie como hicieron los socialistas y demás juventud revolucionaria con Óscar Nevado de Bouza; y también que con estos antecedentes no es de extrañar que fuese uno de los que luego denominaron "militares dignos", que no aceptó el mando del Regimiento tras la destitución de Martín Alonso por parte del jefe de la media brigada, general Rogelio Caridad Pita.

Os dejo con la noticia que da sobre este hecho El Ideal Gallego de 26 de febrero de 1936:

Un incidente en la calle Real

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A las seis de la tarde de ayer, pasaba por la calle Real un jefe del Ejército con el que se cruzó un soldado de su Regimiento que no le hizo el saludo reglamentario.

El soldado fué requerido por su jefe y recibió una orden que aquel se negó a cumplimentar, por cuyo motivo se le envió al cuartel arrestado.

Aprovechando esta circunstancia, elementos perturbadores trataron de crear una situación de hostilidad a dicho militar, y poco después de ocurrido el hecho que antecede, se aglomeraron algunas personas ante el Café donde el jefe del Ejército estaba haciendo una consumición.

Mientras unos hacían ademanes de protesta, otros trataban de hacer ver a los alborotadores, que no era cierto que hubiera ocurrido ningún atropello y que el citado jefe se había comportado con toda corrección.

Dicho jefe, goza entre sus subordinados de gran prestigio.