miércoles, 27 de junio de 2012

Guardias de Asalto, socialistas y consumeros (ampliado)

Quiero recordar que cuando al comienzo de la guerra los miembros del Cuerpo de Ejército de Galicia emprendieron la marcha para liberar Asturias, un miembro de esas fuerzas expedicionarias me comentaba que los guardias de Asalto se habían colocado por el mando como fuerzas de choque. Era un castigo menor por haber prestado apoyo al gobernador civil que declinó los poderes del Estado en manos de los revolucionarios. Las culpas que se achacaron a los dirigidos las pagaron con la vida los dirigentes. Apoyo al gobernador de unas pocas horas en realidad, porque si bien repartieron armas en la mañana de ese 20 de julio de 1936, a cosa de una hora de haberse declarado el estado de Guerra, sobre las tres y pico de la tarde, se pasaron en masa a los alzados. También recuerdo que otras personas me comentaron que los guardias de Asalto eran tremendos, que existía algo así como una leyenda urbana sobre su carácter democrático; que se les mitificaba por ser un cuerpo creado durante la II República, pero que pegaban a los detenidos y mostraban la misma conducta chulesca y poco democrática que el común de aquella sociedad. Me lo creo.

En las entradas a las poblaciones se encontraban los fielatos, suerte de aduanas en las que los volantes del Resguardo de arbitrios municipales, conocidos comúnmente como consumeros, hacían pagar unas tasas a quienes quisiesen introducir víveres y otros productos en la ciudad; o los incautaban cuando querían pasarse de matute, sin pagar derechos. El fielato del Corralón de la Gaiteira se encontraba instalado en una caseta situada en el cruce de General Sanjurjo con Ramón y Cajal, aquí. Serían como las cinco de la tarde del 5 de abril de 1936 cuando el consumero Paulino López Álvarez vio llegar el tranvía procedente de Sada, el popular Siboney, muy usado por los comarcanos para traer productos del campo a la ciudad. Lo tomó en marcha como se tomaban con frecuencia dada la escasa velocidad que desarrollaban estos vehículos; pero a la vez también quiso hacer lo propio un guardia de Asalto, José García Seijas, que iba vestido de paisano. Ambos tropezaron y el consumero perdió los pies siendo arrastrado durante unos metros, sujeto tan sólo a las manecillas de entrada al vehículo sin que llegase a caer. Una vez en el tranvía se puso a hacer la requisa del mismo y al concluir se encontró en la plataforma posterior con García Seijas, con el que había chocado. Le dijo, al parecer, que tuviese más cuidado; el de Asalto también parece que le llamó unas cuantas lindezas a las que respondió el consumero, eso lo será usted, y se apeó este a la altura del café Danubio, que según me dicen se encontraba en el lugar que ocupa esa casa pintada de color teja. Tras el consumero bajó el de Asalto, que la emprendió a golpes con el primero mientras este trataba de defenderse. Llegó otro guardia de Asalto también de paisano que al parecer sujetó al de consumos mientras el primero seguía maltratando al municipal. Finalmente se presentó en el lugar una pareja de Asalto, de uniforme, que puso fin al incidente. El consumero sufrió algunas contusiones, hematomas y heridas en la frente y ceja, por la que al parecer sangraba de forma abundante y de las que tuvo que ser asistido en la casa de socorro; el guardia de Asalto una pequeña rotura en el cuero que vestía, pero no lesiones físicas apreciables.

Se instruyó el consabido sumario y el acusado, José García Seijas, fue detenido en la cárcel --según el P. Silva Ferreiro atendiendo a presiones de la Casa del Pueblo pues el de Consumos era socialista. Lo entregó en la prisión el capitán de Asalto Manuel Patiño Porto, también de filiación izquierdista. Con tal motivo, según el mismo P. Silva Ferreiro, se produjo un plante en el Cuartel de Asalto, lo cual no es muy normal en un cuerpo tan democrático y republicano como se pinta --al menos en las clases de tropa--, sobre todo si se considera que estaba sometido a disciplina militar. De forma inusitada, al día siguiente el fiscal solicita que se procese al acusado, pero manteniéndolo en prisión atenuada, cosa que asume el instructor en el auto de procesamiento y García Seijas sale de prisión.

Me resulta llamativo en relación con esa chulería o que fuesen tremendos aquellos guardias de Asalto, además del plante, que tanto el consumero agredido como su superior afirmen de forma reiterada que los de Asalto se dedicaban a meter de matute carnes saladas sin pagar derechos; o que hacían contrabando de carnes saladas con cierta frecuencia, incluso de uniforme y con pistola, cosa de la que se conservaban las notas correspondientes en el Resguardo de arbitrios municipales, de ahí la malquerencia que tenían los guardias de Asalto a los volantes del Resguardo. También me parece llamativo sobre ese carácter chulesco, o sobre si esto de pegar a los detenidos lo inventó o más bien no lo inventó el Franquismo, que el cabo de arbitrios declare que mientras se encontraba en Comisaría llegaron otros guardias de Asalto y comentaban hacia él que había que fastidiarlo (va con eufemismo), o que tarde o temprano caería y entonces le darían unas buenas. Se encargó de la defensa uno de los mejores abogados de la ciudad, el exfiscal general de la República, Manuel Iglesias Corral, que logró una sentencia prácticamente absolutoria para su patrocinado al haber retirado el fiscal su acusación de atentado, porque no se probó que el consumero llevase la gorra puesta con los elementos que lo identificaban como tal volante del Resguardo en el momento de ser agredido.

Mis notas.

AMPLIACIÓN (28/06/2012)

Rastreando el Soli correspondiente al 11 de abril de 1936 para una anotación posterior me encuentro conque este semanario publica un comunicado del sindicato anarquista de empleados municipales La Aurora, al que resulta pertenecer el agredido:

Sr. Gobernador


Hay que acabar con la "chulería" de esos matasietes.

El domingo día 5, fué maltratado por dos ciudadanos, vestidos de "ciudadano" y [sigue un renglón y la mitad de otro tachados por la censura republicana] un compañero nuestro.

Es intolerable que individuos de esa catadura lleven un uniforme. No habremos de relatar los hechos, ya que son de sobra conocidos, inclusive las derivaciones que el mismo ha provocado.

Protestamos de estos atropellos y pedimos que se depure en bien del prestigio de esa institución, el cuerpo que en vez de ser garantía y salvaguardia de la población, resulta una constante amenaza contra todos los ciudadanos, que al fin y a la postre somos los que nutrimos el presupuesto para que ellos cobren los "bonitos" sueldos que aperciben [sic].

Señor Gobernador, esperamos ser atendidos.

Por el Sindicato de Empleados Municipales "La Aurora",

LA DIRECTIVA.

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