domingo, 3 de junio de 2012

Fernando Zamacola Abrisqueta y el primer atraco a mano armada

Eran como las ocho y media de la tarde del 6 de abril de 1934 cuando se disponían a salir los dos empleados de la Casa Singer, instalada en ese local que veis, con entrada por el número 12 de la plaza de María Pita. En ese momento los abordaron tres individuos que al grito de "Atrás, no se muevan ustedes, silencio", los hicieron entrar de nuevo en el bajo. Los atracadores exigieron la llave de la caja de caudales y cachearon a los dos empleados para ver si la tenían, robándoles a la vez unas pesetas y sus relojes. Como las llaves que les ocuparon no abrían la caja, se pusieron a charlar con los trabajadores, los invitaron a un cigarro pidiéndoles perdón y les rogaron que no los denunciasen. Lo curioso del caso es que al igual que en el atraco que se hizo al almacén de harinas de Alonso Alonso, al saber que sólo eran empleados, les devolvieron el dinero y relojes que les habían robado.No denunciaron éstos el intento de robo hasta que llegó días más tarde el jefe, que puso los hechos en conocimiento de la Policía y en virtud de las gestiones que se venían practicando para descubrir otro atraco a mano armada posterior, se supo que los atracadores de la Casa Singer habían sido: Manuel Enrique Barata Marques, portugués de 23 años, jornalero que había servido antes en el Tercio; Nicolás Juan Valero García, de 20 años, metalúrgico, que también había servido con anterioridad en el Tercio; se detuvo asimismo a Fernando Zamacola Abrisqueta, de 24 años, sin profesión ni oficio y al igual que sus compañeros, también había sido legionario. Como el atraco fue frustrado, por este hecho sólo se les condenó a cuatro meses de prisión.

Fernando Zamacola Abrisqueta es uno de esos personajes a los que al parecer en Andalucía usan como burro de boxeo los señores de la memoria histórica, ejerciendo auténticos esfuerzos para asignarle un perfil de matón y hombre despreciable. Si su conducta en La Coruña fue despreciable, en Andalucía se rehabilitó en el Ejército, alcanzando unos valores militares tan destacados que lo llevaron a que el general Queipo de Llano --otro que también parece de goma y sobre el que se repiten tres simplezas-- le impusiese la Medalla Militar individual; que estuviese propuesto para otra y para la Cruz Laureada de San Fernando. El problema al parecer está en que sirvió de ejemplo a miles de andaluces de origen humilde como él, que lo tuvieron como modelo a la hora de enrolarse en las filas del bando nacional. Su arrojo fue tal que en 1938 había recibido 14 heridas, falleciendo de la 15ª.

Fernando era hermano de Eusebio Zamacola Abrisqueta, también anarquista, famoso bandolero en la Argentina que asaltaba trenes, bancos, y no mataba ni hería. Todo ello, por una suerte de síndrome similar al de Estocolmo hizo que en América la población lo viese con simpatía. Tal vez Fernando Zamacola quiso emular a su hermano en La Coruña, pero las fechorías no le salieron muy bien y la banda que organizó fue en apariencia desarticulada por la Policía. Lo que en realidad la izquierda no le perdona a Fernando Zamacola es su origen anarquista, que devino en falangista y quiso atraer como de hecho atrajo hacia Falange a anarquistas, socialistas o comunistas. De ahí que los señores de la memoria histórica lo pongan de vuelta y media. Falange no llevó adelante durante el Franquismo su revolución nacional-sindicalista. Entre pocos logros que obtuvo esta organización uno de ellos fue la creación de una red de hospitales del Seguro de Enfermedad y a ellos se dieron nombres de caídos falangistas como Juan Canalejo o Fernando Zamacola. Como los sindicatos y la izquierda en general, salvo la universalización de la sanidad, no se sabe que obtuviesen logros para los trabajadores durante la democracia, pongamos por caso que rebajasen la edad de jubilación como en Francia, ni que diesen una paga a mayores además de la de 18 de julio o Navidad; que se aumentasen las vacaciones; como tampoco hicieron nada para evitar que hubiese contratos temporales o empresas de trabajo temporal; y como en definitiva, creo que están algo frustrados por haber conseguido más derechos sociales los trabajadores durante el franquismo con los pocos que obtuvo la Falange, se quiere borrar a toda costa los nombres de aquellos falangistas porque no soportan que el falangismo descafeinado del franquismo hiciese más por los trabajadores en lo que a derechos se refiere, que los obtenidos durante la democracia (que es un poco penoso).

Os dejo mis notas, y os las recomiendo.



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