viernes, 29 de junio de 2012

Mitin ugetista de apología masónica

No me va lo masón ni lo opusino, qué le vamos hacer; puede ser defecto del animal, pero no me va. Me van las cositas que percibo como más legales, no sé si me explico. Y ello por un motivo común: ambas organizaciones (si les llamo sectas, según costumbre antigua, se me van a enfadar XD) tienden a desarrollar políticas en fraude a la soberanía nacional. Quiero decir con lo anterior que ambas colocan sus peones en puestos de poder, y una vez que se hacen con los resortes del mando, forman tramas clientelares en las que unos enchufan a otros, se dan contratos, subvenciones, se enriquecen o enriquecen a la organización; y al final, además de obtener beneficios personales o para el grupo; de mantener un clasismo que mira tú qué bien; o de fastidiarle la vida a chicas que en algunos casos usan de criadas previo lavado de cerebro para que ellos no entren en la cocina, según costumbre aún más antigua, ambos grupos, digo, desarrollan un programa oculto que la gente no votó, en fraude a la soberanía nacional, que ninguna de las dos organizaciones se presenta a las elecciones ni menos sus integrantes explicitan ese programa oculto. Puedo estar equivocado, pero esa es la percepción que tengo y con la que me quedo.

En la mañana del domingo 5 de abril de 1936 se desarrolló un mitín que se llamó de afirmación sindicalista, pero que en mi opinión perseguía hacer apología masónica entre los obreros. Lo protagonizaron gentes de la UGT, más burguesas, más pijas si se quiere que la mayor parte de los trabajadores coruñeses (CNT) y por ello más propensas a acoger con menos reservas a la masonería; pero los obreros ugetistas y de otros sindicatos así como las Juventudes Socialistas de La Coruña no mordieron el anzuelo y el mitin acabó como el rosario de la aurora.

Convocó el acto el Sindicato de Trabajadores de Comercio, afecto a la UGT. "Presidía con el delegado de la autoridad, Manuel Campos", que debe ser Manuel Campos Gómez, según Lamela (p.231), 1º Venerable de la logia Renacimiento Masónico, contable de la Imprenta Lombardero (p.224), que fue expulsado del país como indeseable al principio de la guerra al no ser ciudadano español sino cubano (p. 236).

Se disculpó la ausencia del dirigente ugetista Francisco Mazariegos, enfermo en Madrid, e hizo uso de la palabra Bernardo Hernández, que debe ser Bernardo Hernández Ares, según Lamela (p. 136) presidente del Sindicato de Trabajadores de Comercio, miembro de la misma logia Renacimiento Masónico (p. 226), fusilado sin formación de causa en la playa de Bastiagueiro el 18 de agosto de 1936, tal vez por haberse achacado las culpas de los dirigidos pertenecientes a ese sindicato (resistencia al Ejército, hacer huelga revolucionaria, etc.), a sus dirigentes. Intervino a continuación Rogelio Paredes, secretario del mismo sindicato, tal vez Rogelio Paredes García (que aparece entre varios comunistas en esta relación de apoderados). Ambos exaltaron la labor desarrollada por la organización e invitaron a afiliarse a aquellos trabajadores que aún no lo hubiesen hecho.

El plato fuerte se sirvió al final y ya digo que acabó como el  rosario de la aurora... Intervino quien según El Ideal Gallego era ex-presbítero, ex-militar y ex-fraile, Matías Usero, de Ferrol, ugetista según él desde hacía 30 años, destacado masón y furibundo anticlerical, fusilado sin formación de causa en Ferrol también el 18 de agosto de 1936. Elogió al marxismo y a sus más destacadas figuras aunque consideró que estaba enfermo porque lo habían mixtificado; combatió a la Compañía de Jesús; y dedicó párrafos laudatorios hacia la masonería... Y esto de hacer apología de una organización burguesa como la masonería, por muy obreros de la UGT que fuesen --que no sería la mayoría, que iban a estos actos como quien va hoy al fútbol-- provocó malestar entre el público, silbidos y según El Ideal Gallego, que se pidiese controversia. La aceptó el orador pero no el delegado de la autoridad, así que el primero emplazó a sus contradictores a la Casa del Pueblo de Ferrol. Los conceptos que vertió sobre la masonería también hicieron que las representaciones de las Juventudes Socialistas --es de suponer que alguno o todos los de la Lejía-- desalojasen el palco que ocupaban, y tras ellos los diversos sindicatos en medio de un monumental escándalo que llevó a la presidencia a suspender el mitin. Esta suspensión se suaviza en La Voz de Galicia indicando que "el acto se dio por terminado". Lógico porque era un periódico en donde tenía algún peso la UGT. Según Pedro de Llano, "Bocelo", en La Coruña "mandaba la CNT y, de hecho, si no pertenecías a ella no te dejaban trabajar. Me acuerdo que en "La Voz de Galicia" la UGT alcanzó unas mejoras salariales importantes, pero la CNT impidió a los trabajadores aceptarlas" (Carlos Fernández, 2ª ed., 2007, p. 649).

Aquellos obreros podían ser primarios, intolerantes, violentos o fanáticos si se quiere, pero entre ellos eran legales y no aceptaban milongas masónicas propias de burgueses. 

Se lee en El Ideal Gallego correspondiente al 7 de abril de 1936:

En un mitin sobre la masonería se produce un escándalo

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El domingo se celebró en el teatro Rosalía un mitin que se llamó de afirmación sindical, que careció de importancia; pero al final pronunció una conferencia el ex-presbítero, ex-militar y ex-fraile Matías Usero, que degeneró en escándalo.

Su conferencia era sobre masonería, marxismo y jesuitismo. Dijo que el marxismo se encuentra enfermo porque lo han mixtificado. Anuncia que la C. N. T. en su próximo Congreso de Madrid propondrá si debe o no colaborar con la masonería.

Sigue hablando largamente sobre la masonería. En el público empiezan a sonar silbidos. Se pide controversia que él acepta pero no permite el delegado de la autoridad. Los de la U. G. T., que eran los organizadores del acto, empiezan a desfilar en medio de un monumental escándalo y se ve precisada la presidencia a suspender el acto.

La Voz de Galicia correspondiente al mismo 7 de abril de 1936 le dedica más espacio:

El mitin del domingo

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Como habíamos anunciado, anteayer, a las once de la mañana, se celebró en el teatro Rosalía Castro el mitin de afirmación sindical, organizado por el Sindicato de Trabajadores de Comercio, afecto a la U. G. T. 

Presidía con el delegado de la autoridad, Manuel Campos.

El teatro estaba lleno.

Los palcos tenían cubiertos sus antepechos, con banderas de las distintas sociedades, sindicatos, agrupaciones y juventudes.

De Ferrol, llegaron para asistir al acto varios autobuses con excursionistas.

El presidente, después de declarar abierto el acto, explica que, encontrándose enfermo en Madrid, Francisco Mazariegos, hablaría en su lugar Rogelio Paredes.

Hace uso de la palabra Bernardo Hernández, el cual expone los progresos realizados por el Sindicato Mercantil, hace resaltar las ventajas que ofrece a los empleados y excita a afiliarse en él a los que no figuren en sus listas.

En semejantes términos, se expresa a continuación el secretario del referido Sindicato, Rogelio Paredes, que dedica un recuerdo a Mazariegos, ausente.

Luego habla Matías Usero, de Ferrol. Se refiere a su antigua profesión sacerdotal y dice que hace 30 años pertenece a la  Unión General de Trabajadores y actuó en la defensa de los propietarios del campo y de la ciudad.

Exalta el marxismo y a sus más destacadas figuras, combate a la Compañía de Jesús y dedica párrafos elogiosos hacia la masonería, refiriéndose a su función beneficiosa para el proletariado.

Los conceptos que el orador vierte en relación con este tema hacen que se retiren las representaciones de juventudes socialistas que ocupaban un palco, y con ellas otras de diversos sindicatos.

El orador ofrece la tribuna a quien desee controvertirle, y acepta el ofrecimiento uno de los presentes; pero, ante la falta de unanimidad del público, el presidente no autoriza el debate.

Termina su discurso Usero, emplazando a sus contradictores para la Casa del Pueblo de Ferrol.

El acto se da por terminado, desfilando la concurrencia con orden y haciendo comentarios acerca del incidente ocurrido.


miércoles, 27 de junio de 2012

Guardias de Asalto, socialistas y consumeros (ampliado)

Quiero recordar que cuando al comienzo de la guerra los miembros del Cuerpo de Ejército de Galicia emprendieron la marcha para liberar Asturias, un miembro de esas fuerzas expedicionarias me comentaba que los guardias de Asalto se habían colocado por el mando como fuerzas de choque. Era un castigo menor por haber prestado apoyo al gobernador civil que declinó los poderes del Estado en manos de los revolucionarios. Las culpas que se achacaron a los dirigidos las pagaron con la vida los dirigentes. Apoyo al gobernador de unas pocas horas en realidad, porque si bien repartieron armas en la mañana de ese 20 de julio de 1936, a cosa de una hora de haberse declarado el estado de Guerra, sobre las tres y pico de la tarde, se pasaron en masa a los alzados. También recuerdo que otras personas me comentaron que los guardias de Asalto eran tremendos, que existía algo así como una leyenda urbana sobre su carácter democrático; que se les mitificaba por ser un cuerpo creado durante la II República, pero que pegaban a los detenidos y mostraban la misma conducta chulesca y poco democrática que el común de aquella sociedad. Me lo creo.

En las entradas a las poblaciones se encontraban los fielatos, suerte de aduanas en las que los volantes del Resguardo de arbitrios municipales, conocidos comúnmente como consumeros, hacían pagar unas tasas a quienes quisiesen introducir víveres y otros productos en la ciudad; o los incautaban cuando querían pasarse de matute, sin pagar derechos. El fielato del Corralón de la Gaiteira se encontraba instalado en una caseta situada en el cruce de General Sanjurjo con Ramón y Cajal, aquí. Serían como las cinco de la tarde del 5 de abril de 1936 cuando el consumero Paulino López Álvarez vio llegar el tranvía procedente de Sada, el popular Siboney, muy usado por los comarcanos para traer productos del campo a la ciudad. Lo tomó en marcha como se tomaban con frecuencia dada la escasa velocidad que desarrollaban estos vehículos; pero a la vez también quiso hacer lo propio un guardia de Asalto, José García Seijas, que iba vestido de paisano. Ambos tropezaron y el consumero perdió los pies siendo arrastrado durante unos metros, sujeto tan sólo a las manecillas de entrada al vehículo sin que llegase a caer. Una vez en el tranvía se puso a hacer la requisa del mismo y al concluir se encontró en la plataforma posterior con García Seijas, con el que había chocado. Le dijo, al parecer, que tuviese más cuidado; el de Asalto también parece que le llamó unas cuantas lindezas a las que respondió el consumero, eso lo será usted, y se apeó este a la altura del café Danubio, que según me dicen se encontraba en el lugar que ocupa esa casa pintada de color teja. Tras el consumero bajó el de Asalto, que la emprendió a golpes con el primero mientras este trataba de defenderse. Llegó otro guardia de Asalto también de paisano que al parecer sujetó al de consumos mientras el primero seguía maltratando al municipal. Finalmente se presentó en el lugar una pareja de Asalto, de uniforme, que puso fin al incidente. El consumero sufrió algunas contusiones, hematomas y heridas en la frente y ceja, por la que al parecer sangraba de forma abundante y de las que tuvo que ser asistido en la casa de socorro; el guardia de Asalto una pequeña rotura en el cuero que vestía, pero no lesiones físicas apreciables.

Se instruyó el consabido sumario y el acusado, José García Seijas, fue detenido en la cárcel --según el P. Silva Ferreiro atendiendo a presiones de la Casa del Pueblo pues el de Consumos era socialista. Lo entregó en la prisión el capitán de Asalto Manuel Patiño Porto, también de filiación izquierdista. Con tal motivo, según el mismo P. Silva Ferreiro, se produjo un plante en el Cuartel de Asalto, lo cual no es muy normal en un cuerpo tan democrático y republicano como se pinta --al menos en las clases de tropa--, sobre todo si se considera que estaba sometido a disciplina militar. De forma inusitada, al día siguiente el fiscal solicita que se procese al acusado, pero manteniéndolo en prisión atenuada, cosa que asume el instructor en el auto de procesamiento y García Seijas sale de prisión.

Me resulta llamativo en relación con esa chulería o que fuesen tremendos aquellos guardias de Asalto, además del plante, que tanto el consumero agredido como su superior afirmen de forma reiterada que los de Asalto se dedicaban a meter de matute carnes saladas sin pagar derechos; o que hacían contrabando de carnes saladas con cierta frecuencia, incluso de uniforme y con pistola, cosa de la que se conservaban las notas correspondientes en el Resguardo de arbitrios municipales, de ahí la malquerencia que tenían los guardias de Asalto a los volantes del Resguardo. También me parece llamativo sobre ese carácter chulesco, o sobre si esto de pegar a los detenidos lo inventó o más bien no lo inventó el Franquismo, que el cabo de arbitrios declare que mientras se encontraba en Comisaría llegaron otros guardias de Asalto y comentaban hacia él que había que fastidiarlo (va con eufemismo), o que tarde o temprano caería y entonces le darían unas buenas. Se encargó de la defensa uno de los mejores abogados de la ciudad, el exfiscal general de la República, Manuel Iglesias Corral, que logró una sentencia prácticamente absolutoria para su patrocinado al haber retirado el fiscal su acusación de atentado, porque no se probó que el consumero llevase la gorra puesta con los elementos que lo identificaban como tal volante del Resguardo en el momento de ser agredido.

Mis notas.

AMPLIACIÓN (28/06/2012)

Rastreando el Soli correspondiente al 11 de abril de 1936 para una anotación posterior me encuentro conque este semanario publica un comunicado del sindicato anarquista de empleados municipales La Aurora, al que resulta pertenecer el agredido:

Sr. Gobernador


Hay que acabar con la "chulería" de esos matasietes.

El domingo día 5, fué maltratado por dos ciudadanos, vestidos de "ciudadano" y [sigue un renglón y la mitad de otro tachados por la censura republicana] un compañero nuestro.

Es intolerable que individuos de esa catadura lleven un uniforme. No habremos de relatar los hechos, ya que son de sobra conocidos, inclusive las derivaciones que el mismo ha provocado.

Protestamos de estos atropellos y pedimos que se depure en bien del prestigio de esa institución, el cuerpo que en vez de ser garantía y salvaguardia de la población, resulta una constante amenaza contra todos los ciudadanos, que al fin y a la postre somos los que nutrimos el presupuesto para que ellos cobren los "bonitos" sueldos que aperciben [sic].

Señor Gobernador, esperamos ser atendidos.

Por el Sindicato de Empleados Municipales "La Aurora",

LA DIRECTIVA.

viernes, 22 de junio de 2012

Atentados por medio de zanjas

Una de las peculiaridades que se daban en aquella república eran los atentados por medio de zanjas, que cuando cuento alguno que conozco suelen dejar a la concurrencia, regocijada. Y yo más :) El 11 de diciembre de 1933 se quemó, salvo las paredes, la iglesia románica de San Vicente de Elviña. La Policía se desplazó en una camioneta, pero previamente, aquellas buenas gentes anarquistas y de izquierdas hicieron una zanja en el camino y la cubrieron con ramas, así que cuando llegó la Policía con su camioneta, se cayó a la zanja, ocasión que aprovecharon las mismas buenas gentes para tirarles bombas y dispararles. Algo parecido, pero sin zanja, ocurrió cuando correligionarios de los anteriores decidieron asaltar a bombazo y tiro limpio la casa cuartel de la Guardia Civil de Oleiros. Para reducir el número de efectivos en el inmueble se interceptó un camino cortando varios árboles; cuando la Guardia Civil se desplazó a retirar los troncos y abrir paso --quiero recordar que también hubo un asalto o intento de asalto en la casa de veraneo de Casaritos--, fueron también tiroteados desde un bosque inmediato.

Vuelvo a 1936 y a ver si sigo de un tirón hasta el comienzo de la guerra. El 3 de abril ya vimos que aquellas buenas gentes anarquistas entraron pistola en mano en la panadería de Jesús Beriguiain Vicuña, en la calle de San Roque, y arrojaron unas botellas con líquidos inflamables que provocaron el consiguiente incendio. Al día siguiente, 4 de abril de 1936 se desarrolló un hecho que en mi opinión, probablemente no fue un atentado. En las primeras horas de ese día el coche celular circulaba por la calle de la Torre cuando se precipitó a una zanja. Se abrió una causa por daños que fue sobreseída. En el auto correspondiente se lee que no se justificó la existencia de hecho alguno delictivo, lo cual parece aludir a un suceso fortuito, pero resulta llamativo el silencio de la prensa. Tal y como estaba aquella sociedad, puede tratarse de algo ocultado por la Policía a la prensa o censurado, para evitar un efecto contagio, por ejemplo para liberar mediante una zanja a unos presos que fuesen trasladados en el coche celular.



miércoles, 20 de junio de 2012

De cuando quemaban los pajares

En el medio rural gallego las fincas se amojonan con lo que en gallego denominamos marcos. Están formados estos por una piedra puntiaguda que se hinca en la tierra, y es buen marco aquel que tiene enterradas junto a él dos bolas de piedra, que se denominan testigos. No me meto en implicaciones erótico festivas y de poder que son evidentes. En el modo de pensar de los gallegos del campo, una inmoralidad que no tiene nombre es derribar un marco, o mover uno de estos mojones para agrandar la finca propia y empequeñecer la del vecino, o para provocar un conflicto entre dos vecinos. Alguien me contó alguna vez que quien lo hacía debía penar mucho tiempo en el otro mundo o que era alguien sin conciencia porque un hecho como ese le tendría que  remorder la conciencia por toda la eternidad.

Si mover un marco es algo muy mal visto en el medio rural gallego, con ese mismo reproche de inaceptable se recuerda lo que ocurría en la Galicia campesina durante la II República. Cuando a finales de los 70 y principios de los 80 se produjeron las primeras elecciones democráticas, quiero recordar que los partidos de derecha o de centro explotaron muy bien en los labradores ese recuerdo de aquella república de caos y desorden. Se metió miedo a la gente --no por los grandes líderes claro está-- diciendo que si un ganadero tenía seis vacas y ganaba la izquierda, tres de ellas, pese a tener que seguir cuidándolas, eran para el partido, leche que produjesen incluida; o que si cultivaban un campo de maíz, en caso de ganar la izquierda, la mitad de ese maíz tendrían que entregarlo al partido. Al paisano gallego se le encendieron entonces sus miedos porque aún vivía mucha gente que había conocido aquella república, con todos sus aspectos desfavorables, con el peor de ellos que fue haber desembocado en una guerra en la que habían perdido parientes y amigos. Y comenzaron aquellos viejos a hacer memoria recordando su rica tradición oral a los más jóvenes, concreta, con nombres y apellidos: fulanito le quemó el pajar a menganito porque iba a misa, y quedó sin pagar; aquellos vecinos hoy tan apacibles, en sus años mozos cortaban los pinos jóvenes por hacer daño; a aquel otro vecino, como recogió los santos de aquella capilla después de haber sido asaltada, le derribaron el muro de mampostería que rodeaba una plantación; a tal otro vecino, le pisotearon un maizal antes de que el fruto estuviese en sazón porque no se quería afiliar al sindicato, etc. Todo aderezado con los correspondientes detalles, de que si este o aquel se quedó pobre y se lleva tan bien con nuestra familia porque recuerda que en esta casa se ayudó a la suya para que no se muriesen de hambre; o que como consecuencia de los daños tal vecino estaba tan pobre que ataba los zuecos con cordones gruesos que sacaba de los sacos, etc. Todo, digo, con número suficiente de detalles para poder constatar que papá o el abuelo no mentían. El panorama era desolador, reforzaba los mensajes de los líderes de la derecha o el centro y se pintaba aquella república de izquierdas como una auténtica casa de tócame Roque (va con eufemismo, perdóneseme), y la Galicia rural dijo que no quería izquierda, y parece que aún sigue sin quererla, por si acaso.

En el partido judicial de La Coruña, ya lo iremos viendo, se pueden documentar varios incendios de pajares (uno de cebollas, que no de paja); cortas de árboles maderables cuando eran jóvenes; algún derribo de un muro de cierre de una finca, estragos en cosechas, etcétera, aunque no todos estos daños tienen un origen social o político como parece desprenderse de la tradición oral. En un caso me he encontrado con que el incendio de dos o tres pajares de hoja de maíz fue obra de un demente; en algún otro creo que tiene su origen en resentimientos añejos; y en otros, como el que sigue, desconozco el origen.

Sobre las 9 de la noche del 14 de enero de 1936 un grupo de individuos quemaron un alpendre en el que la vecina de Oleiros, Pilar Suárez Martínez, tenía a cubierto paja y madera. Se acusó a uno de ellos pero las pruebas no debieron ser suficientes porque el sumario fue sobreseído ¿Qué ocurrió aquí? Ni idea. Por la proximidad a las elecciones del 16 de febrero podría tratarse de una coacción o de una venganza política, pero pudo deberse a cualquier otra circunstancia. Falta el sumario, no encuentro noticias de prensa así que poco más puedo decir, por ahora.



lunes, 18 de junio de 2012

¿Y aquí qué pasó?

El panadero Antonio Vieitez Loureda denunció en Comisaría que el 4 de febrero de 1936 un chico que estaba al frente de la panadería de Vaquero (o tal vez de la Vda. de Vaquero), en la calle de Sinforiano López, lo amenazó de muerte con una pistola. La Audiencia sobreseyó. Si no hubo testigos de lo ocurrido difícilmente se iba a probar el hecho. Parece que estamos ante un lío entre panaderos y encontrándose el país en determinados aspectos como este del pistolerismo, como el salvaje Oeste, ya vemos que se esgrimían armas con una ligereza inaceptable. 

Al comenzar la guerra todos estos episodios de atracos a mano armada inaugurados en el año 34, o de exhibir un arma por cualquier discusión, o portarla sin licencia por ser más chulo que un ocho, se acabaron. Los que lo intentaban eran reos del delito de rebelión militar, castigado en el Código de Justicia Militar de 1895 con penas que iban de la reclusión perpetua a muerte. Y como dicen que el miedo guarda la viña, puede decirse que desaparecieron.

Cuando volvía algún emigrante que había estado en algún país americano --pongámonos en los años 50-60-- y contaba a sus amistades que allí había muertos por disparos con mucha frecuencia, que los atracos a mano armada estaban a la orden del día, o que no se podía sacar una mano por la ventanilla en un semáforo porque te cortaban el dedo si llevabas un anillo, o que allí la gente guardaba las joyas en las macetas, entre la tierra, etcétera, cuando esos emigrantes retornados relataban estos episodios aquí, sus amistades se quedaban asombradas y hasta sentían lástima por aquellos países que percibían como subdesarrollados en el control del orden público. Aquí en España, había carencias de libertad, pero en lo que a orden público se refiere, puede decirse que era casi total. Algo que me dicen para dar a entender la sensación que tenían de tranquilidad: podías ir por la calle a cualquier sitio y a cualquier hora con toda tranquilidad. Tú no te salías de lo legal y sabías que nadie se iba a meter contigo.



jueves, 14 de junio de 2012

De aquella democracia poco democrática

Ya me ocupé en otra ocasión del mitin que desarrolló en el teatro Rosalía de Castro, Renovación Española, el 19 de enero de 1936, que dio origen a varios incidentes provocados todos por aquellas buenas gentes de izquierdas. Dice Payne con respecto a la II República que "Javier Tusell, el gran maestro de la historia política española contemporánea, ha definido ese régimen como «una democracia poco democrática»". De ello hay una nutrida colección de ejemplos. Ya vimos que a los mítines asistía un delegado de la autoridad, como si aquello fuese una corrida de toros, delegado que podía interrumpir al orador, amonestarlo o suspender el acto como ocurrió cuando días antes había suspendido un mitin comunista del que resultaron detenidos los oradores, incluida la Pasionaria, aunque esta no fue procesada.

Traigo a colación el mitin de Renovación Española para que se vea que si el delegado del gobernador civil no amonestaba, denunciaba o detenía a los oradores, también existía la posibilidad de que fuese el propio gobernador quien los denunciase más tarde ante el fiscal de la Audiencia, que a su vez instaba del juzgado correspondiente la instrucción del consabido sumario. El mitin de Renovación resulta sorprendente en sus discursos. Intervinieron el presidente local, Jorge Bermúdez de Castro, José María Valiente y Antonio Goicoechea. Al parecer, según La Voz de Galicia (21/01/1936), la representación femenina fue nutrida ("entre la concurrencia figuraban numerosas señoras") así que los oradores explotan un populismo ad hoc, de la época, haciendo gala de un catolicismo tradicionalista, preconciliar, que hoy suena a montaraz e intolerante, pero que era muy grato a una parte de aquella sociedad. Durante la intervención de Goicoechea, según El Ideal Gallego:

Se refiere al separatismo regional y dice que éste es un producto de la República, fomentado por la protección oficial, empezando por el cargo más alto que es el Presidente de la República.

En este momento alguien grita, ¡VIVA LA REPÚBLICA! A lo que otro responde: ¡MUERA! El perturbador fue expulsado y seguramente le cayó algún sopapo del público o de los miembros de la comisión de orden, pero el que dio el muera fue denunciado por la Policía al fiscal de la Audiencia y se le siguió un sumario por delito contra la forma de gobierno, que por suerte para el acusado fue sobreseído.

El Ideal Gallego y Goicoechea fueron igualmente denunciados por el gobernador civil al fiscal de la Audiencia por delito de injurias al jefe del Estado. La amnistía  que promulga el Frente Popular en cuanto llega al poder hace que el sumario también se sobresea.

Me parece muy bien que los republicanos ostenten por las calles sus símbolos, pero no me pasa desapercibido que si aquí llega a haber alguna vez una república, estoy convencido de que abuchear al presidente o al Himno de Riego no saldría gratis como sale ahora, y dudo que fuese legal el uso de banderas monárquicas o hacer sonar la Marcha Real. Y conociendo a los republicanos, pues como que no me haría ningún chiste que aquí tuviésemos un régimen como ese. En mi experiencia personal constituyen un grupo clientelar y de poder, suelen ser mucho más intolerantes que los monárquicos, si es que en España hay monárquicos y no gente que sabe cómo son los políticos españoles, republicanos incluidos, que aquí hubo dos repúblicas que acabaron como el rosario de la aurora y dicen que no hay dos sin tres, que una monarquía es más barata, etcétera, digo, si es que en España hay monárquicos y no gentes que se quedan con la monarquía como mal menor, al igual que se acepta la democracia con todas sus lacras e imperfecciones porque lo demás que se conoce es mucho peor.



viernes, 8 de junio de 2012

De anarquistas, atracos y amigos de Zamacola

Ese templo que veis era la antigua iglesia parroquial de San Pedro de Mezonzo cuando se encontraba en la calle de la Falperra. Precisamente en el número 61 de esa calle se encontraba la tienda de Gaudencio Prieto Rodríguez, natural de Villafrades de Campos, en Valladolid, de 34 años. Serían como las nueve de la noche del 1 de diciembre de 1934 cuando estaban en la tienda Gaudencio, su esposa Sofía y varias clientas. Llamó alguien a la puerta y al preguntar quién, respondieron servidor, nosotros. Confiados en que era gente conocida, el dueño ordenó al dependiente Diodoro Rodríguez Pastor, de 16 años que abriese la puerta. Lo hizo y entraron tres sujetos pistola en mano que se cubrían la cara con gafas oscuras y antifaces. Los atracadores exigieron que se les abriese la caja haciéndose con unas 250 pesetas tras lo cual abandonaron el ultramarinos.

Gaudencio puso los hechos en conocimiento de la Policía. Al haberse declarado el estado de guerra con motivo de la revolución de octubre del 34 y tratarse de un hecho en el que se habían empleado armas,  desde Comisaría se dio parte a la Auditoría de Guerra de la 8ª División Orgánica. Se encargo del despacho el auditor accidental --también presidente del Deportivo de La Coruña-- José María Salvador y Merino, que ordenó al juez militar eventual del Juzgado Militar Permanente, capitán de Artillería, Esteban López Ipiéns, instruir la correspondiente causa.

La Policía, es de suponer que fruto de alguna confidencia, se desplaza al día siguiente a las inmediaciones de la estación de San Cristóbal, a una caseta o chabola en la que vivía con su familia Julio Vázquez Rodríguez, de 28 años, marinero originario de Bouzas, en Vigo, que había sido condenado con anterioridad por tenencia de explosivos y robo. Según la Policía era propenso a solucionar los conflictos de forma violenta, simpatizando con los sindicatos anarquistas y acompañándose de individuos de igual ideología. En su vivienda le encuentran unos cuantos documentos que dicen de su implicación con el anarquismo, como un carné del Sindicato de la Industria Pesquera, cartas, o dieciocho recibos del Sindicato de Peones Pro Casa Sindical. También se le encuentra una pistola con dos cargadores que alojaban seis balas cada uno. En Comisaría confiesa --al parecer tras haber visto a su esposa-- y los nombres que da llevan a la detención de José Mulet Solé, catalán de 21 años, hilador, que estaba conceptuado policialmente como atracador por haber cometido uno en Sabadell del que resultó condenado y con heridas una persona; se detuvo asimismo a Juan Selas Cid, de 25 años, cantero, y a Antonio Piñeiro González, de 17 años, conceptuado este como un raterillo. Cuando el juez militar llama a declarar a Piñeiro, repite lo que había manifestado a la Policía: que había visto a José Mulet y Juan Selas por el Muro en compañía de Fernando Zamacola Abrisqueta, al que la Policía tenía conceptuado como atracador.

Tras la lectura de la causa, tengo la convicción moral de que Julio Vázquez fue uno de los que atracaron el ultramarinos, siendo posible que Juan Selas y José Mulet lo ayudasen. No obstante lo anterior, las garantías procesales existían y no se pudo demostrar la intervención de ninguno de los tres en el hecho. Al primero, y en virtud de la tenencia ilícita de armas, el juez militar lo consideró reo del delito de rebelión militar. Como quiera que el estado de guerra se levanta por estos pagos el 23 de enero de 1935, el auditor de la División se inhibió del conocimiento de la causa en favor de la Audiencia Provincial, que condenó al procesado a dos años de prisión. Los cumplió en su totalidad pese a haber solicitado el fiscal en febrero del 36 que se le aplicase la amnistía, cosa a lo que no se avino la Audiencia ni el Tribunal Supremo.

Mis notas.

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Por esas fechas también se atracó a los que se conocía como los molineros de Monelos. Sobre las seis de la tarde del 31 de octubre de 1934 se presentaron tres sujetos pistola en mano en el almacén de cereales de Ramón Martínez Reboredo, encontrando a su hijo Ramón Martínez Rumbo y un empleado. Se hicieron con algo más de cuatro mil pesetas. También conoció de este atraco la Auditoría de Guerra de la 8ª División, que igualmente se inhibió en favor de la jurisdicción ordinaria. Esta sobreseyó al no haberse averiguado quienes fueron los autores, con el consiguiente expurgo posterior del sumario. Quiero recordar que antes de comenzar la guerra y en otro atraco a mano armada se asesinó a un miembro de esta familia en el mismo local, tal vez el padre; y también que al comenzar el conflicto, los revolucionarios les robaron un coche. Ya lo veremos, o eso intentaré. Más notas


A falta de sumario, dejo la noticia que publica La Voz de Galicia el 1 de noviembre de 1934:

EL SUCESO DE AYER


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DE UN ESCRITORIO SE LLEVAN CINCO MIL PESETAS

Ayer, a las siete y media de la tarde, en el almacén de cereales de D. Ramón Martínez Reboredo, Monelos 41, se cometió un robo del que tenemos que dar noticia escueta.

Cuando se hallaban trabajando en el escritorio de dichos almacenes un hijo del citado comerciante, don Ramón Martínez Rumbo y el contable de la casa don Eugenio Domínguez, penetraron en el local tres sujetos que previamente cerraron la puerta de la calle.

Después, por los medios persuasivos que puede suponerse, se apoderaron de dos saquetes conteniendo cada uno quinientas pesetas en monedas de dos y una pesetas y otro conteniendo mil pesetas en piezas de duro. Se llevaron, además de una cartera, diversos billetes, ascendiendo todo ello a unas cinco mil pesetas.

Cometido el robo, los autores cerraron con llave la puerta de entrada y se alejaron.

Los señores Reboredo participaron lo acaecido a la Guardia civil y a la Comisaría de Policía, dando las señas de los agresores.

Se practican activas diligencias para dar con ellos.

También actúa la autoridad judicial.



miércoles, 6 de junio de 2012

Atraco de la banda de Zamacola sin Zamacola

El segundo hecho del que tenemos conocimiento sobre los atracos perpetrados por el grupo que quiso formar Fernando Zamacola Abrisqueta en La Coruña, ocurrió en un bar de camareras de la calle del Orzán que se encontraba en el lugar de ese edificio que veis. Tal vez debido a la omnipresente censura republicana, el atraco a la Casa Singer no fue conocido en los medios, enterándose La Voz de Galicia sólo de este segundo atraco, y no a través de la carpeta de prensa de Comisaría, así que para los periódicos este que nos ocupa hoy fue el primer atraco a mano armada perpetrado en La Coruña. En realidad fue el segundo.

En los primeros minutos del día 9 de abril de 1934 Nicolás Valero García y Manuel Enrique Barata Marques entraron en el bar de camareras de Orzán nº 16, en donde estaba tocando la guitarra un ciego. Dieron las consabidas ¡manos arriba! a los parroquianos y comenzaron a exigir el dinero. A la dueña del local, Consuelo Casanova Rodríguez, de 32 años, separada, le cogieron la recaudación del día, unas cien pesetas; a María Ventosa Saez, de 25 años, soltera, camarera, le sacaron 9 pesetas que tenía de las propinas; lo mismo hicieron con Teresa Fernández Otero, de 23 años, soltera, también camarera, a la que le ocuparon unas 20 pesetas; y no pudieron sacarle nada a Ramona Núñez Varela, de 23 años, soltera e igualmente camarera, porque nada tenía.

El comportamiento de los atracadores con el elemento masculino es diferente, como si las pobres chicas no fuesen obreras también, como si en su mentalidad fuesen simples mujeres de la orilla con las que todo valía, algo consustancial a la mentalidad machista de aquella sociedad. Dice Manuel Enrique Barata que "al ver que uno de los concurrentes solamente tenía consigo siete pesetas y se trataba de un obrero, se las dejaron, y enterados de que los demás eran igualmente obreros, no les quitaron cantidad alguna". José Moar Rey, de 26 años, casado, barbero, declaró que le encontraron un duro falso y por ello se lo devolvieron; pero Ramón Varela N. de 22 años, soltero, marinero manifiesta que no llegaron a registrarlo. Al poco de llegar al bar, entraron dos individuos a los que Barata identificó como "señoritos" y a estos sí les robaron. Eran Antonio Lorca Sánchez, de 34 años, casado, comerciante, vecino de Torreagüera (Murcia), al que le intervinieron unas 12 pesetas más un reloj que llevaba una cadena de oro para sujetar un dije. Entró con su amigo Francisco Dayas Rayos, de 43 años, casado, también comerciante, vecino de Orihuela, y a este le desplumaron unas 225 pesetas.

La alarma en la ciudad debió ser considerable y La Voz de Galicia, periódico en el que es inusitado el apasionamiento o los excesos verbales, pide que se investiguen los hechos, que con estas investigaciones se hagan razzias purificadoras porque había mucho mendigo que no era tal y demasiados individuos de los que no se sabía de qué vivían. De la relevancia del suceso da idea el hecho de haber asumido personalmente la investigación el comisario jefe, José Ortiz Moreno, que debió mover todos sus hilos y el día 15 de abril la Policía da con los atracadores y con Fernando Zamacola, que desde luego no entró en el bar pero no estaría yo muy seguro de que no cubriese a sus compañeros en el exterior, aunque esto sea sólo una especulación. Se llegó a publicar la foto de los detenidos hasta en La Vanguardia. Apresaron a los tres al salir de un cine de la calle de San Roque, el Salón Victoria, que estaba aquí. Era un cine conocido por el apodo de El Hueso al que iban los chicos del entorno de la plaza de España, sin que faltasen las prostitutas del barrio chino en albornoz que solían dejar regocijada a la concurrencia cuando el acomodador llamaba a una: FULANITA, ¡TIENES FLETE! Y contaba un chico que asistió a ese cine que el acomodador les sellaba el dorso de la mano, regresando a uno de los bancos corridos de madera en los que se sentaban cuando terminaban su faena. Lo cierto es que "interrogados hábilmente" los tres detenidos, o "estrechados a preguntas" cantan lo que en mi opinión no hubiesen dicho de no mediar algún que otro sopapo. Vamos, que estoy convencido, tanto por la vecindad de unos parientes con el cuartelillo de la Prevención de Seguridad durante la II República, lugar en el que me cuentan que se oían unos gritos tremendos de las palizas; como por recordar que en otra causa un detenido no se ratificaba ante el juez en la declaración prestaba a la Guardia Civil, por manifestar que lo habían amenazado con meterle la cabeza en el pilón, y que siendo tísico, cuando se lo habían hecho en otra ocasión, lo había pasado mal. Eso de la inmersión simulada que al parecer practicaron los americanos con terroristas árabes, para mí que ya se conocía aquí en los años 30... Quiero decir con lo anterior que por mucho empeño que pongan los señores de la memoria histórica, la tortura y los malos tratos a los detenidos para obtener una confesión, no fueron inventos del Franquismo, sino que ya los había antes. Ocurría que la sociedad bien pensante miraba para otro lado con tal de que se descubriese por ejemplo a los autores de este atraco y se los ingresase en prisión.

Por este robo a mano armada, Nicolás Valero y Manuel Enrique Barata fueron condenados a sufrir seis años, diez meses y un día de reclusión. El primero sale de la Prisión Provincial de Valladolid el 11 de junio de 1941. El segundo, fallece en la misma cárcel el 11 de mayo de 1940, y tal y como prevenía la Ley del Registro Civil, no se consigna en su partida de defunción que había muerto en una prisión, sino en la calle de Madre de Dios, en donde supongo que estaría la Prisión Provincial vallisoletana.

También se les juzgó por tenencia ilícita de armas, y en este caso sí que se acusó a Fernando Zamacola Abrisqueta. Se le encontró en la cisterna de su casa un paquete conteniendo una pistola y dos revólveres, que habían sido usados en los atracos a la Casa Singer y los dos últimos en el perpetrado dentro del bar de Consuelo Casanova. Como en aquella república no sólo el Frente Popular decretó amnistías, nuestros protagonistas se fueron de rositas por la tenencia ilícita de armas en virtud de la Ley de Amnistía del gobierno Lerroux, de 24 de abril de 1934, que firma el ministro de Justicia Salvador de Madariaga, nacido por cierto tal y como recuerda la placa, en ese número 16 de la calle del Orzán.

Versión de La Voz de Galicia correspondiente al 10 de abril de 1934:

MANOS ARRIBA


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ATRACO A MANO ARMADA EN UN BAR


 A las doce y media de la noche del domingo último, dos sujetos, pistola en mano, se presentaron súbitamente en un bar de la calle del Orzán núm. 16 y exigieron a la dueña del establecimiento, Consuelo Canosa Rodríguez, de 32 años, que les entregase la recaudación del día. Accedió ella en el acto, atemorizada, y les entregó unas cien pesetas.

No contentos con ésto, los pistoleros también reclamaron de una camarera que les entregase el dinero de las propinas que guardaba en una cajita debajo del mostrador. Ascendía el pequeño ahorro a 20 pesetas.

Lo mismo hicieron de otras dos camareras llamadas María Ventosa Saiz y Ramona Núñez Varela, de 22 y 23 años; pero como estas no tenían dinero alguno no pudieron satisfacer las exigencias de los aprovechados y audaces sujetos.

Lo mismo les ocurrió con unos jóvenes consumidores que allí había.

Como próximos a la puerta del bar se hallasen conversando dos respetables comerciantes forasteros, los pistoleros al verlos salieron para hacerlos entrar, lo cual lograron encañonándoles con las pistolas, a pesar de sus protestas. Entonces les desvalijaron de cuanto llevaban.

A uno de ellos le sacaron doscientas pesetas en billetes y cuatro o cinco duros en plata, y al otro unas doce pesetas y un reloj de nikel con su cadena de oro.

El atraco fue cosa de película, pues lo llevaron a cabo rápidamente, desapareciendo los autores sin que nadie les molestase. No hubo ni un grito en demanda de auxilio, pues todos quedaron perplejos y asustados.

El Juzgado de instrucción del distrito de la Audiencia entiende en el asunto.

En la Comisaría de Policía, en la carpeta de la Prensa, no había anoche la menor referencia de este hecho.

O

El escandaloso atraco del que aquí damos sobria noticia, es el primero de su índole que se comete en La Coruña.

Un mal síntoma, una iniciación criminosa que es fuerza atajar con energía. Delitos semejantes, que a la vez participan de robo y pistolerismo, son aquí perfectamente exóticos.

Urge averiguar quienes fueron los atracadores y deducir si se trata de un golpe aislado o si tiene ramificaciones y hay cómplices.

Existe en La Coruña, pese a los pesares, mucha gente maleante forastera, por si no fuese poco la que por acá --como en toda capital populosa-- actúa más o menos en la sombra: falsos mendigos y vagos que no se sabe cómo viven.

Se imponen sucesivas investigaciones, razzias purificadoras que alejen a los indeseables y atajen el mal en su comienzo, antes de que haya más que lamentar.



domingo, 3 de junio de 2012

Fernando Zamacola Abrisqueta y el primer atraco a mano armada

Eran como las ocho y media de la tarde del 6 de abril de 1934 cuando se disponían a salir los dos empleados de la Casa Singer, instalada en ese local que veis, con entrada por el número 12 de la plaza de María Pita. En ese momento los abordaron tres individuos que al grito de "Atrás, no se muevan ustedes, silencio", los hicieron entrar de nuevo en el bajo. Los atracadores exigieron la llave de la caja de caudales y cachearon a los dos empleados para ver si la tenían, robándoles a la vez unas pesetas y sus relojes. Como las llaves que les ocuparon no abrían la caja, se pusieron a charlar con los trabajadores, los invitaron a un cigarro pidiéndoles perdón y les rogaron que no los denunciasen. Lo curioso del caso es que al igual que en el atraco que se hizo al almacén de harinas de Alonso Alonso, al saber que sólo eran empleados, les devolvieron el dinero y relojes que les habían robado.No denunciaron éstos el intento de robo hasta que llegó días más tarde el jefe, que puso los hechos en conocimiento de la Policía y en virtud de las gestiones que se venían practicando para descubrir otro atraco a mano armada posterior, se supo que los atracadores de la Casa Singer habían sido: Manuel Enrique Barata Marques, portugués de 23 años, jornalero que había servido antes en el Tercio; Nicolás Juan Valero García, de 20 años, metalúrgico, que también había servido con anterioridad en el Tercio; se detuvo asimismo a Fernando Zamacola Abrisqueta, de 24 años, sin profesión ni oficio y al igual que sus compañeros, también había sido legionario. Como el atraco fue frustrado, por este hecho sólo se les condenó a cuatro meses de prisión.

Fernando Zamacola Abrisqueta es uno de esos personajes a los que al parecer en Andalucía usan como burro de boxeo los señores de la memoria histórica, ejerciendo auténticos esfuerzos para asignarle un perfil de matón y hombre despreciable. Si su conducta en La Coruña fue despreciable, en Andalucía se rehabilitó en el Ejército, alcanzando unos valores militares tan destacados que lo llevaron a que el general Queipo de Llano --otro que también parece de goma y sobre el que se repiten tres simplezas-- le impusiese la Medalla Militar individual; que estuviese propuesto para otra y para la Cruz Laureada de San Fernando. El problema al parecer está en que sirvió de ejemplo a miles de andaluces de origen humilde como él, que lo tuvieron como modelo a la hora de enrolarse en las filas del bando nacional. Su arrojo fue tal que en 1938 había recibido 14 heridas, falleciendo de la 15ª.

Fernando era hermano de Eusebio Zamacola Abrisqueta, también anarquista, famoso bandolero en la Argentina que asaltaba trenes, bancos, y no mataba ni hería. Todo ello, por una suerte de síndrome similar al de Estocolmo hizo que en América la población lo viese con simpatía. Tal vez Fernando Zamacola quiso emular a su hermano en La Coruña, pero las fechorías no le salieron muy bien y la banda que organizó fue en apariencia desarticulada por la Policía. Lo que en realidad la izquierda no le perdona a Fernando Zamacola es su origen anarquista, que devino en falangista y quiso atraer como de hecho atrajo hacia Falange a anarquistas, socialistas o comunistas. De ahí que los señores de la memoria histórica lo pongan de vuelta y media. Falange no llevó adelante durante el Franquismo su revolución nacional-sindicalista. Entre pocos logros que obtuvo esta organización uno de ellos fue la creación de una red de hospitales del Seguro de Enfermedad y a ellos se dieron nombres de caídos falangistas como Juan Canalejo o Fernando Zamacola. Como los sindicatos y la izquierda en general, salvo la universalización de la sanidad, no se sabe que obtuviesen logros para los trabajadores durante la democracia, pongamos por caso que rebajasen la edad de jubilación como en Francia, ni que diesen una paga a mayores además de la de 18 de julio o Navidad; que se aumentasen las vacaciones; como tampoco hicieron nada para evitar que hubiese contratos temporales o empresas de trabajo temporal; y como en definitiva, creo que están algo frustrados por haber conseguido más derechos sociales los trabajadores durante el franquismo con los pocos que obtuvo la Falange, se quiere borrar a toda costa los nombres de aquellos falangistas porque no soportan que el falangismo descafeinado del franquismo hiciese más por los trabajadores en lo que a derechos se refiere, que los obtenidos durante la democracia (que es un poco penoso).

Os dejo mis notas, y os las recomiendo.