jueves, 28 de julio de 2011

Papeles de Salamanca a Cataluña


Se ha armado un cierto revuelo con la última salida de papeles del Centro Documental de la Memoria Histórica a Cataluña tanto de trabajadores de los archivos, como de investigadores como Policarpo Sánchez. Yo tengo claro que los fondos deben encontrarse en donde se realizó la primera acumulación de los mismos, que es la válida. Es evidente que nadie va a sacar de Salamanca los fondos incorporados como documentos probatorios, cosidos a causas tramitadas por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Pero las colecciones de papeles del centro de documentación que le informaba y que no tuvieron una tramitación ulterior, sí.

Han surgido estos días denuncias en las que se señala que se está devolviendo a Cataluña documentación que no tuvo su primera acumulación en esa comunidad, que por los avatares de la guerra fue trasladada de forma sucesiva por ejemplo desde Madrid a Valencia y acabó en Barcelona como pudo acabar en cualquier otro sitio, sin que se corresponda con fondos barceloneses. Eso es otra cosa y desde luego no estoy de acuerdo con esa "devolución".

En cualquier caso tengo claro que lo primordial es respetar los dos principios de la archivística, el de procedencia y el de respeto al orden original: devolver a sus fondos originarios los documentos que les fueron entresacados. También tengo claro que si bien en la Cochinchina entra dentro de lo posible que haya trabajadores e investigadores cualificados a la hora de manejar el fondo del Consejo de Castilla, me temo que es mucho más probable que tenga más usuarios, se entienda mejor a la hora de describirlo y se aproveche mejor en España.

Me parece también que se mezclan churras con merinas cuando se dice que son archiveros nacionalistas que tienen más de nacionalistas que de archiveros los que demandan la restitución de los fondos a su comunidad de origen, que al parecer el origen geográfico de los fondos no importa. Insisto en que sólo estoy de acuerdo en la restitución de los que proceden efectivamente de Cataluña. Y se hace esa mezcla porque en mi opinión, el sentido común dice que los bienes patrimoniales pertenecen a una comunidad ¿También se aplicó un criterio nacionalista cuando el mariscal Petain devolvió a Franco los papeles de Estado, de la Negociación de Francia, que nos habían expoliado durante la guerra de la independencia en Simancas y se conservaban en Francia desde hacía casi siglo y medio? ¿Fue un error la devolución del Guernica a España? ¿O tal vez es normal que los papeles del período en que Serrano Súñer fue ministro de Asuntos Exteriores se encuentren en una fundación privada en lugar de hallarse en el Archivo de ese Ministerio, en el que existe una laguna para ese período porque el ministro se llevó los expedientes a su casa? ¿Tiene más sentido y resulta más significativo el Códice Calixtino en un gran archivo que en la propia catedral de Santiago?

De los males que trae la centralización napoleónica tenemos algunos ejemplos los gallegos. Es muy conocido el caso de los topónimos erróneos por problemas de lectura, cuando no "imposibles", con los que se describen los fondos de monasterios y conventos gallegos que conserva el AHN. Vamos, que estar familiarizado con una lengua y con su toponimia ayuda a la hora de describir ¿o es que alguien que no tenga ni papa de latín, por muy sencillo que resulte el latín medieval puede describir documentos escritos en esta lengua con un mínimo aseo? Esto por no recordar que fuera de Galicia se arman unos líos de consideración al no entender lo que es una parroquia, un lugar, un coto, una jurisdicción, una división del territorio muy nuestra que da origen a interpretaciones, volcadas en descripciones que en más de una ocasión hacen subir algo las comisuras de los labios.

La centralización no sólo concentra la riqueza cultural de una comunidad en un punto, empobreciendo cultural y económicamente al territorio de origen, sino que en cuestión de archivos, como estos nunca se dotan con personal suficiente (o se han dedicado a investigar o rascado la barriga a placer los archiveros durante decenas de años), se da el caso de haber volúmenes considerables de documentación sin describir o como si no lo estuviesen debido a la parquedad de las descripciones. En un archivo más pequeño se supone que la tarea se puede abordar con un volumen de personal inferior porque también es inferior el volumen de documentación. La concentración de documentos en un punto, es también un peligro porque pese a que nos enorgullezcamos de nuestra tecnología, ningún archivo está libre de sufrir un incendio, de padecer una inundación o de sucumbir en un terremoto como ocurrió recientemente en Colonia. Si la documentación se encuentra en centros más pequeños, dispersa, es mucho más improbable perder toda la documentación de un período que se concentraba en un macroarchivo, como se perdió la que se conservaba en el Archivo General Central de Alcalá de Hernares. No es lo mismo perder los libros sacramentales de una iglesia como consecuencia de un desastre, que todos los libros sacramentales de una diócesis cuando el desastre afecta al archivo diocesano. Hay que establecer un punto de equilibrio y por lo dicho, entiendo que las grandes concentraciones documentales, no son en absoluto una panacea, sino que suponen asumir un riesgo considerable.

En favor de la centralización napoleónica se suele aducir el peregrinaje, al parecer una tortura a la que se somete a los investigadores cuando desean consultar fondos que no están concentrados en un macroarchivo. Bien, un invento como otro cualquiera. No hay tal peregrinaje o si lo hay es mínimo. Al menos yo no recuerdo a un investigador que se haya dedicado a consultar todos los fondos de las delegaciones de Hacienda del país, o los de todas sus audiencias, o los de todos sus gobiernos civiles, etc. Más que nada porque el volumen de documentos a rastrear sería considerable, y al igual que no se hacen historias de los lápices desde la más remota antigüedad a la actualidad, tampoco nadie estudia todos los expedientes de venta de bienes nacionales generados con los procesos de desamortización a lo largo y ancho del país. Lo que puede haber es un investigador que consulte todos los fondos de esos organismo para una comunidad, y sobre todo lo que hay son consultas puntuales que se pueden resolver en la mayor parte de los casos por correo. Los principales usuarios del fondo de la Delegación de Hacienda de Lugo, serán los residentes en esa provincia ¿O alguien puede creer que va a ser más común que los sevillanos usen con más frecuencia este fondo, o que el expediente policial del Deportivo Alavés motive más consultas procedentes de la Cochinchina que de la provincia de Álava?

Por todo lo anterior, precisamente para no hacer peregrinar a Salamanca a los catalanes, me parece muy acertado que sus fondos se consulten en Cataluña, no sólo por ellos, sino por reintegrar a sus fondos originarios los documentos que se entresacaron de los mismos ¿O es que alguien consideraría normal que, pongamos por caso, si en Salamanca se conservan los libros de actas de acuerdos municipales de un ayuntamiento catalán que custodia en su archivo municipal toda o la mayor parte de esta serie, y tiene cinco o seis de esos libros en Salamanca, que la serie se quede coja en el archivo municipal para que en Salamanca pueda conservarse una agrupación inorgánica de documentos?



miércoles, 27 de julio de 2011

Los hijos de los militares eran hijos de sus asistentes



Estaba leyendo hace pocos días el acta de celebración de un consejo de guerra de oficiales generales desarrollado en agosto de 1936. El alegato del fiscal hace relación de la pendiente abajo por la que se deslizó aquella república y señala que el alzamiento del general Sanjurjo, el 10 de agosto de 1932, se desarrolló en oposición a la concesión del estatuto catalán y con motivo de las frases pronunciadas por un socialista que dijo que los hijos de los militares eran hijos de sus asistentes.

Tengo la impresión de que nuestra sociedad no conoce o minusvalora la importancia que se daba al honor en aquella. No estaban tan lejanos los tiempos en los que los duelos de honor eran más o menos frecuentes, que al decir de quien vivió siendo niño la Dictadura de Primo de Rivera, se habían aminorado debido al endurecimiento de las penas que estableció este régimen. En efecto, los artículos 543 y 544 del Código Penal de 1928 están dedicados a perseguir los duelos de honor, con los que no se acabó pero tal vez disminuyeron. De ahí la gravedad de la injuria que nos ocupa para la mentalidad de la época, el malestar que originó en los cuarteles y que pudo ser el chispazo que activó o del que se aprovechó la Sanjurjada.

El artículo en el que se sugiere que los hijos de los militares lo eran en realidad de sus asistentes fue publicado en El Socialista correspondiente al 30 de julio de 1932. Tal debió ser el malestar que el día 4 de agosto tres diputados visitan a Azaña para mostrarle la publicación, a lo que este responde que se tomarían las medidas oportunas. Incluso El Socialista del día 5 publica un Desagravio a modo de retractación ya que el artículo había producido, indican, "sensible disgusto en buena parte de militares". El diario atribuye el texto injurioso a Francisco Cruz Salido, que si bien fue fusilado con Julián Zugazagoitia en 1940, da la impresión de que en el proceso que le costó el fusilamiento se sospechó de la autoría de este último. No parece que se considerase suficiente el Desagravio cuando al día siguiente, 6 de agosto, se informa también en El Socialista que un juez militar había citado para declarar a su director, comparecencia a la que se niega al considerar tras prolija argumentación que de los delitos de injurias a militares cometidos por paisanos sólo eran competentes los tribunales ordinarios. Por si no estuviese claro apoyo de Azaña a los socialistas durante el primer bienio El Socialista de 10 de agosto nos da un ejemplo en su primera página. El día anterior, el ministro de la Guerra había leído en el Parlamento un proyecto de ley de artículo único con el que se regulaba el conocimiento de los delitos de atentado y desacato a las autoridades militares, así como los de injuria y calumnia a las mismas. Cuando fueren cometidos por medio de la imprenta, el grabado u otro medio mecánico de publicación, conocería de ellos la jurisdicción de Guerra sólo si los encausados perteneciesen al Ejército.

No se dio una respuesta adecuada para dar satisfacción a los que se consideraban con la mentalidad de la época, agraviados. En la defensa que hace Fanjul del general Cavalcanti, complicado en la sublevación del 10 de agosto en Madrid, dice el primero que el Ejército se sintió dolido al ver que el Gobierno no castigaba al autor de la injuria.

Os dejo con el tan traído y llevado artículo publicado por El Socialista el 30 de julio de 1932 en su sección Glosas ingenuas, que pudo ser el detonante último para la Sanjurjada:



Psiquiatría militar


Cuando Trotski anduvo por España hizo un descubrimiento del que se maravilló justamente. Fué que encontró las cárceles españolas tan magníficamente organizadas, que dentro de ellas subsistían las clases sociales. Había departamentos de distinguidos y departamentos para proletarios. Trotski, que había recorrido casi todas las cárceles de Europa y de América, no pudo advertir en ninguna de ellas este refinamiento y pensó que España era un país que sabia hacer bien las cosas llevando a las cárceles la misma diferenciación de la calle, que no había por qué eliminada del presidio.


Desgraciadamente, Trotski no logró captar todos los matices admirables de nuestro país, y, aunque podemos envanecernos legítimamente de haberle ofrecido perspectivas insospechadas para él, nos produce amargura que no tuviera tiempo de conocer toda nuestra magnífica organización clasista. Tenernos celdas para distinguidos en nuestras cárceles y celdas para la plebe, corno tenemos médicos para los soldados y médicos para los jefes y oficiales. Tampoco creemos que en este punto los países extranjeros hayan llegado a un grado de civilización tan envidiable como el nuestro. Médicos para Los soldados y médicos para los jefes. Nadie podía sospechar tanta previsión. Sin embargo, de ello dio ayer testimonio elocuente el señor Juarros, al intervenir en el debate parlamentario sobre reclutamiento y ascenso de la oficialidad en el ejercito. El doctor Juarros proponía, muy certeramente, que se hicieran dos escalafones y que se exigieran a los médicos estudios y capacitación diferentes, según la clientela que se les asigne. Lo que no podremos comprender fácilmente son las razones que tenga el señor Juarros para obligar
los médicos militares que cuiden de la salud de los soldados los conocimientos apropiados a lo que él denominaba "la guerra psiquiátrica militar". Por lo visto, los oficiales y los jefes no necesitan de la psiquiatría. Esto nos parece una verdadera injusticia, y no creemos que deban extenderse de tal manera los privilegios hasta el punto de negar a un teniente coronel, por ejemplo, el derecho a caer en las divertidas fronteras de la psiquiatría, que los soldados cruzan marcialmente, como un terreno propicio para ellos. Este criterio adjudica a la psiquiatría un carácter de ciencia plebeya, que tal vez determine su desprestigio.

De todas maneras será preciso aceptar lo inexorable. Nos resignamos a ello, no sin cierta violencia, porque habíamos creído, hasta ahora, que eran los jefes y oficiales quienes más necesitaban de los psiquiatras. Pregonemos nuestro orgullo: tenemos médicos para los soldados y médicos para los jefes, cada uno de ellos especialmente capacitado para sus funciones respectivas. A veces, sin embargo, como denunciaba ayer el señor Juarros, el médico de un capitán, especializado en capitanes y preparado para vigilar la salud de los capitanes, se ha visto en el caso de tener que asistir de parto a la señora del capitán. ¡Terrible conflicto! Terrible porque, por muy psiquiatra que el médico sea, no había previsto que los capitanes pudieran llegar a estos trances. En estos casos debería establecerse una competencia de jurisdicción entre el médico de los jefes y el médico de los soldados. En definitiva, tendría que intervenir este último, porque podría demostrarse que la culpa de todo era del asistente.




viernes, 22 de julio de 2011

Balazos de la guerra en el jardín de San Carlos


Ya casi no quedan señales de aquella guerra que duró en la ciudad sólo tres días. Durante el último, 22 de julio de 1936, las zonas de lucha se encontraban en los barrios exteriores. Los defensores no podían sospechar que uno de los ataques les pudiese llegar desde la mismísima Ciudad Vieja que el Ejército señoreaba desde primera hora. Pero les llegó.

El jardín de San Carlos se encuentra sobre unas murallas que le sirven de paredes de contención, en donde estuvo la Fortaleza Vieja con su torre de la pólvora que estalló a mediados del siglo XVII ocasionando una catástrofe tanto por las muertes que originó como por los destrozos en edificios inmediatos. Desde el siglo XIX acoge el sepulcro del general inglés Sir John Moore, caído en la batalla de Elviña el 16 de enero de 1809. Allí llegaron el 22 de julio de 1936 fuerzas enemigas que quisieron atacar al Ejército por retaguardia. Según Arrarás (vol. 4º, t. XIV, p. 28) las patrullas que ocupaban la Marina ven de improviso que se las hostiliza desde el jardín de San Carlos. De acuerdo con este autor poco dura su entretenimiento porque unos oficiales avanzaron hacia ellos, los descubren y los persiguen, y cuando para salvarse se arrojan de la alta muralla, cuatro de los fugitivos quedan muertos.

La tradición oral también dice que había gente subida a los árboles del jardín de San Carlos que hostilizaba al Ejército. Para contrarrestar su acción, se emplazó una ametralladora en la torre de la cercana iglesia de Santo Domingo, desde la que se dominaba el jardín antes de construir el edificio que hoy acoge al Archivo del Reino de Galicia. Desde la torre de los Dominicos se barrió con fuego de ametralladora la arboleda. Y de esta batalla quedan aún en este espacio, al menos dos orificios de bala. En la lápida que veis arriba, situada a la izquierda del mirador de este jardín, en su parte superior izquierda se aprecian dos orificios de bala sobre el mármol. Más arriba y sobre el cemento parece haber otro. Hace como un año que los orificios fueron cegados, seguramente porque el concejal que desarrolló esta obra no conocía el origen de los mismos, que de saberlo sin duda colocaría alguna plaquita en homenaje a los bravos y valientes defensores de las libertades, la democracia y demás del repertorio al uso con el que dar las consabidas lanzadas a moro muerto.


jueves, 21 de julio de 2011

Caso Centelles: Salamanca territorio hostil


¡Cómo se le va la pinza a la gente! No digo que a mí no se me vaya, pero seguramente tampoco me entero en el momento. A veces tiene uno ocasión de leer chorradas sublimes. Estaba consultando hace poco un forito de archivos, cuando uno de los participantes empleando un tono entre solemne y dramático, comunicaba a los demás que el archivo de Centelles se había trasladado a territorio hostil. No os oculto que solté una pequeña carcajada.

Hace tiempo leía también por la red las quejas de quien se veía privado de la Causa General en el AHN, que a ver quien se desplazaba de Madrid a Salamanca. Y los demás que no vivían en Madrid, ¿qué hacían hasta hace no mucho tiempo para consultarla sino desplazarse a Madrid?

Seguramente coincido con ambos en el fondo pero no en las formas. Los fondos deben estar en donde se produce la primera acumulación de los mismos: el de Centelles en Cataluña; la Causa General, en Madrid. Pero vino el Centro Documental de la Memoria Histórica a trastocarlo todo, proyecto artificioso donde los haya con el que se persiguieron dos objetivos:

1.- Compensar con "camiones y camiones" (Carmen Calvo dixit, ni Pixie ni Dixie) lo que en mi opinión se devolvió con acierto a Cataluña, que es en donde mejor se van a entender los fondos que tuvieron su primera acumulación en esa comunidad; paliar con ello el desgaste del socialismo y políticos como Jesús Caldera que habían dicho de forma reiterada que de Salamanca no saldría un papel.

2.- Crear un centro documental con el que elaborar la historia de la guerra civil y el franquismo a la medida de quien le interesa y subvenciona por intereses puramente electoreros del PSOE. Al igual que el Archivo General de Indias se creó para contrarrestar las críticas extranjeras sobre la colonización española, el centro salmantino tiene en mi opinión por objetivo modelar la historia de España al gusto del socialismo. Con esto, a su vez, se persiguen otros objetivos. A falta de auténtica política izquierdista con la que se logre que los ricos sean menos ricos para los pobres sean menos pobres --para mí la única política izquierdista que cuenta-- se generan campañas de imagen izquierdista como es el anticlericalismo, el filorepublicanismo, o la memoria histórica, que en lugar de enterrar a los muertos que pueda haber en fosas comunes, se dedican a tomar el pelo a la gente a ver si cuela, afirmándose como supuestos izquierdistas en lo accesorio cuando ya no lo son en lo substancial. Pura imagen para diferenciarse de la derecha cuando en política económica no se diferencian.

Lo malo está en que con el nivel educativo que tienen ahora nuestros chicos de veintitantos años, me temo que la manipulación en ocasiones cuela. Quiero pensar que no siempre. Hace poco me encontraba en una reunión, que lamentablemente resultó mitinera. Como mostré mi oposición a la memoria histórica, aporté datos, incluso que el conferenciante no decía la verdad a sabiendas, me interpeló un chico preguntándome como era posible que diese mi opinión sobre hechos que no había vivido. Me limité a responderle que leía, por no decirle que el pobre muchacho se había cargado de un plumazo la arqueología, la historia medieval, la moderna, épocas de las que no queda nadie vivo y de las que se opina sin que tampoco a nadie se le hagan semejantes preguntas. En fin, algo habría que hacer para que la gente desarrolle el espíritu crítico, no se crea todo lo que sale en la tele y consulte varios medios para tener opinión propia.

Sería conveniente centrarse y dejar de atacar a la Sinde en cosas de archivos, que tengo la sensación de que en estos asuntos la chica no pincha ni corta; no pone otra cosa que la imagen y quienes están detrás son Rogelio Blanco y la subsecretaria de Cultura. Recuerdo aún un vídeo en el que comparecía esta ministra y tenía junto a ella a Blanco, personaje mucho más oscuro, astuto y taimado, tal vez con ocasión de una reunión del patronato de Simancas. Rogelio Blanco parecía un ventrílocuo, y con su habitual gesto compungido, con su figura que a mí siempre me recuerda al prototipo de empleado de funeraria de película del oeste, serio y grave como si temiese que la muchacha metiese la pata, la miraba por el rabillo del ojo y movía los labios como adelantándose a las declaraciones que la ministra tenía que realizar y sin duda se había aprendido de memoria. Ángeles González Sinde está en Cultura por otros asuntos, pero no por tener idea de lo que es un archivo, o esa sensación tengo. Detrás están Blanco y sus chicos que lo asesoran para que se adquieran para Salamanca los fondos precisos con los que enaltecer a los perdedores de la guerra y poner a los pies de los caballos a los ganadores.

Quiero decir con todo lo anterior que Salamanca no es un lugar tan alejado para quien resida en Madrid; mucho menos me parece un territorio hostil, que por lo que se sabe nadie que vaya allí desde cualquier otra parte de España lo hace con armas y bagajes en previsión de que los salmantinos vayan a hostilizarlo.

Algo tendrá que hacer el PP con el Centro Documental de la Memoria Histórica para que no sea un centro de la memoria socialista, pero como los veo como demasiado temerosos a que los lectores de Público aúllen o se les retuerzan como culebras, tampoco tengo demasiadas esperanzas. Otra cosa sería que se pusiese en Cultura a alguien con el valor e ideas claras --con las que se puede discrepar-- que tiene Esperanza Aguirre, que dice lo que piensa, lo defiende, y tan mal no le debe ir sin ponerse de perfil cuando los madrileños la eligen cada vez con mayor número de votos.



lunes, 18 de julio de 2011

Una versión poco conocida del Alzamiento en La Coruña


Dejo una versión poco conocida sobre el Alzamiento Nacional en la ciudad, alzamiento que no fue del generalato, sino de una juventud tan indignada como entusiasta, formada por tenientes y capitanes que se hizo eco del clamor nacional de aquella media España que, aterrorizada, no se resignaba a morir y paró los pies a quienes habían creado una situación prerrevolucionaria que para ellos devendría inexorablemente en revolucionaria. Otra cosa es que con la mentalidad de nuestros días los métodos empleados fuesen en extremo duros y se nos antojen inaceptables. Pero como siempre digo, aquella sociedad no es esta, afortunadamente; y en el otro bando no se emplearon métodos más suaves en donde cuajó la revolución, y a lo sucedido en el Cuartel de la Montaña o a las muertes de todos aquellos que se englobaban en el genérico fascistas, bien por serlo o por no simpatizar con el Frente Popular, o a las listas negras que se ocuparon por estos pagos en la Casa del Pueblo, con cinco mil nombres, me remito.

La versión más conocida del Alzamiento se debe al P. Silva Ferreiro, al que pese a su componente propagandística --como la que sigue-- todos consultaron de forma más o menos vergonzante porque lo que importan son los datos fuera de valoraciones, opiniones y adjetivos. La versión que sigue es también un testimonio de la percepción, primero angustiada y luego entusiasta, que tuvo una parte de la sociedad. Aparece firmada por un tal Gómez Valladares, para mí Enrique María Santos Bugallo, periodista de El Ideal Gallego, director de la Hoja oficial del lunes, o de la Asociación de la Prensa. Pero de esta atribución sólo puedo decir que la hago porque en otros artículos de este seudónimo están presentes sus críticas a las personas de posición acomodada por sus reticencias a pagar más impuestos con los que distribuir de un modo para él más cristiano sus riquezas; su preocupación por la situación social y los obreros, sus frecuentes referencias a la encíclica Rerum novarum de León XIII; su defensa del cooperativismo; o su admiración por la figura de Calvo Sotelo. Todo ello congruente con Enrique María Santos Bugallo. Aparece publicada en la Hoja oficial del lunes correspondiente al 18 de julio de 1938:

Cómo la guarnición de La Coruña se unió al Movimiento Nacional, ahora hace dos años

Un brochazo y un empujón, deciden la suerte de un pueblo. El banquete del Gobernador, se quedó sin comensales, al primer ruido.- Un diálogo por teléfono y el presentimiento del triunfo

Aquel día no funcionó el "teletipe". Se quiso comunicar con otras ciudades españolas, y todo permanecía quieto. Por de pronto supimos que en León no había comunicación con Madrid, y que por Asturias tampoco. Estábamos impacientes, y un tantico emocionados.

¿Sería verdad que había estallado el Movimiento? Desde la muerte de Calvo Sotelo se estaba esperando de un día para otro. Antes, eran presagios y rumores en los que intervenía la imaginación, principalmente; pero desde que el gran español cayó asesinado en Madrid, todos nos decíamos con loca impaciencia: "¿Pero qué esperarán ahora los militares?".

Ignorábamos que a esas horas Franco volaba de Canarias a África, donde le esperaban para iniciar el Movimiento.

Hacía dos días que no dormía en mi casa. El día que murió Calvo Sotelo me visitó una persona --hoy con importante cargo-- influyente en los medios policiales, que me dijo al oído:

--No vuelva usted por el Gobierno Civil.

-- ¿Por qué?

-- Le van a cazar a usted en la ratonera. No puedo decir más.

A pesar del consejo, al día siguiente tuve una entrevista a solas con "el marido de la Gobernadora" [Juana Capdevielle]. Porque ya es sabido que el verdadero gobernador no fue el que cayó fusilado. Era ella, mezcla de arpía y comunista la que en presencia de los periodistas, celebraba conferencias telefónicas con el Ministerio de la Gobernación, entre otros. Muchas veces ni lo llamaban a él.

--Diga usted a la señora (decía a un portero) que la llaman de Madrid.

Y con todo desparpajo, si bien usando de algunas contraseñas, recibía órdenes de los suyos, en nuestra presencia.

Pero aunque después dejé de ver al Gobernador, sabía lo que pasaba por la casa, porque no dejé de visitarla. Todos los indeseables de la provincia pasaban por la Casa Grande a recibir órdenes. Y se advertía, hasta por el más ciego, que se estaba preparando la ofensiva general en toda La Coruña.

Eran las once de la noche y seguíamos sin noticias, teniendo que apelar al recorte y la goma, clásicos en otros tiempos, y que los teníamos perdidos de memoria. De pronto, una llamada, dos, diez, cien; por todos los teléfonos. Eran voces de angustia, de pánico.

LAS SIRENAS ALARMAN LA CIUDAD

--¿Qué pasa? ¿A qué se deben esas sirenas? ¿Por qué anda tanta gente por la calle?

--Pues... por... echárselas de chulos. No hay nada; duerman ustedes tranquilos.

¿Qué íbamos a decirles? ¡Si los más intranquilos éramos nosotros! Sabíamos que se había dado orden a todas las organizaciones obreras de lanzarse a la calle con armas y bagajes. Y allí estaban, produciendo una alarma tan enorme, que bastaba coger el teléfono para explicarse el pánico de las gentes de orden.

Nosotros estábamos vendidos. Si se les ocurría venir encima, no había quien nos defendiese, fuera del poder de Dios. Y a todo esto sin noticias de Madrid. ¿Se lanzarían los militares? ¿Había llegado la hora del sacrificio y de la lucha? La presentíamos.

Llamamos a un teléfono.

--¿Pasa algo por ahí?

--¡Nada!


--¿Absolutamente nada? Y recalcábamos la frase. Del otro lado comprendieron el significado, pero como teníamos los teléfonos hace tiempo intervenidos, se limitaron a decirnos con señales evidentes de desesperanza:

--¡Nada, nada, nada!

UNA EMOCIÓN PREMATURA

Otro toque de sirenas. Los barcos estaban todos en los muelles. Y otro toque al teléfono del "¡nada!"

--¿Pero, no pasa nada por ahí?...

Creí que me caía de la silla, con la emoción. Me habían dicho: En este momento están las tropas de artillería rodeando el cuartel, con armas...

Me dirigí al director, y en presencia de todos los redactores y con las lágrimas en la punta de los ojos, alcé mi brazo derecho al cielo, muy terso, muy ufano, y pronuncié estas palabras: "ha sonado nuestra hora, la de la verdad, la de la justicia, la hora de España. ¡Viva España!"

Estábamos todos emocionados. Volvimos a llamar. Las cosas estaban igual. Las sirenas enmudecieron. Los marxistas se fueron a dormir. Las calles quedaron desiertas, y cuando ya de día regresamos a nuestras casas --los que fueron a ellas-- íbamos bajo una impresión de incertidumbre, de temor, de ansiedad...

Tenía yo para ello sobrados motivos. Sabía lo que se estaba preparando por el frente popular y sabía "lo que no se quería preparar por el general de la División".

LA "TÁCTICA" DEL GENERAL

Ya hacía días que los jefes del Ejército instaban al General para que se decidiese a unirse al Movimiento. Nunca se negó a ello; pero decía que... era muy pronto. Al principio no se sospechó de esta táctica; pero los dos últimos días todos se dieron cuenta de la jugada, que al fin y a la postre, le costó la vida.

Ya ha bajado al sepulcro uno de los más obstinados en aconsejarle que se decidiese; pero no conseguía nada. El domingo recibí por varios conductos --estábamos a 19 de julio-- noticias alarmantes de la que se preparaba en toda la provincia. Avisé a algunas personas significadas para que se pusiesen a buen recaudo, ya que serían las primeras en caer. Y me entrevisté con algunos íntimos que estábamos de acuerdo...

Me habían dado noticias desconcertantes. Los rojos, preparados. El lunes habría una concentración en La Coruña de toda la provincia, incluso de mineros de Vivero, como así fue. Se contaba con armas. El Gobierno civil estaba artillado. Por mis propios ojos fui a ver las ametralladoras de la Marina, las del Salón París, los sacos terreros y ladrillos. De Capitanía... las mismas noticias.

Apenas cené, y salí. Las calles desiertas. Las sirenas volvieron a reunir a la gente. Los portales de las principales vías, fueron obligados sus vecinos a abrirlos. Era una consigna para desde arriba tirotear a las tropas si se atrevían a salir. No pude llamar al amigo del teléfono. Poco después se realizaba la destrucción de la iglesia de San Pedro de Mezonzo.

UNA ENTREVISTA CON BARJA

Casi de madrugada, llegamos a casa de Barja de Quiroga, un bravo oficial retirado, y yo. A pocos pasos --no más de 20 metros-- los famosos "de la lejía" paleaban arena sobre un camión; era para los sacos terreros del Gobierno. Se conocía que hacían los últimos preparativos.

--Venimos a ofrecer nuestras armas y nuestras vidas. Esto no puede continuar. Mañana será tarde.

Barja (q.e.p.d.) con aquella serenidad característica en él, recibió el ofrecimiento con una mezcla de emoción y de duda. ¡Había que saltar por encima del general para decidirlo!

--A eso venimos nosotros. Si es preciso, ahora mismo, Juanito --le dijimos-- mañana tememos que sea tarde. ¿Nos decidimos?

--No hará falta, nos dijo. Vámonos a echar un poco; habrá que madrugar. Mañana se decidirá la suerte de La Coruña.

Y nos despedimos. En Riazor continuaban los de la lejía llenando camiones. Vieron luz en el portal, y miraron. ¡Lo menos que sospechaban era que estábamos hablando de lo que les importaba!

LOS VIGÍAS DE LA PLAZA DE LA HARINA

Suele suceder con frecuencia, que de los hechos más importantes se pasa a los más baladís; de lo sublime a lo ridículo. Así sucedió con motivo del "estallido" en La Coruña. Sirvan estas líneas de homenaje al más decidido y obstinado en la proclamación y ayuda al Movimiento, que vio su triunfo --en el que tuvo principalísima parte-- , pero no puede ver el final, por haber muerto no hace mucho. Otro más hemos de decir del más gloriosamente exaltado y a cuya solución se debe la solución final.

Aquella noche no durmieron los directores del Movimiento; ni tampoco los rojos. El Jefe de la División seguía obstinado en no declarar el Estado de guerra. De nada valían los consejos y exhortaciones de los más prestigiosos jefes. Ya cerca de la madrugada, concibió la idea de desbaratar el plan de los militares dignos, seguramente de acuerdo con el Jefe de la Media Brigada [Rogelio Caridad Pita]. No se dio cuenta el pobre señor, de que por la plaza de la Harina [las actuales plazas de la Constitución y de Azcárraga eran entonces una sola, y si bien su nombre oficial era este último, se conocía popularmente como plaza de la Harina] pasaban con demasiada frecuencia algunas personas que no debían inspirarle confianza; eran militares prestigiosos, complicados, que miraban, inspeccionaban, vigilaban...

--¡Que suba el jefe de Estado Mayor!-- Esta fue la orden dada a un ordenanza. Al poco tiempo se abrió una mampara y apareció la figura del jefe citado [Tovar].

--¡Queda usted arrestado en este despacho!

El despacho era el de propio general. Luego dio la orden a uno o dos más. Faltaba sólo uno, que se había dado cuenta, como todos, de que el general se estaba jugando la última carta y de que ellos también se la podían jugar, inútilmente... Era preciso tomar sus medidas. Pero no tuvo tiempo a pensarlo. Estaba afeitándose y con media cara limpia; la otra estaba enjabonada.

¡TODOS ARRESTADOS!

--Que haga usted el favor de subir, mi capitán...

¡Ya todo era tarde! Pero había que ingeniárselas. Los minutos valían un mundo.

--Haga usted el favor de decir la general, que me estoy afeitando y que subo en seguida...

El capitán V. [¿Volta?] dio con la rapidez del rayo dos o tres avisos. Salió al pasillo, avisó a dos o tres personas más, y poco después, todos juntos, penetraban en el despacho del general. El capitán aviador J. [Jack Caruncho] y el teniente de Asalto G. [Galán] estaban en la plaza de la Harina y fueron de los primeros en subir; otros andaban por las oficinas.

Los arrestados se irguieron al entrar en tropel; había llegado el momento. Se pidieron explicaciones, se discutió por breves minutos, violentamente. De pronto uno de los capitales E.J. [Eugenio Jack Caruncho] dio un fuerte empujón al Jefe de la División, y este rodó al suelo, arrastrado por su obesidad...

LA "ESCENA" DEL CUARTEL DE ATOCHA

Inmediatamente fue sujetado y detenido. Ya estaba ganada la partida. En Atocha había pasado algo bastante análogo.

El Jefe del Regimiento fue destituido en las últimas horas de la noche por el General de la Media Brigada. Al dejar sin mando a M.A. [Martín Alonso] encargó a N. [Óscar Nevado Bouza]. Fue una escena también rápida. Y N. lo primero que hizo al posesionarse en el acto, fue detener al general, que pasó al salón del piso superior. La causa estaba ganada.

Un brochazo y un empujón habían decidido la suerte de La Coruña. Todo lo demás era relativamente fácil, a pesar de la concentración. Lo que convenía era adelantarse a los acontecimientos y preparar las tropas. Se dictaron las órdenes y empezaron a llegar a los centros militares retirados y activos en un afán de superación emocionante.

Todo esto lo supe pocas horas después de haberme acostado. Tomé también mis medidas. Recogí mi pistola sin licencia, y a la calle. Camiones y camiones, traían de todas partes infinidad de obreros armados o a medio armar, con una impedimenta heterogénea. La fuerza pública se hallaba en el Gobierno Civil; las ametralladoras de la Marina y las del Banco Pastor, enfilaban hacia Capitanía, por donde temían, no sin fundamento, que llegase el chispazo. Y así era.

EL ÚLTIMO BANQUETE DEL GOBERNADOR


Los rojos estaban en el Gobierno Civil; todos los elementos directores, con más miedo que vergüenza, se hacían los "cheches" y paseaban por las narices de todo el que lo quisiera ver, unas escopetas... de caza, que partían los corazones.


El impaciente del Gobernador preparó un banquete; quizá presintiese que iba a ser el último, y quiso aprovecharse. Por cierto, que la mitad de la comida quedó sobre los manteles al ruido del primer "pepinazo". El espíritu heroico de los rojos era verdaderamente emocionante...

Sobre las tres de la tarde apareció por encima de la Dársena un cañón. En el Gobierno Civil hubo síncopes... Pero la "fuerza pública", que estaba en el Banco Pastor, atacó con ametralladoras a aquellos bravos artilleros, cayendo heridos varios: uno de ellos murió en seguida. Por cierto que el capitán que la mandaba murió después en el frente. Se quiso ahorrar vidas y se prescindió de emplazar el cañón en la Dársena. Se reclamó un mortero que fue enfilado desde una obra en construcción el tiro se precisó desde una casa inmediata y a pesar de todas estas dificultades y cuando nadie lo sospechaba un morterazo se colaba el primero, en el despacho del presidente de la Diputación, destrozándolo todo y por elevación el despacho de arriba, que era el de propio Gobernador. El pánico fue... emocionante. La mitad de los defensores desaparecieron en el acto.


SE RINDE EL GOBIERNO CIVIL

Otros pepinazos certeros y seguros entraron en el mismo edificio. Poco después se izaban banderas blancas y las tropas asaltaban el edificio deteniendo a los pocos valientes que allí quedaban.

He aquí como surgió en La Coruña la fecha del Movimiento Nacional, el 20 de julio de 1936, que pasado mañana conmemora su segundo aniversario y en el cual tuvo una acción tan decisiva un brochazo de jabón y un empujón de un valiente. Las pequeñas cosas a veces son decisivas, como en este caso.

GÓMEZ VALLADARES








viernes, 15 de julio de 2011

¿Vi el Códice Calixtino?


Hará cosa de unos cuatro años con motivo de una visita que hicimos un grupo, entre otros sitios, a los tejados de la catedral que aún no se abrían al público, visitamos el Archivo de la Catedral de Santiago. Si os soy sincero sólo sólo tengo una idea difusa acerca de habernos movido por un lugar que recuerdo como laberíntico y al final subimos por una escalera de caracol hasta encontrarnos en una estancia que se me antojó espectacular con sus muebles de madera de época. Allí, en una mesa alta estaba sobre un atril el Tumbo A y otros documentos. Desde luego recuerdo el Tumbo A, para mí más emblemático que cualquier otro documento de ese Archivo, que manejaban con guantes y no nos dejaron tocar. No sé si nos enseñaron el Tumbo B, el C, el de Concordias, el Breviario de Miranda u otros documentos ¿Estaría entre ellos el Códice Calixtino? No tengo seguridad.

Tal vez el hecho de ver archicitado el famoso Tumbo A de la Catedral de Santiago me hizo percibirlo como un documento mítico y aún hoy recuerdo sus dimensiones, como de folio prolongado, sin que recuerde los demás. El Calixtino lo recuerdo de una copia facsimilar carísima que posee un amigo en su biblioteca particular. Está numerado y al final aparece la fecha, que tampoco recuerdo con precisión, mil ciento cincuenta y pico.

Por cierto que con este robo hemos sido testigos de las habituales idas de olla de los periodistas. Sólo faltó que le llamasen papiro. Por lo demás, el Códice Calixtino se nombró como incunable, como si fuese un impreso del siglo XV; también lo vi, tomando la parte o el soporte por el todo, denominarle pergamino. Entre las idas de olla políticas, una de las más simpáticas la encontré en un artículo cuyo autor sostenía que en este documento se distinguía entre ciudades españolas y ciudades gallegas, esto a mediados del siglo XII... Dentro del Calixtino, hay un capítulo de un libro que se titula De los nombres de las ciudades de Hispania (que no de España), título que el autor, algo tramposillo, omitía. Este capítulo comienza nombrando las ciudades y villas grandes que al decir del Calixtino, Carlomagno habría conquistado a los árabes en Gallaecia, que no en Galicia. Sigue con las demás de Hispania (que no de España) que también habría conquistado. Y una traducción inaceptable que recoge este artículo hizo que en donde le convenía a su autor, repito que algo tramposillo, Hispania fuese España; o que Gallaecia pasase a ser Galicia. Todo lo cual le dio pie a que según él, el Calixtino distinguiese entre ciudades "españolas" y ciudades "gallegas". Se trata de un capítulo más de determinada corriente historiográfica muy relacionada con la memoria histórica que tiene fama en Galicia de construir una historia in-ven-ta-da.




miércoles, 13 de julio de 2011

El del Códice Calixtino no fue el primer expolio


En absoluto lo fue. Antes hubo despojos realizados de forma injusta, como los llevados a cabo por la Real Academia de la Historia o el Cuerpo facultativo de archiveros del Estado en un tiempo en el que se consideraba que si la capital de España estaba en Madrid, a esta ciudad le competía escribir la Historia de España, aunque en Galicia hubiese archivos servidos por archiveros que podían conservar perfectamente los documentos como se conservaron los demás. Pero hubo hurtos y sobre todo abandono, que aún sigue. La moda, al parecer, es ir a lo fácil echándole la culpa a los custodios y olvidarse de hacer inversiones en archivos que total sólo son papeles viejos; o en prometerlas mil veces y nunca realizarlas. Que en La Coruña, Orense y Pontevedra están con el agua al cuello sus archivos históricos provinciales con grave riesgo de que las oficinas públicas tiren como ya tiraron documentación (de Educación y de construcciones escolares en La Coruña o de las Cámaras Agrarias en Pontevedra), el MCU mira para otro lado, que para eso los gallegos no los votan.

Os dejo unas notas sobre otros expolios, que debió escribir entre 1924 y 1953, no para publicar, sino como meras notas de trabajo, Ángel del Castillo López, erudito, archivero, que no se cita mucho y lo tengo por uno de los pocos de su tiempo que fueron íntegros y no se dedicaban a expoliar archivos. Aún los hay hoy "ilustres", que siguen expoliando archivos de forma indirecta comprando, o llevándose o intentando llevarse documentos que algún día venderán ellos o sus sucesores a instituciones, sin que estas se pregunten por el origen claramente ilegítimo de lo que les venden.

¿Cuál es el origen de la Colección López Ferreiro del ACS? ¿Y los pergaminos que describe Eladio Leirós en su catálogo de los conservados en el Archivo de la Catedral de Orense? ¿Y las estampas de la Colección Martínez-Barbeito o los pergaminos de la Colección Martínez Salazar del Archivo Municipal de La Coruña? ¿Y los documentos de la Colección Vaamonde Lores del Archivo del Reino de Galicia? ¿Y los pergaminos de la "maleta de Murguía" de la Real Academia Galega? ¿Y, entre otros, el libro de actas de la Real Academia de Agricultura establecida en La Coruña en el siglo XVIII de la que fue secretario José Cornide, libro que aparece en una relación de entrega del fondo José Cornide al Archivo del Reino de Galicia, y que hoy forma parte de la Colección Martínez-Barbeito de la Fundación Pedro Barrié de la Maza? Como dice el bueno de D. Ángel del Castillo, mejor no seguir, pero mientras los archivos no den ejemplo, no empiecen por ¿moralizarse? y se devuelvan de buen grado lo que no les corresponde por ley o por ser de una procedencia que repugna, ilegítima, incluso de despojos autorizados por el Estado pero realizados con injusticia grande, difícilmente se podrá poner freno a la delincuencia y tráfico de documentos.

Archivo de Sobrado

Por R.O. de 18 de agosto de 1850, la Real Academia de la Historia envió a Galicia a su individuo de número e ilustre bibliógrafo D. Pascual de Gayangos, para que recogiese de las oficinas de Desamortización todos aquellos documentos procedentes de iglesias, monasterios, etc. "que no acreditasen propiedad ni rentas", a fin de acrecentar con ello el Archivo de dicha Academia y fomentar los estudios históricos. Practicada en las oficinas de la Administración de Hacienda la selección de lo que al Sr. Gayangos le pareció de mayor importancia, lo envió a dicha Academia, a Madrid, en donde estuvieron mucho tiempo los documentos, hasta que en 1896 fueron trasladados al Archivo Histórico Nacional, recién instalado en el Palacio de Bibliotecas y Museos, donde actualmente se guardan y custodian, habiéndose publicado en 1924, un interesante "Inventario de Procedencias", de dicho Archivo, "del clero secular y regular", al que precede una interesante
Introducción, de D. Joaquín González, en la que se califica a las colecciones de la provincia de la Coruña de no muy abundantes, aunque algunas contienen documentos "de considerable antigüedad", siendo el mas antiguo del año 862, de Santa Eulalia de Curtis. En él existen de Sobrado 622 pergaminos de los años 1078 al siglo XVI y 7 legajos de papeles, un Cartulario del siglo XIII en dos tomos, y "un ms. del siglo XVIII con noticias y documentos sobre la fundación de este convento" (¿qué será? ¡verlo!), todo ello interesantísimo para la historia del monasterio, pero no menos paras las de la Coruña, Betanzos y otras localidades (el Burgo, la Graña, etc.) donde el monasterio tuvo jurisdicción, prioratos, granjas, bienes y rentas; empezando los documentos en el siglo IX.

De ellos se valieron entre otros, Villalpando y Carbajo; el Sr. Godoy Alcántara para su interesante "Ensayo sobre el origen de los apellidos castellanos", y D. Eduardo de Hinojosa para sus valiosos estudios sobre "el modo de ser de las personas y de la propiedad en la Edad Media".


Fueron los de Sobrado estudiados, entre otros muchos, por los investigadores D. Antonio Ballesteros, Dihigo L. Barrau, Baumgarten, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Gómez Moreno, Eladio Oviedo y yo (nº 571).


Después de la "no muy detenida selección académica" quedaron aquí, en la Administración de Hacienda, muchos documentos y libros, no pocos de importancia, de "accidentada historia" (que conozco, pero que vale más no seguir), algunos como las Historias de Villalpando y Carbajo vinieron a parar a manos de D. Antonio Rey Escariz, otros a las de D. César Vaamonde y Martínez Salazar, que donó [sic] al Archivo Regional de Galicia, de que fue Jefe, 363 pergaminos, algunos de Sobrado (privilegios, donaciones, foros, rentas, etc. --en latín-- de los siglos X al XIV, y foros, rentas, etc., en gallego, de los siglos XIII al XVI) y buen número de libros de estos, profesiones, visitas, etc., y un
Tumbo de 912 folios marquilla, encuadernado en cuero sobre tabla, que contiene testimonios de escrituras que comienzan en el año 1499 (¿será este el famoso tumbo?), "de todos los lugares de Sobrado por sus feligresías".

Otros muchos documentos y libros impresos y manuscritos se pudrieron en dos habitaciones del piso bajo de la Casa-Intendencia, a donde "a brazadas" se condujeron, del patio inmediato. Habiendo necesitado el Gobierno Militar las dos habitaciones del piso principal que ocupaban, y una vez pedidas y no conseguidas por el Administrador de Hacienda, se mandó a unos soldados que arrojaran por la ventana al patio, libros y papeles, donde estuvieron durante meses "lloviendo sobre ellos y a merced de todo el mundo", hasta que, mojados y a granel, fueron trasladados a los locales contiguos y húmedos del bajo, hasta que habiéndose encomendado, 25 años después, a Martínez Salazar el arreglo del Archivo de Hacienda, después de varios días de "poco higiénica labor" -dice- se hizo colocación de lo más útil, trasladando lo más importante a la Delegación de Hacienda, y enviándose a las estercoleras municipales "dos carros de pasta de papel, cartón y pergamino".


ARG, Ángel del Castillo, 16.703.


sábado, 9 de julio de 2011

Persecución sindical a trabajadores libres: el homicidio de Luis Amboage


Uno de los factores que en mi opinión han dado prestigio generalizado al Movimiento 15-M es sin duda la no violencia. Tengo para mí que la población española está cansada de los anacronismos de violencia sindical, esto de ir a la cafetería de la esquina tras un día de huelga y tener que compadecerse y solidarizarse con el dueño, de indignarse con él, porque unos maleantes informativos resulta que le pusieron silicona en la cerradura y la bromita le salió en 300 eurazos de vellón. Deben ser contados los que no perciben con bochorno a los maleantes informativos, quemando neumáticos en cualquier carretera, asaltando tiendas para obligarlas a cerrar, o ejerciendo brutales coacciones en los accesos a polígonos industriales para obligar a hacer huelga a quien está en su perfecto derecho de no hacerla si no quiere. Si estos excesos se producen con toda impunidad en nuestros días ¿qué no ocurriría durante la II República en donde uno de los deportes estrella era el boxeo, en donde la violencia estaba bien vista y las conductas primarias estaban generalizadas en amplias capas de la población?

El sindicalista que veis en la imagen fue con una pistola y una porra a por uvas el 20 de marzo de 1936 persiguiendo a unos trabajadores que no pasaban por los aros que marcaba la CNT; y salió del apuro con una partida de defunción en la que aparece muerto como consecuencia de hemorragia interna. A lo mejor alguien se cree que los malvados franquistas andaban ya haciendo de las suyas en los registros civiles antes de empezar la guerra, que con lo que leo últimamente sobre metodología de investigación no sería de extrañar.

En el muelle había un grupo de obreros dedicados a las tareas de carga y descarga de los barcos, disidentes de la afiliación mayoritaria a sindicatos tributarios de la CNT. Pertenecían a la UGT y fueron "invitados" a darse de baja en este sindicato para afiliarse a la CNT. Una vez aquí se les expulsó y como por ejemplo y para el caso que nos ocupa, la CNT acaparaba casi todos los trabajos en el muelle, tanto fijos como eventuales, los engañados no encontraban trabajo así que decidieron emprender su camino fuera de toda afiliación sindical. El entorpecimiento por parte de la CNT hacía que sólo obtuviesen trabajo todos cuando los trabajadores anarquistas declaraban la huelga, siendo por esta actitud muy mal vistos por los elementos anarquistas que los tachaban de esquiroles, sufriendo amenazas y coacciones. Como ya comenté en alguna anotación, falangistas y esquiroles constituían minorías perseguidas y maltratadas. En cuanto el león rompe su jaula no es de extrañar que se enciendan cóleras, se cobren venganzas o se lleven adelante crueldades inexplicables si no se tiene en cuenta la persecución y el maltrato previo.

Con la victoria del (funesto) Frente Popular la CNT consigue que el Estado haga suyas las coacciones, y así el gobernador civil José Sánchez Gacio obligó a la Patronal a borrar de las listas de contratación temporal para las labores de carga y descarga en el muelle, a los jornaleros no sindicados que la CNT le había señalado como esquiroles, dejándolos en la miseria. Para paliar esta situación, la Asociación General Patronal dio una subvención de 25 pts. semanales a los 90 obreros expulsados que trabajaron en momentos de huelga. El 20 de marzo de 1936 seis de estos obreros habían ido a pasar lista como hacían todos los días a los locales de la Asociación General Patronal. De regreso se cruzaron en Linares Rivas con dos sindicalistas de la CNT, Luis Amboage Mato y Acracio Seoane Díaz, que dieron la vuelta y los fueron siguiendo por Santa Lucía hasta la escalinata. Por esta bajó Acracio y creyeron los perseguidos que lo hacía para buscar refuerzos. Al percatarse en Linares Rivas que Amboage y Acracio los seguían, los obreros no sindicados formaron dos grupos de tres. Delante Humberto Anido Castro, de 31 años, Ricardo Paños López, de 29, y Manuel Martínez Cadaveira, de 28. Detrás iban José Cedeira Zas de 53 años, Victorino Escudero y Gonzalo Chas Solís, de 25 años este último.

Rebasada la escalinata de Santa Lucía siguieron por Castiñeiras y en el encuentro de Marqués de Amboage con Caballeros, Luis Amboage rebasó al segundo grupo colocándose tras el primero. Al llegar estos a los ranchos de Lozano en la calle Caballeros en donde vivían Gonzalo Chas y Humberto Anido, parece que Luis Amboage se fue hacia Humberto cuando pretendía abrir la puerta y empuñando una pistola y una porra, al grito de cabrón, tú ya no abres más la puerta que aquí te pateo yo, le disparo un tiro con tan buena suerte para Humberto que al echarse hacia la puerta para entrar en su vivienda, fue a impactar en la casa de al lado en donde rompió un cristal.

A partir de este momento las versiones no concuerdan. Para unos Luis Amboage salió pistola y porra en mano persiguiendo Ricardo Paños al grito de maricón, desgraciado, no te escondas XD momento en que le dispararon desde unos árboles que había al final del callejón que formanban los ranchos de Lozano yendo a caer muerto a unos 150 m. Entra también dentro de lo posible que en virtud de lo que aparece en las declaraciones, a Amboage se le encasquillase la pistola, saliese huyendo, momento que aprovecharon los obreros no sindicados para hacer con él lo mismo que Amboage pretendía con ellos: matarlo. Os dejo mis notas.

Pese a las minuciosas investigaciones realizadas, hay que reconocer que la Policía de aquellos tiempos no poseía los medios técnicos de investigación que posee hoy y así no fue posible concretar quien disparó contra Luis Amboage. De este modo, tras el juicio los procesados salen absueltos. En cualquier caso me parece muy probable que Luis Amboage al comenzar la guerra y en caso de estar vivo, sería considerado un individuo peligroso para el orden público y ejecutado, como lo fue sin formación de causa su compañero Acracio Seoane Díaz. De los antecedentes del interfecto resulta que había nacido en 1900; en agosto de 1931 ingresó en la cárcel por sospechoso y huelguista; volvió a ingresar en prisión en diciembre por reparto de hojas clandestinas; detenido por atentado por medio de explosivos en enero de 1932; y finalmente fue detenido y denunciado por coacción en agosto de 1935. Falangistas y trabajadores libres llevaban pistolas, y ya vemos que las necesitaban porque izquierdistas y anarquistas también las usaban y ponían en grave riesgo su vida, aunque ocurría en ocasiones como la que nos ocupa que quienes iban a por uvas salían trasquilados.

El mismo día de este homicidio la CNT declara la huelga general, pródiga en choques violentos de los que resultan bastantes heridos. Se asaltan los locales de la Asociación General Patronal y de la JAP, exigiendo que se echase de la ciudad a los 90 obreros no sindicados. La versión anarquista de los hechos se puede leer en Solidaridad, en donde, para variar, se hacen las víctimas, que al parecer la patronal armaba a los esquiroles. Del arma y porra con punta de plomo que portaba el mártir, ni mu. Sin comerlo ni beberlo el presidente de la Patronal, José Luis Pérez Cepeda, es desterrado por el gobernador civil a 150 km de la ciudad. La república de tócame Roque.




lunes, 4 de julio de 2011

De abortos y hallazgo de fetos


Uno de los tópicos que habréis leído y se repiten, entiendo que de forma acrítica, viene a decir que durante el Franquismo las mujeres que querían abortar tenían que ir a Londres, y este viaje sólo lo podían hacer las pertenecientes a familias de posición acomodada. Bueno, un cuento sobre el malvado Franquismo, que ya se sabe que aguanta de todo. Durante el Franquismo, durante la II República y antes se practicaban abortos clandestinos en cualquier sitio. Podían efectuarlos mujeres que se dedicaban de forma clandestina a estos menesteres, se supone que en general sin resultados desfavorables por la cuenta que les traía. Al parecer introducían en la vagina de la chica perejil, ruda u otras hierbas que provocando contracciones servían como abortivas. Era mejor que lo efectuase algún médico, un practicante o una comadrona que desarrollaban esta operación con otras garantías sanitarias. En estos casos y por la tradición oral que pude recoger, se empleaba una solución salina que introducida hasta la bolsa mediante una cánula producía la maduración del embrión o feto, haciéndolo inviable. A las pocas horas la mujer lo debía expulsar.

El peor caso se presentaba cuando el aborto se hacía en una fase ya muy avanzada del embarazo y sobre todo cuando lo hacía la propia embarazada o personas sin experiencia de la propia familia. Conozco un caso en el que las hermanas de una mujer que iba a casarse, ante el deshonor que podría suponer que la chica llegase al altar con bombo, le practicaron un aborto. Sea porque la chica no expulsó toda la placenta y membrana con la subsiguiente infección; o porque las hierbas empleadas ocasionaron también una infección en la herida que de forma inevitable se genera en el lugar que ocupaba la placenta, el caso es que falleció en torno a 1945. Las hermanas de la difunta no fueron procesadas. Sospecho que se hacía una interpretación sui generis de principio de mínima intervención del derecho penal. Hoy en día no entendemos muy bien lo que es el honor, pero en aquellas fechas era algo muy importante. Imagino que tanto el médico que intervino como el juzgado debieron interpretar algo así como que aquellas señoras, que conocí, sólo querían proteger el honor familiar, y por una suerte de compresión congruente con la mentalidad de la época, no se les achacó responsabilidad penal alguna.

Os dejo mis notas, que constituyen sólo una cata no exhaustiva en los años 1935 y 1936. Sorprende la aparición de fetos en cualquier calle, en una tienda de telas, en las aguas del puerto, en unas huertas, en la orilla del mar después de haber sido conservado en alcohol; en el cementerio dentro de un contenedor usado para tirar flores ya secas, o tapado con poca tierra; y como no, está presente el caso lamentable de una chica que se había introducido por la vagina una pastilla del famoso sublimado corrosivo, que tanto servía para tratar enfermedades de transmisión sexual, para suicidarse, como en este caso para abortar con resultado de muerte para la embarazada.

Entiendo que los fetos hallados en plena vía pública o en una tienda se corresponden con abortos naturales de mujeres a las que les sorprendía esta contrariedad y por vergüenza, o debido a un carácter áspero por no darle importancia al hecho, no se tomaban ni la molestia de recoger el feto que se quedaba en donde lo abortaban. Un poco o un mucho brutas sí que eran ¿o no? En otros casos, como los hallazgos en un contenedor de flores del cementerio, enterrados en dicho lugar, o localizados en las aguas del puerto, yo diría que se trata de abortos provocados en donde se quiso dar un destino más o menos piadoso en el caso del enterramiento, o propio de conductas primarias en los demás. En el caso del feto que se encontró a la orilla del mar, después de haber sido conservado mucho tiempo en alcohol tal vez haya que relacionarlo con algún trabajo científico poco ortodoxo o fuera de la ley.

Por suerte, hoy una mujer que precise abortar no debe pasar por los peligros para su salud a que estaba sometida durante la II República o durante el Franquismo y difícilmente una chica de nuestros días sería tan bruta --o eso quiero creer-- como para dejarse introducir hierbas por su vagina o en caso de un aborto espontáneo, como para abandonar el aborto en plena vía pública por miedo al que dirán o por no darle importancia a abandonar un feto en cualquier sitio. Cosas de aquella sociedad hipocritilla, en donde no sólo los varones eran brutos, las señoras participaban también de conductas que hoy se nos antojan primarias, rudas o poco civilizadas.