sábado, 10 de septiembre de 2011

Niños: Dios no existe


A propósito de las últimas manifestaciones de maestros que trabajan en la enseñanza pública, a los que aquí en Galicia veo cabalgando a lomos de los más exaltados de nuestra sociedad, recordaba algo que me contaron y espero no tengan por un modelo al que aspirar.

Nos situamos durante la guerra civil o a principios de los 40 en la avenida de Rubine, junto a la casa de D. Ángel del Castillo. Allí vivía en un cuarto piso una maestra que al comenzar el Movimiento fue depurada. Pronto veremos que si la medida hoy sería vista como un exceso, también entiendo que en nuestros días y en justicia, no debía librarse de la instrucción de un expediente disciplinario. La casa en la que vivía esta maestra contaba con un pequeño patio de luces cubierto. Con lo cual lo que decía en su casa se oía en las otras. Aunque era una mujer muy fina y se encontraba en una situación económica desahogada que le permitía mantener por ejemplo a una criada, llamémosle Pepita, complementaba sus ingresos dando clases en su propio domicilio.

Los maestros republicanos eran considerados agentes de republicanización de aquella sociedad, entendiendo por republicanización entre otras cosas convertirse, no en defensores de una sana separación de Iglesia y Estado, sino en propagadores de un adoctrinamiento sectario, laicista para el caso que nos ocupa. Un día se encontraba en el mismo edificio junto a las ventanas que daban al patio de luces, la madre de una amiga --que refirió a su hija este hecho a lo largo de su vida en multitud de ocasiones-- cuando escuchó a la maestra:

Niños, Dios no existe. Fijaos. A ver Dios, tráenos la merienda.

Se producía un silencio y lógicamente no ocurría nada.

Veis, no nos la trae. Dios no existe. Fijaos ahora. Pepita, tráenos la merienda.

Allí se presentaba la criada con la merienda para los niños.

Veis niños, Pepita sí existe. Dios no.

La madre de mi amiga, como los demás vecinos de aquella casa eran buenas personas, y pese a ser católicos y repugnarles el sectarismo y la beligerancia anticatólica de la maestra, no la denunciaron. Si esa era la formación que daba esta maestra cuando había sido depurada ¿qué no haría durante el régimen republicano?

Se suele hablar del Magisterio como el cuerpo de funcionarios que fue más reprimido, pero falta la primera publicación en la que haya visto casos como el que acabo de relatar, porque estoy convencido de que este no es excepción.

No me gusta la masonería. Tampoco las posiciones de un catolicismo adoctrinador como el Opus Dei y similares. Ambos por un motivo que tengo claro: tratan de influir en la marcha de la sociedad como grupos de poder moviendo hilos entre bastidores, en fraude a la soberanía nacional, con un programa oculto que no votamos. Lo cual me parece algo inaceptable en una sociedad democrática y a lo que habría que poner límites. Me temo que no se ponen porque están infiltrados en cargos de la máxima responsabilidad y mueven los hilos --repito que en un inaceptable fraude a la soberanía nacional-- e impiden poner freno a sus respectivos excesos.




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