martes, 13 de septiembre de 2011

Asalto a la Unión Regional de Derechas


Cuando en ABC dedicaron varios reportajes en 1961 para recordar o dar a conocer Como se vivía en España hace 25 años, durante el gobierno del Frente Popular, manifestaban que no lo hacían como Zapatero por un deseo indigno de reavivar rencores y animosidades, que estaban ya bien sosegadas, sino para invitar a todos a abominar de aquellas jornadas de ignominia, vergüenza y estigma para un pueblo civilizado y que solo eran posibles cuando la autoridad se inhibe o, complaciente con los criminales, les estimula a perpetrar sus desmanes. Me voy a ocupar en esta anotación de un caso claro en el que la autoridad se inhibió, si es que este y otros asaltos ocurridos el mismo día y el siguiente, no fueron estimulados por las autoridades con el propósito oculto de echar a las derechas de aquella democracia poco democrática.

De acuerdo con Gil Robles los asaltos a locales de la CEDA tras el triunfo del Frente Popular fueron continuos, y así el 20 de febrero les asaltan o incendian las sedes de Alcalá de Henares, Melilla, Betanzos, Carmona, Cartagena, Elche, El Ferrol, La Línea, Marchena, Murcia, Palma del Río, Palomares, Pontevedra, Santiago de Compostela y Huelva; el 23 de febrero le toca a Miranda de Ebro; 24 de febrero, El Pedroso y Lavadores; 29 de febrero, Paradas; 4 de marzo, Alcantarilla; 6 de marzo, Ares; 9 de marzo, Segovia y Ecija; 11 de marzo, Puente de Vallecas; 14 de marzo Logroño y Ribadesella; 16 de marzo, Alberique; 17 de marzo, Albacete; 18 de marzo, Almansa y La Coruña; 27 de marzo, Tabernes de Valldigna; 30 de marzo, Torrelavega (No fue posible la paz, Barcelona : Ariel, D.L. 1967, p. 637, n. 8).

Como quiera que los autores que se ocupan de la II República en Galicia o de la guerra civil, omiten el asalto a la Unión Regional de Derechas de La Coruña --hecho ocurrido el 18 de marzo de 1936-- o en casos excepcionales lo relegan como dato telegráfico a las notas, no conociendo ninguna publicación o entrevista a los represaliados por el Franquismo en donde se les pregunte por este hecho, me ocupo hoy de él porque entiendo que es desconocido para la ciudadanía. Dicho de forma clara: porque entiendo que los turiferarios de la memoria histórica no dicen ni mu.

El 18 de marzo de 1936 un grupo numeroso de personas, sobre las ocho de la tarde, asaltó el local social de la Unión Regional de Derechas situado en el primer piso del edificio que veis en la imagen, en el nº 10 de la calle Real. La CEDA se había formado por una coalición de partidos. Aquí en La Coruña, la marca no era Acción Popular --aunque se les confundía--, sino Unión Regional de Derechas. En este asalto recomiendo que mejor que lo que pueda yo dibujar en pocas líneas, que os leáis el acta notarial que se levanta para conocer el estado en que quedaron las instalaciones y aparece el principio de la causa. Sólo se me ocurre un calificativo: impresionante. Se arrancan y destrozan las puertas, se rompen vidrios, desaparecen cortinas, lámparas y alfombras; se esparcen los papeles, se rompen los cristales, se arroja el mobiliario por las ventanas y balcones, desaparece el teléfono y hasta el cableado; se sacan de su empotramiento radiadores, se tira una bañera al patio de luces, desaparecen los libros y estanterías de la biblioteca, los sellos de la entidad que luego serían usados de forma fraudulenta y en su nombre para estafar a los vecinos de derechas, etc. A día de hoy hablar de hordas o de hordas marxistas nos suena a propagandístico. Aseguro que tras leer en esta causa la descripción de lo ocurrido en este local uno entiende perfectamente porqué les llamaban hordas. El notario llega a decir que quedó el local arrasado, y que para realizar la operación se tuvo que invertir bastante tiempo. Estando como estaba esta sede a escasos metro de Comisaría y del Gobierno Civil, instalados entonces en el edificio del teatro Rosalía de Castro, se entiende a la perfección que aquí, si el asalto no fue estimulado por las autoridades --algún testigo manifiesta que se realizó a presencia de ellas, entre otros el capitán de Asalto, Manuel Patiño Porto-- no cabe la menor duda de que se inhibieron. Sobre todo porque este no fue el único asalto del día ni de los siguientes y en la ciudad había fuerzas de Asalto y Guardia Civil ¿Cómo iban a parar esta expansión cuando la realizaban socialistas y comunistas enfundados algunos en camisetas rojas, integrantes del Frente Popular?

De forma llamativa, el sumario se sobresee por no haber podido identificar a nadie. Esto antes de iniciarse el Alzamiento. Al comenzar este se producen dos denuncias. La primera del falangista Eduardo Patiño Pérez, que vivía en la calle del Torreiro y vio como José María Eirís Carro --al que identifica, no como librero, sino como propietario de un "establecimiento de venta de periódicos"--, uno de los defensores del Gobierno Civil el 20 de julio, se encontraba en un balcón, hay que suponer que uno lateral, hoy convertido en ventana, y que veía desde su casa. También acusó a tres más, pero al final resulta que a dos los vio por allí, y el tercero según confesión posterior de Patiño, en realidad lo acusó por haberlo visto en otras ocasiones con los demás. Patiño declara que no había denunciado estos hechos con anterioridad por entender que eran consentidos por las autoridades.

Se produce también una segunda denuncia por parte de Manuel Bueno Lago, opositor aprobado para el Cuerpo de Investigación y Vigilancia, y agregado a la Comisaría por el delegado militar en la misma. Manuel Bueno vivía en la cercana calle de la Barrera y al oír el ruido bajó a la calle. Denuncia a Rafael Barreiro Valeiro como uno de los participantes en el asalto al local. El acusado reconoce ante el juez que si subió a la sede de la URD, su actuación se limitó a tirar unas pocas alubias por el suelo de las que había en el local destinado a depósito de asistencia social en el que había además patatas, tocino, etc. Los daños ocasionados tanto en el inmueble como en el mobiliario, según valoración de peritos, ascendieron a la respetable cantidad de unas 18.000 pesetas de la época.

La causa se sustancia con una condena para José María Eirís Carro y Rafael Barreiro Valeiro a la pena de un año y ocho meses de prisión. Los demás procesados salen absueltos. Eirís, al que se pinta en el informe de conducta como extremista, lo que para la época equivale peligroso para el orden público, será paseado el 12 de enero de 1937 aprovechando un traslado de prisión. Os dejo mis notas.



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