martes, 23 de agosto de 2011

Un relato fiable sobre el Alzamiento en La Coruña


En general, los relatos procedentes de publicaciones editadas en zona republicana sobre lo ocurrido en Galicia durante el Alzamiento o durante la guerra no suelen tener ni pies ni cabeza y no se compadecen en absoluto con lo que se conoce a través de fuentes fiables. No me parece que la falta de fiabilidad sea aplicable al relato que sigue, cuyo autor es en mi opinión el concejal Martín Ferreiro Álvarez, que fue quien en tarde del 19 de julio de 1936 descerrajó en el Ayuntamiento el arcón en donde se conservaba la dinamita para las obras del parque de Santa Margarita. El relato tampoco es perfecto y resulta confuso a la hora de indicar cuando se hizo con la dinamita. Martín Ferreiro indica que llegó al Gobierno Civil el domingo 19 de julio por la mañana, en donde permanece, y que por la tarde estuvo ausente del Gobierno Civil de tres a nueve de la noche, sin que explique a donde fue. Más bien de tres a nueve de la noche del domingo almorzó y a continuación realizó gestiones para hacerse con la llave del arcón en el que se guardaba la dinamita. Al no fructificar, entre las seis y ocho de esa tarde violentó la cerradura y transportó el explosivo a los bajos del edificio que ocupa el teatro Rosalía de Castro, que en 1936 era también sede del Gobierno Civil y Diputación Provincial. Este concejal obtuvo su acta en 1931 como candidato del Partido Republicano Radical Socialista. En 1935 se integra en Unión Republicana.

A través de este relato se puede comprender porqué la esposa del gobernador Juana Capdevielle era denostada como "la Gobernadora"; porqué Ángel Ramos la llama "malvada individua"; o los motivos que llevaron a Santos Bugallo a tenerla por una "mezcla entre arpía y comunista". De acuerdo con el relato que atribuyo a Martín Ferreiro, Juana Capdevielle propuso tomar como rehenes, entre otros, a los familiares del jefe de Estado Mayor, el representante más caracterizado de la UME en Galicia, teniente coronel Luis Tovar Figueras. Debía ser de las que pensaban que el fin justificaba los medios aunque hubiese que pasar por encima de los derechos de los demás tomando como rehenes a mujeres, niños y ancianos inocentes.

El nombre de Martín Ferreiro Álvarez aparece como víctima de la represión franquista en el monumento dedicado por quienes perciben nutritivas subvenciones públicas. Una falacia más como la del magistrado Policarpo Fernández-Costas Valdes, como la de la supuesta víctima que en realidad se cayó de un pino, como la que se cayó a un camino desde una finca alta y tantas otras a las que se pretende rendir homenaje en el monumento en cuestión y que fallecieron como consecuencia de accidentes fortuitos. La decadencia de la educación en España hace que, lamentablemente, ninguna de nuestras universidades se encuentre entre las doscientas primeras del mundo. En lo que a memoria histórica se refiere, no parece una casualidad en vista de estas chapucillas; de que se mueven en el campo de lo políticamente correcto; que pontifican, que se miran al ombligo, que silencian cualquier discrepancia y demonizan toda disidencia de un supuesto consenso con el que en el fondo entiendo que dan alas al dogmatismo para establecer la prohibición de pensar. Todo ello, no por intereses académicos sino en mi opinión y para cuestiones de memoria histórica, por intereses meramente políticos; por complacer a la izquierda más radical, que queda muy cool; por intereses económicos o de alcanzar un supuesto prestigio nacional con la inclusión de algún profesor de estas universidades como vocal en comisiones políticas que reciben el eufemístico nombre de comisiones de expertos; prestigio que no obtienen cuando se les compara con sus pares, con las universidades extranjeras.

Hablando de chapucillas de universidad, Martín Ferreiro pudo escapar a zona republicana. Al concluir la guerra debió pasar a Francia en donde fue internado como tantos otros en alguno de los campos. Se puede documentar que fue deportado a Mauthausen el 13 de diciembre de 1940 y se le da por fallecido en este campo el 23 de noviembre de 1941. Vamos, que será una víctima del nazismo, nunca de la represión franquista. Pero como cualquiera diría que tanto las universidades españolas como los ruidosos si bien muy minoritarios (al menos por estos pagos) colectivos de memoria histórica, no supieron lo que hacer para cargar las tintas sobre el franquismo, no sólo tuvieron que incluir a las víctimas del Frente Popular como Fernández-Costas, sino que se vieron en el caso de tener que incluir de forma también falaz a esta víctima del nazismo. Con lo cual encontramos un argumento más para tener a esa relación de supuestas víctimas como fruto académico de la propaganda, que como vemos carece en absoluto de rigor historiográfico. Os dejo con el relato de Martín Ferreiro, algo extenso pero interesante y que vuelco al castellano de donde lo tomo, porque sin duda esta fue la lengua en la que se escribió el original, y también porque la ortografía empleada en la publicación es un poco extraña:

Mi querido amigo:

Agradezco la calidad que me atribuye como testigo de lo que pasó en nuestra tierra y voy a responder a su carta diciendo con toda fidelidad al recuerdo lo que vi y puedo atestiguar. Procuraré merecer su confianza anticipada dejando a un lado supuestos vagos o inseguros y dando fe solamente, de lo que sé.

Su cuestionario se refiere a La Coruña. Me es muy fácil recordar cuanto allí en torno a nosotros pasó. Son cosas tan graves, imágenes tan vivas, que pienso que no se olvidan mientras se tenga aliento. De lo que yo afirmo como allí ocurrido, no tema que nadie lo desmienta. Puede algún detalle, por la perspectiva, parecer distinto al que lo viese de más lejos, pero no variará su sentido.

Las primeras noticias de la sublevación se supieron en el Gobierno Civil, y muy pronto se propagaron en forma de rumor. Era el día diecisiete de julio por la tarde. Esa noche ya hubo gentes por los centros gubernativos en la misma actitud leal que en otra fecha peligrosa: el famoso diez de agosto.

El sábado, a media mañana, se daba en las pizarras de los periódicos una nota muy optimista de nuestro Gobernador diciendo algo del movimiento. Pero afirmando que el Gobierno, dueño de la situación, acudía a castigar a los rebeldes, y que nadie abrigase temor.

No obstante, toda la gente de izquierda de más responsabilidad seguía acudiendo al Gobierno Civil. Fue pasando el día en aquel ir y venir. Se movían las fuerzas de Asalto. Por la noche se vio más de cerca el peligro. Se transportaba arena y casetas de la playa para el recinto del Gobierno. La comunicación con Madrid, que aún seguía en las primeras horas, se perdió de madrugada. Después, aún más tarde, dijo el Gobernador que había conseguido hablar a través de Bilbao. Pero se veía con claridad que el peligro era grande.

Mientras tanto, la gente (usted sabe que La Coruña es liberal) llenaba los soportales del Gobierno Civil y toda la calle de enfrente. Yo tuve que pasar el domingo a las diez y media de la mañana para el Gobierno, y muchos de la muchedumbre me gritaban (como a otros en caso semejante) pidiendo armas ¡Pobre de mí! ¿Dónde las tenía? Pero cuando estuve arriba hice la misma petición. Me dijeron que no me apurase que las habría en su momento, y que podíamos tener confianza en las fuerzas afectas entre las que se encontraba el cuartel de Atocha controlado por Caridad Pita.

Bien, dije yo: pero no están de más las precauciones. A continuación le pedí al secretario de la Confederación señor Moreno, que me mandase media docena de hombres de confianza, y fui a buscar la dinamita que teníamos en el Ayuntamiento para llevarla a los bajos de la Diputación. Enteré del hecho al Alcalde, que se encontraba en el Gobierno Civil y me quedé allí. Estaban también el Gobernador, señor Pérez Carballo, Guzmán, Zapata, Somoza, Rodríguez Otero, Maseda, Mazariegos, el comandante de la Guardia Civil, señor Ríos, Julio Suárez Ferrín, el comandante de Asalto y el ayudante, el secretario de la Confederación, Eirís, Leovigildo Taboada, y muchos otros que andaban de un lado para otro; y también la señora del Gobernador. Se dijo que podíamos ir a comer tranquilos. Si había novedad avisarían las sirenas de la flota pesquera y, mientras tanto, no se dejarían de vigilar los movimientos de los fascistas.

Desde ese momento hasta las nueve de la noche, hora en que volví a subir al Gobierno, nada sé; a esa hora me dijo Eirís que todo seguía igual y que "ellos" no se atreverían a salir, que estaban tomadas las precauciones de vigilancia; así que hasta el día siguiente, se podía dormir...

El lunes, ya desde temprano, vimos todos la gravedad del momento. El día anterior las organizaciones obreras habían dado órdenes para que se acudiese al trabajo mientras no avisasen las sirenas de la flota pesquera; pero en muchos obradores ya no se trabajó. El Gobernador seguía incomunicado con Madrid; ya sólo podía mantener comunicación con el resto de Galicia. Esto se agravó con la noticia de haber sido detenidos Caridad Pita y Salcedo. El hecho sorprendió a nuestra autoridad que pidió una reunión del Frente Popular, mientras que por los aparatos telefónicos íbamos llamando a los pueblos de la provincia para que acudiesen a La Coruña. Entonces se encontraban allí las personas que nombré, y también el diputado Maurín. Tal vez hubiese alguien más que no recuerde. Sé que en el Casino Republicano había un segundo comité del Frente Popular, y tengo que señalar que la señora del Gobernador estaba también en un teléfono, cercano al que yo usaba, dando rápidas órdenes.

Serían ya las doce y media de la mañana. Parecería que en ese momento había comenzado la lucha. No era así. Hubo un poco de calma. El Gobernador expuso que iba a hacer desfilar a las fuerzas leales. Su señora le indicó que tomase como rehenes a la familia de Tovar, del que se de decía que iba a asumir el mando de los rebeldes, y las de otros que se tenían por tales. Era tarde ya.

A las tres menos veinte minutos los facciosos lanzaron contra el Gobierno los primeros cañonazos desde el Parrote. A esa hora veníamos de comer de la calle de los Olmos, Rodríguez Otero y yo, y nos encontramos en la calle real al doctor Barbeito que se encaminó con nosotros hacia el Gobierno Civil. No llegamos allí porque en el camino, frente a la librería de Lino Pérez, nos encontramos a la señora del Gobernador acompañada por un ordenanza y nos pidió que la llevásemos a casa de López Abente, en la misma calle. Como entonces ya habían comenzado los paqueos fascistas desde muchas casas de esa vía y travesías, en más proporción en la rúa Nueva y en la de García Hernández
[San Andrés], yo me uní a nuestros grupos, Barbeito se fue al hospital al ver los primeros heridos, y de Rodríguez Otero no volví a saber.

Se generalizó la lucha en la Telefónica, Juana de Vega y plaza de Pontevedra, en donde ya la Guardia Civil se nos había enfrentado. Se luchaba en las calles del Socorro
[Juan Canalejo], Orzán y travesías contra los militares que habían salido del cuartel de Artillería de Zalaeta; y había tiros en todo el sector de la rúa Nueva, Santa Catalina, Real, Olmos, Galera, San Nicolás, debido al paqueo y a que venían hacia el Gobierno Civil los militares, al mismo tiempo que otros salían de la ciudad Vieja, también en la misma dirección.

Serían ya las ocho horas. Los nuestros se corrieron por la calle Real al Gobierno Civil. Eran milicianos y de Asalto. Ya en la calle de Bailén estaban en silencio las dos ametralladoras que allí había en la puerta del estanco y en el primer piso del Salón París. Oímos que nos gritaban desde el primer piso del Gobierno "¡Alto el fuego!". No hicimos caso a los dos primeros avisos. Al tercero los de Asalto se fueron a los portales y todos nosotros tras ellos. Allí nos detuvieron los rebeldes. Tenían miedo. Temblaban, eran pocos, no se explica como nos dominaban de aquella forma. Yo pensaba que había sido una burrada que se hubiese quedado nuestro estado mayor allí en el Gobierno.


1 comentario:

LA NIÑA DEL EXORCISTA dijo...

En la causa 1391/1936 seguida por el procedimiento sumarísimo contra Vicente Rico Ulloa y otros por el delito de rebelión, que se conserva en el Archivo Intermedio Militar Noroeste (Ferrol) aparece una declaración del bombero Andrés Blanco Castro que rinde el 4 de enero de 1937, en la que se lee al folio 34:

Que en veinte de julio anterior desempeñaba el destino de bombero municipal y pertenecía a la Brigada Permanente.

Que hallándose por la mañana de dicho día a inmediaciones de la puerta pasó el en aquella época concejal señor Martín Ferreiro quien le llamó y dijo "Vete a talleres y que corten unos tubos de estas dimensiones (señalando una distancia aproximada de diez centímetros) con dos tapas y un tornillo por el medio". El declarante le hizo ver que estaría cerrado, pero insistió de si había alguien mecánico que supiera confeccionar ese trabajo a lo que contestó el declarante que únicamente el chófer Jesús Pérez que estaba de guardia, pero seguramente se opondría dándose cuenta de la finalidad a que podrían ser destinados esos tubos, pero el señor Martín Ferreiro insistió en que a todo trance había que ejecutar el trabajo porque así lo ordenaba el Alcalde. En su vista fue a decirle lo ocurrido a Jesús Pérez y después de meditar la trascendencia de la responsabilidad en que podrían incurrir le aconsejó el declarante que confeccionase los tubos, que al fin eran ellos (refiriéndose al alcalde y concejal) los responsables.

Que durante el tiempo que estuvo Jesús Pérez trabajando en los tubos no se encontraba presente el declarante y a la tarde cuando pasó por el parque vio que estaban encima del banco, arrojándolos a la chatarra después de haberlos desarmado, toda vez que no había mandado a buscarlos el Concejal de referencia conforme prometió en el momento de efectuar el encargo.

Leída que le fué esta declaración se afirma y ratifica firmando con S.S. y doy fe.

José García, Andrés Blanco, José Leonor"
[Rubricado].