miércoles, 29 de junio de 2011

¿Amas a la República?


Me decía hace poco un militar que para estar amparados por las leyes de guerra, todos los ejércitos del mundo, e insistía en que todos, exigían que el combatiente lo hiciera con uniforme y distintivos propios de su empleo. Quienes emboscados en un estatus de población civil eran capturados con las armas en la mano haciendo la guerra, estaban privados de la consideración de combatientes y tras juicio sumarísimo (y no pocas veces sin él) eran pasados por las armas. Traigo a colación este comentario porque estoy convencido de que buen número de los fusilados sin formación de causa se correspondían con paisanos a los que se había detenido con armas, o de los que a posteriori y mediante informes se supo que habían hostilizado al Ejército. En una ciudad de 81.000 habitantes en 1936, con viviendas en su mayoría de tres o cuatro pisos, en donde las relaciones vecinales eran mucho más estrechas; en donde se sabían la vida y milagros de cualquier hijo de vecino; en donde se hacía paseo por la calle Real todas las tardes para ver y ser vistos, todos se conocían y cualquiera podía identificar a quien había reconocido disparando desde su casa, desde un tejado o desde una barricada.

En la anotación dedicada al asalto a la casa de Carlos Puga Pequeño constatamos que la plaza de Pontevedra fue un lugar en donde los revolucionarios estuvieron presentes al iniciarse el Alzamiento Nacional. Nos dice el P. Silva Ferreiro que la sección de la Guardia Civil que marchaba desde su cuartel en la tarde del 20 de julio de 1936 hacia el edificio de la Telefónica, al mando del teniente Manuel Álvarez Sarandés, avanzó con mucha dificultad al encontrar resistencia enorme en la plaza de Pontevedra y calle de San Andrés sobre todo. Yo mismo sé por tradición oral que en la esquina de la desaparecida travesía de Cormelana con San Andrés hubo soldados. Y digo soldados, tal vez de la compañía de Infantería al mando del capitán Volta que avanzando por la calle del Orzán también quería hacerse con el edificio de la Telefónica. Uno de los soldados apostados en esta esquina fue herido, llevado al nº 3 de esa travesía y sustituido por otro u otros que se refugiaban en el portal del mismo edificio de bajo y un alto.

Sobre las cinco de la tarde del mismo día, casi enfrente, en una esquina correspondiente al cruce de Alameda con San Andrés que recojo en la imagen superior, se encontraba José María Naveira Vieites, carpintero mecánico de 27 años, vecino de la desaparecida barriada de Figueiras. Allí al parecer fue tiroteado acercándosele una pareja de guardias de Asalto que le dijo lo mismo que a otros dos que se encontraban en el lugar: ¿Amas a la República? Contestaron afirmativamente, y acto seguido les entregaron una pistola a cada uno. Naveira Vieites afirma en su declaración posterior ante la Guardia Civil que a continuación se refugió en un portal y no volvió a salir de él hasta las diez de la noche, momento este en que al pasar por la plaza de Pontevedra hacia su domicilio fue parado por fuerzas de la Guardia Civil que le ocuparon una pistola Star, calibre 9 mm, de las reglamentarias entre los guardias de Asalto. Ingresa en prisión en donde dos guardias civiles realizan el correspondiente atestado que se informa por la Delegación de Orden Público. Esta a su vez lo envía a la autoridad militar que se inhibe del conocimiento del asunto en favor del Juzgado de Instrucción del Distrito de la Audiencia, que lo procesa.

El informe que pide el juez a la Policía es favorable al señalar que observaba buena conducta, carecía de antecedentes si bien estaba afiliado a la CNT (como cualquiera que quisiese obtener trabajo) aunque no gozaba de muchas simpatías en la organización por haber trabajado con gentes de derechas. El sustituto del alcalde, delegado militar en los Servicios Municipales, informó que su conducta moral, pública y privada, vida, costumbres y hábitos eran buenos; era de tendencia extremista y se acompañaba con gentes de la misma tendencia. No le fue tan favorable el informe de la Guardia Civil. Pese a decirse que venía observando buena conducta y que no se le conocían más antecedentes que el ser de ideas extremistas y afiliado a la CNT, al habérsele ocupado la pistola y 16 carnés de la Confederación, se supuso que había tomado parte en los sucesos revolucionarios provisto del arma en cuestión y por todo ello se consideró peligroso para el orden público mientras durasen "las actuales circunstancias".

Pese a todo, parece que le acompañó la fortuna. Aunque el fiscal solicitó en un principio que se le castigase con cuatro años de prisión menor, accesorias y costas, en el juicio oral declaran y avalan a José María Naveira Vieites el Guardia Civil que instruyó el atestado, Eladio Rodríguez Iglesias, que no lo consideró peligroso y sí de buena conducta. También depusieron en su favor dos significados derechistas entre ellos el arquitecto Eduardo Rodríguez Losada. En vista de lo anterior, el fiscal al elevar a definitivas sus conclusiones reduce la pena solicitada a seis meses de arresto mayor, accesorias y costas. El 12 de septiembre del 1936 la Sala de Vacaciones de la Audiencia Provincial dicta sentencia de acuerdo con la petición fiscal saliendo de prisión el 15 de enero de 1937. Os dejo mis notas.

Contra la idea que se quiere trasladar en el sentido de que los nacionales se cargaron a todos aquellos que profesaban ideas izquierdistas, los datos y los ejemplos siempre tozudos desmienten a la propaganda. En una ciudad de 81.000 habitantes en la que los obreros se suelen estimar en unos 25.000 se cargaron, obreros incluidos, a unos 233 vecinos; lo que supone el 0.29% de la población. No es tan sencillo contrarrestar la propaganda presentista. Con la mentalidad de nuestros días se nos antoja inaceptable que se pueda matar a alguien por encontrarle armas una vez declarado un estado de guerra y más sin formación de causa. Confío en que quienes lean lo que anoto, entiendan que tan sólo pretendo transmitir con ejemplos que aparecen en fuentes documentales de primera mano, que aquella sociedad no era esta, no poseían nuestra escala de valores, por suerte mucho más evolucionada. Entiendo así absurdo enjuiciar el pasado con criterios del presente o considerar que la Historia tiene por objetivo condenar sin paliativos a unos y absolver a otros. Al presentismo podemos jugar todos. Poco a poco.





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