viernes, 6 de mayo de 2011

Chicos socialistas de la gasolina: ataques a los Redentoristas



La persecución de que fueron objeto los PP Redentoristas por estos pagos merecería un muy justo monumento o cuando menos algún reconocimiento público que no se sabe que, contra lo que se dice y repite, alguna vez se les hubiese tributado. Sin embargo, a día de hoy el silencio sobre estos actos de barbarie -que no el desconocimiento por parte de los historiadores- hace que el común de los ciudadanos no sea consciente del terror a que fueron sometidos por parte de esos a los que ahora debemos otorgar honra para siempre...

El 2 de julio de 1931 con motivo del incendio en la capilla de San José de la Montaña, de los PP Capuchinos, parece que se intentó hacer lo mismo con la iglesia y residencia de los Redentoristas, al menos por lo que dice uno de los guardias de seguridad que deponen en el sumario, que tras personarse en la calle de Juan Flórez frente a la Residencia de los Capuchinos se "marchó para el convento de los Redentoristas por haber oído que también trataban de quemar este".

Hemos visto en otra anotación que en agosto de 1935 el gobernador civil Emilio Novoa había dispuesto un servicio de vigilancia de conventos en Ciudad Jardín por parte de al menos una pareja de guardias de Asalto. No sería de extrañar que ese servicio se extendiese a otros puntos de la ciudad, como podía ser la residencia de los Redentoristas en la calle del marqués de Amboage. En cualquier caso se hubiese dispuesto ese servicio o no, tampoco sé que en este período se intentase asaltar esta residencia.

Nos dice el muy silenciado P. Silva Ferreiro que el 20 de febrero de 1936 las izquierdas trataron de imponer el pucherazo que supusieron esas elecciones, animando el recuento electoral mediante incendios:

Las turbas, dueñas de la calle, acometen, hiriéndolo, a un Teniente de Asalto; hacen lo mismo con un redactor de "El Ideal"; se incautan del edificio de los Luises izando la bandera roja y colocando en su fachada un gran cartelón en que se leía: "Casa del Pueblo"; ponen fuego a la iglesia de los Redentoristas; tratan de incendiar la antiquísima de la parroquia de Santiago (Siglo XII), y la Colegiata (Siglo XIII), que milagrosamente se salvaron de las llamas; asaltan el día 20 a las seis de la mañana la iglesia de los PP. Jesuitas en la que roban dos copones (uno de ellos con las formas consagradas), profanan las aras, se apoderan de un cáliz antiquísimo y un viril, destrozan imágenes, crucifijos, candelabros, misales y casullas, para terminar rociando el inmueble con bencina y pegándole fuego, en el que quedan destruidas las sacristías y un altar.

No crea el lector que todos estos incendios eran luminarias de antorchas en
fiesta conmemorativa del triunfo electoral. No. ¡Eran siniestros resplandores de hoguera crematoria, en amenaza satánica para imponerlo! ¡Se estaba aún verificando el escrutinio en la provincia, y había que animar con clamoreo salvaje y sacrílegas llamaradas a los actores de la farsa, para que no decayeran en su papel!

Las negritas son mías. Como vemos, los Redentoristas padecieron su primer incendio durante el recuento electoral realizado tras las elecciones de febrero del 36. Incluso, confirmando lo que sostengo, que estos animalitos socialistas y anarquistas eran gente de baja estofa, se echó en falta un reloj valorado en cien pesetas de la época. Lo dicho se puede confirmar en otra causa, lamentablemente sobreseída como consecuencia de ese injusto e inconstitucional decreto de amnistía que promulga el (funesto) Frente Popular cuando llega al poder. Y digo inconstitucional porque el art. 102 de la Constitución de 1931 dispone entre otras cosas:

Las amnistías sólo podrán ser acordadas por el Parlamento. No se concederán indultos generales.

EL INTENTO DE INCENDIO DE 19 DE MARZO DE 1936


Con los presidiarios amnistiados o sus amigos en el poder, se produce un intento de asalto e incendio que por fortuna no pasó del intento, como se puede comprobar en la causa. Lo protagonizan socialistas, como veremos en esta o en otra anotación. Con el (funesto) Frente Popular en el poder la autoridad se inhibe, y tampoco vemos que a diferencia de lo que ocurría durante el bienio Lerroux-Gil Robles, se dispusiese un servicio de vigilancia en este convento. Lo dispuso el padre superior del mismo, Manuel Vélez Marigorti, que tenía de guardia al P. redentorista Lázaro Raya Cabezas. Este sobre la una de la madrugada dio la voz de alarma y al acudir el superior se observaban tres grupos en actitud amenazante: uno frente al Colegio Concepción Arenal; otro inmediato a la puerta de la capilla que trataban de violentar con una palanqueta, según pudo comprobarse con las marcas que dejó en la puerta; y otro más entre ambos.

De inmediato el padre superior dio orden al que hacía la guardia para que tocase la campana pidiendo auxilio y el superior toco el pito de alarma. La fortuna hizo que pasase por allí hacia su domicilio y procedente del cuartel de los guardias de Asalto un conductor de este cuerpo, Demófilo Parapar Sueiras, que ya en las escaleras de su casa se acercó ante las desesperadas peticiones de auxilio y pudo comprobar las señales que había dejado la palanqueta en la puerta de la iglesia. Partió a practicar detenciones y se encontró en la inmediata calle de Monforte a cuatro individuos a los que encañonó y detuvo. A las pocas horas un sereno también encuentra en las inmediaciones una pistola abandonada. Los detenidos portaban una lata con el líquido inflamable y una bisagra que es de suponer emplearon como palanqueta. Se trataba de varios pollos socialistas, de algunos de los cuales ya nos hemos ocupado: Manuel Abelenda Catoira de 26 años, mecánico; José Rosende Calvo, de 22 años, camarero; Manuel Expósito González, de 21 años, pintor; y Antonio Castro Babío, de 21 años, mecánico.

Por supuesto ellos dicen que la lata y palanqueta no eran suyas, niegan pertenecer a partido político o sindicato alguno y que tan solo se dirigían a un almacén de hielo para enterarse a que hora salía un camión de los que conducían el pescado a Madrid para viajar el Abelenda y entregar a Santiago Casares Quiroga y Victoriano Veiga, ambos de IR, unas cartas que exhibió al juez y recogió a su poder el mismo Manuel Abelenda. La versión, como dice el conductor de Asalto, resulta inverosímil porque era público y notorio en la ciudad que los camiones del pescado con destino Madrid salían, salvo los sábados, de una a cuatro de la tarde, y nunca después de la medianoche.

Lamentablemente, como no se detuvo a los sospechosos in fraganti e in situ mientras violentaban la puerta o incendiaban el local, sino en las inmediaciones de la iglesia y residencia, la sentencia fue absolutoria. Pero me gustaría llamar la atención sobre tres hechos que pueden dar idea del compadreo que existía entre los políticos frentepopulistas y esta tropa de baja estofa, por intereses mutuos y caciquiles:

1) Manuel Abelenda Catoira portaba sendas cartas dirigidas a Casaritos y Victoriano Veiga, que dicen los testigos tenía intención de entregarles en Madrid.

2) Se les detiene el día 19 de marzo y al día siguiente, el fiscal de guardia Pedro González, solicita el procesamiento de los acusados y su prisión. El día 23 siguiente, el fiscal jefe, Gustavo Varela Radio, solicita la prisión atenuada para los procesados.

3) Se hace cargo de la defensa, y no por turno de oficio, el abogado y conocido artista, luego exiliado en Argentina, Luis Seoane López, destacado galleguista.

Con razón decía el diputado socialista José Andrés y Manso en un mitin que protagonizó en el teatro Linares Rivas en marzo de 1935:

Que los republicanos no tienen a nadie detrás, que carecen de masas y que recurren a ardides caciqules, como los partidos monárquicos del viejo régimen.


Añado yo que todo ello para hacerse con la simpatía de las masas, encubriendo y fomentando la violencia todo en aras de mover sus hilos en fraude a la legalidad y a la soberanía nacional, que al igual que nadie votaba a la masonería para que desarrollasen su programa, tampoco nadie los votaba para que ejecutasen un programa oculto que beneficiase sus intereses personales, de partido, etc. A los republicanos que cita Andrés Manso se pueden unir los galleguistas como Luis Seoane, que si bien se titulaban nacionalistas no eran en realidad independentistas sino otra trama de poder con intereses muy distintos al fomento del bien común. Dice Lamela (p. 216, n. 237) :

Sin embargo, es bastante clarividente en mi opinión, la pobreza del apoyo nacionalista en A Coruña si tenemos en cuenta que en una reunión celebrada el 15 de abril de 1935, presidida por Plácido Castro para designar delegado para el Comité Ejecutivo del Partido, en la que resultaría elegido Luis Seoane, asistieron solamente 12 afiliados. En otra reunión celebrada el 27 de marzo de 1936 presidida también por Plácido Castro en la que se designaron los precandidatos a concejales para las previstas y no celebradas elecciones municipales (en la que fue nominado también, entre otros, Luis Seoane), asisten 18 afiliados.


En el fondo coincido con el bueno de D. Manuel Casás, presidente que fue de la Real Academia Gallega, cuando aludía a aquellos nacionalistas y sus apoyos (p. 214) como unos señores que "habían soñado con ser Conselleiros del país de Galicia pensando en nutritivas sinecuras, y de cuantos arribistas aspiraban a beneficiarse de la suntuosa burocracia que los estatutistas habían anunciado como cebo apetitivo."

Por último, la cutrefoto que ilustra esta anotación se publicó en El Ideal Gallego de 25 de julio de 1936, y refleja el asalto e incendio a que fue sometida la residencia de los Redentoristas por la turba revolucionaria el 20 de julio de 1936, "dándose el caso de haber sido puestos a la venta por aquellos lugares, colchones (producto de la rapiña) al precio de 3 y 4 ptas". Y triunfó el alzamiento, y se acabó la fiesta y la diversión para los amigos de la barbarie, la zafiedad, la soecidad, los malos instintos y lo que era para Unamuno peor, la estupidez.

Le van a colar la II República como paraíso de las libertades y como referente de democracia a otro, que a mí, os aseguro que no.




1 comentario:

LA NIÑA DEL EXORCISTA dijo...

Ya que he mencionado el incendio de la iglesia de los Capuchinos, me cuenta una enciclopedia que tengo la fortuna de tener cerca y a la que pregunto dudas, que su marido, al que también tuve junto a mí hasta que falleció, estuvo viendo como ardía la capilla de San José de la Montaña, y siempre contaba con una cierta sorna que los incendiarios de los Capuchinos se habían introducido en la residencia y tiraban por las ventanas ristras de chorizos XD Yo no lo recuerdo, pero como eran batallas que oía con desdén y no me interesaron hasta que los promotores de la memoria histórica se decidieron a tomar por gilis a los demás, estoy convencido de que es posible.

También le pregunté por esto que me llama la atención: que las bases izquierdistas eran para echarles de comer aparte porque en realidad tengo la sensación de que se trataba de meros quinquis, delincuentes comunes arropados por una ideología que seguramente no tenían formación ni para comprender, pero que les daba alas para llevar a cabo sus delitos con unas supuestas bases teóricas de legitimidad. Me comenta que en aquella época en los barrios eran muy bestias, muy chulos, muy barriobajeros. Había de todo entre la gente humilde, y si en el centro o en esos barrios había personas con escasos recursos que no robaban o que no se comportaban como macarras o como delincuentes comunes, era porque los frenaban las creencias religiosas.

Y ya que estoy con tradición oral, también sé que en la parroquia de San Esteban de Morás (Arteixo), es tradición oral que quien incendió la iglesia de San José de la Montaña en Juan Flórez, fue un vecino de esta feligresía, que se suicidó más tarde por culpa de los remordimientos que este hecho le provocó, porque además no fue procesado. No sería el único incendiario pero es posible que fuese uno de ellos. Creo y espero que de este hecho se ocupe algún investigador que seguramente ampliará con mayor conocimiento esta tradición oral.