viernes, 7 de enero de 2011

El asalto a la casa de Molina


Me comentaba hace poco un pariente que en estas cuestiones de memoria histórica él celebraba mucho la victoria de los nacionales, porque en otro caso a él y toda su familia la habrían cepillado. Al comenzar la guerra, en Ponteareas, quisieron asaltar su casa. Tuvieron que defenderla con sólo tres escopetas, él con 13 años, su hermana pequeña, otro hermano y tres jornaleros. Llamaron al cuartel de la Guardia Civil, que lindaba con la finca por la parte alta de la parcela, y les contestaron que estaban acuartelados e intentasen ellos defenderse por sus propios medios. En caso de que se viesen muy apurados, que disparasen tres veces en primer lugar, y luego tres, dos y un disparo, con lo que tratarían de ayudarles. Para evitar el asalto y dar la sensación de que había más defensores en la casa, abrieron todas las ventanas, e iban sacando las escopetas por ellas. En un momento determinado alguien intentó saltar la muralla, pero por lo que fuere desistió de su propósito. Ya lo tenían en el punto de mira los defensores, y le hubiesen disparado de llegar al interior de la finca. Los asaltantes se dispersaron y al poco pasó la columna del Ejército al mando del comandante Felipe Sánchez, procedente de Vigo, al que unos cinco escopeteros trataron de cortar el paso poniéndose frente a la columna en la calle principal de Ponteareas. Las tropas hicieron fuego y los abatieron.

Me decía también este pariente que ahora se dialoga, pero durante la II República lo común era que se pensase en que el oponente político era un enemigo, de ahí el refrán que decía algo como que el enemigo bueno es el que está muerto. De hecho, durante su estancia de posguerra en Cuenca, recuerda que allí los leales mataron, entre otros muchos, a todos los curas y monjas. No dejaron ni uno.

Como este asalto debieron ocurrir muchos otros, por ejemplo el producido en la casa de Arturo Molina Rodríguez, el comandante Molina, retirado por la ley Azaña que se dedicó al negocio de la construcción. Era pariente del popular alcalde umbiliqueño, Alfonso Molina Brandao. Os dejo una imagen en la que la casa se encuentra tras el motel. Este asalto, como tantos y como la violencia de izquierdas durante la II República, es a día de hoy silenciado por los turiferarios de la media memoria, y así creo que no es muy conocido como no sea por los vecinos de Iñás (Oleiros), pero en su época fue célebre. De lo ocurrido se conoce la versión que proporciona el P. Silva Ferreiro, en donde interviene el albañil Francisco Candamio. Cuando este hombre fue identificado por los primates del (funesto) F. P. como uno de los defensores, lo sacaron de su casa de Sada con intención de rociarlo con gasolina y prenderle fuego en la plaza. Intervino para salvarle la vida el médico del pueblo, José Pubul, destacada figura frentepopulista en Sada, pero sensato. Este salvamento, dio pie a que Candamio mostrase su gratitud, y en dos ocasiones Pubul fue sacado de la detención en la que se le había constituido, como consecuencia de las peticiones de Candamio y la intervención del comandante Molina.

Os adjunto la versión del asalto a la casa del comandante Molina que incluye El Ideal Gallego de 25 de julio de 1936:

Cuatrocientos hombres sitian en Iñás a una familia

Esta se defendió a tiros y hubo de abrirse paso entre los revoltosos

En Iñás cometieron las hordas rojas un hecho vandálico contra el comandante de Infantería don Arturo Molina Rodríguez, que se encontraba veraneando en una finca de su propiedad enclavada en aquel lugar.

El domingo
[19 de julio de 1936] observó el señor Molina cierto movimiento de camiones y tuvo referencias de que se cacheaba a todas las personas que transitaban en automóviles por la carretera [N-VI, muy cercana a la finca], quitándoles las armas que llevaban encima. El lunes pasaron muchos camiones con gente que señalaba la casa del señor Molina al transitar por delante de ella. En la mañana del martes [21 de julio de 1936] tuvo sospechas de que iba a ser atacado, y procedió a preparar la defensa, poniendo sacos terreros y colchones en puertas y ventanas.

Primero se presentaron unos 40 hombres en una camioneta, pero éstos no se atrevieron a iniciar el ataque y fueron al lugar del Campamento a buscar refuerzos, presentándose a las tres de la tarde 400 hombres frente a la casa.

Una vecina avisó al señor Molina de que querían parlamentar y, al acceder éste, se destacó un hombre, que le exigió la entrega de la ametralladora y pistola automática que suponían tenía para su defensa.

El señor Molina se negó en absoluto a entregar el armamento que poseía para su defensa y de su esposa, sus dos hijos Arturo y Carlos, éste un niño, dos sirvientas y dos amigos que le acompañaban. Dicho armamento consistía en un rifle con 200 cartuchos, una escopeta del 12 con unos 40, tres escopetas del 16 con 20 cartuchos para las tres, un revólver y una pistola del 6,35.

Con estas armas organizó la defensa y empezó el tiroteo por ambas partes, disparando los cuatro defensores y hasta el pequeño Carlitos, que empuñaba la pistola.

A la hora y media de fuego pusieron los atacantes una bomba y un cartucho debajo de una galería en un extremo de la casa.

En ese momento salieron por la parte de atrás las tres mujeres y el niño, protegidos por el fuego de los defensores.

Más tarde fue herido de perdigonada, leve, afortunadamente, el señor Molina en la frente y en una mano.

Vista la carencia de proyectiles se decidió la retirada y la efectuaron después de fuerte tiroteo con objeto de alejar a los agresores, que siguieron disparando hasta que, convencidos de la huida de los sitiados, saquearon, incendiaron y volaron la casa, dejando sólo las cuatro paredes.

El señor Molina y su hijo se refugiaron en la casa de un amigo y salieron el miércoles para Mera, donde fueron también recibidos hostilmente, teniendo que refugiarse en la de otro, después de haberles sido robadas las armas, que habían dejado en otra casa.

Allí permanecieron veinticuatro horas, hasta el día 23, en el que se supo que en La Coruña se había proclamado el estado de guerra.

Entonces el señor Molina se puso al frente de una manifestación de personas de orden y, al grito de ¡Viva España! se dirigió por entre todos los elementos izquierdistas a la fuerza de Carabineros, a la que se presentó como comandante del Ejército español, ordenándoles que impusieran orden en Mera. Seguidamente embarcó con su hijo con rumbo a La Coruña, entre las aclamaciones de los derechistas y demás personas de orden.

Aquella misma tarde se presentó en Iñás con algunos guardias y recogió a su esposa e hijo menor de la casa en donde se habían refugiado.

Estoy por decir que el Arturo que se cita en este relato como hijo del comandante Molina, es Arturo Molina Rey, herido en la primera o una de las primeras colisiones entre socialistas y falangistas de la que nos ocupamos en la anterior anotanción. Pero no lo sé seguro. Poco a poco.


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